Existe un subgénero narrativo propiamente hispanoamericano al que se convino en llamar “novela de dictador”, que arrancaría con la magistral Tirano Banderas de Valle-Inclán, y que tendría entre sus continuaciones piezas maestras como El recurso del método, de Alejo Carpentier; Yo el Supremo, de Roa Bastos; El Señor Presidente, de Miguel Ángel Asturias; o El otoño del Patriarca, de García Márquez. Autores celebrados que han ganado premios como el Nobel o el Cervantes, con todo merecimiento. A este subgénero y a esta comunidad literaria pertenecen también La fiesta del Chivo y su autor, Mario Vargas Llosa. La novela, que narra algunos momentos significativos de la vida y obra del dictador dominicano Rafael Leónidas Trujillo, conoció ya una primera adaptación dramática llevada a cabo por el dramaturgo y director colombiano Jorge Alí Triana, estrenada en el Teatro Repertorio de Nueva York en 2003. La recuerdo como una versión bien armada, con pocos elementos escenográficos y muy apoyada en la actuación. Y casi lo mismo podría decirse de esta adaptación española, realizada por Natalio Grueso, dirigida con destreza por Carlos Saura e interpretada con maestría por Juan Echanove y un extenso elenco. Por supuesto, la visión del montaje teatral no excusa la lectura de la novela, como no lo hacen tampoco cualquier traslación al cine o a la pequeña pantalla que pudieran realizarse. Ahora bien, hay que reconocer que en este caso da mucha satisfacción estética su prestancia escénica, sobre todo porque al frente de ella está un actor tan extraordinario como Juan Echanove, quien te encandila con la sutileza y aparente naturalidad de sus gestos y registros, toda su actuación fluye con notable elegancia, con clara proyección de voz, con adecuada gestualidad. En fin, un trabajo actoral magistral, que es acompañado por Lucía Quintana, Manuel Morón, Eduardo,Velasco, Gabriel Garbisu y David Pinilla .