PEDRO URIS: Las películas norteamericanas cargadas de nominaciones a los Oscars siguen llegando a las pantallas españolas. Tras La la land y Manchester by the sea, ahora se estrena Moonlight, al igual que las anteriores un auténtico cine de autor, aunque venga publicitada con un sello de independiente que más bien resulta engañoso si atendemos a todas las resonancias que tiene esta venerada palabra. La película, en la que sus responsables, el realizador, Barry Jenkins, y el autor de la obra que inspira el film, Alvin McCraney, reconocen importantes rasgos autobiográficos, narra tres etapas de la vida (niñez, adolescencia y primera madurez) de un protagonista incómodo y nada convencional, un muchacho de raza negra y orientación homosexual, hijo de madre drogadicta y vecino de un barrio marcado por el tráfico de drogas. Un formato complicado, ya que implica unas amplias elipsis temporales que el espectador debe recomponer con los datos de salida y de entrada que unen cada episodio, que el cineasta sabe manejar con gran habilidad logrando así el primero de los muchos puntos a su favor que se anota. Y lo anotamos como tanto a favor porque,
a buen seguro, que muchos coincidiríamos en la historia imaginada a causa de la precisión de los datos que nos proporciona del personaje y su entorno en cada uno de esos momentos. Casi como si no tuviera otra opción que la de pasar fatalmente de una situación a otra, con la (acertada) excepción de ese final en la que nuestro chico, ya convertido en hombre, se aparta del camino marcado y quizás encuentre la puerta de salida hacia otra vida. La sutileza y la delicadeza con que describe a los personajes y sus reacciones acaban constituyendo la esencia misma de la película, pues la historia recorre unos pasos que pueden ser comunes a otras muchas pero alcanza la gracia de la singularidad por esa precisión con que crea y maneja a sus personajes. Esa historia les pertenece a ellos y a nadie más. Puede que alguno resulte un tanto tosco o convencional, como el matón de la escuela, pero todo el resto se mueve dentro de la excelencia: el ambiguo dealer del principio, la madre del protagonista, el amigo de la infancia, la propia chica del primero, todos ellos desbordantes de humanidad y complejidad, tanto que no nos sorprendería encontrarlos sentados a nuestro lado en la butaca del cine. Y es que no hay que olvidar que sin unos personajes bien construidos y bien desarrollados (actores incluidos, por supuesto) nunca habrá una buena historia. Esta película es la prueba, tanto que los personajes terminan constituyendo la historia misma.