Sí, ya sé, son innumerables los textos dramáticos que tienen el fútbol como tema principal o secundario. Ahora mismo podría citar de memoria unos cuantos, desde Fútbol de José María Bellido a Penev, de Xavo Giménez, pasando por El centrofoward murió al amanecer de Agustín Cuzzani o Oé, oé, oé, de Maxi Rodríguez, por dar sólo unos pocos ejemplos. Ahora bien, el monólogo que nos propone Isabel Martí, y que ella misma dirige con gran pericia, merece, creo yo, un lugar destacado en esa genealogía balompédica, y no ya porque aporta una mirada femenina y feminista al asunto, que también y de manera destacada, sino porque se ocupa de una figura generalmente denostada y poco o nada valorada, sobre la que recaen habitualmente los más groseros improperios desde las gradas: en efecto, el árbitro.
Y en este caso, por más exactitud; la arbitra, que reviste características más singulares todavía. La autora ha explorado el asunto con una perspectiva científica, casi podríamos decir con precisión de entomóloga, buscando cada detalle, cada particularidad, cada nimiedad si es necesario, de ese deporte, negocio, espectáculo llamado fútbol y que ha sido desde sus orígenes, cosa de hombres. Bueno, hasta ahora, porque de un tiempo a esta parte también las practicantes femeninas empiezan a tener relieve y visibilidad. Pero si las futbolistas todavía están a años luz de alcanzar la repercusión social, mediática y económica de sus congéneres varones, no digamos ya las damas que se dedican al arbitraje: ese sí que es un territorio duro y salvaje, sobre todo en las categorías inferiores, donde el machismo (de hombres y mujeres) no conoce freno. Todo eso lo articula Martí con meticulosidad, con rigor, con acierto, haciendo que el espectáculo sea una suerte de ejercicio didáctico, de conferencia ilustrada, resuelta brillantemente en su tono y su exposición, entre otras cosas gracias a una actuación, la de Raquel Piera, que te atrapa y enamora por su calidez y naturalidad. Cierto, hay chicas que no tienen ni puta idea, pero hay otras que saben más de lo que les han enseñado: Isabel Martí es el ejemplo. Creo que este texto será imprescindible en cualquier antología dramático-futbolera que se precie.