Escribo bajo el shock de “Wu-Wei”, de Raquel Klein que me dejó descolocada. El espectáculo ahonda en la virtud taoista de la no acción, y es el resultado de un trabajo inicial fin de carrera del Institut de Teatre de Barcelona. Rompió las expectativas de lo que es la danza: en lugar de cuerpos en movimiento, el espectáculo abre una ventana a un interior (no en balde la creadora está titulada también en interiorismo) de sutiles paredes blancas y numerosas luminarias que van marcando el paso del tiempo con sutiles cambios de intensidad. Los cuerpos de los cinco bailarines dispuestos en el suelo también blanco recuerdan seres dormidos. Inmóviles durante la mitad del tiempo de duración (55minutos) con apenas cambios de posición a cámara lenta. Ante ellos, la mirada del espectador se detiene como lo haría ante esculturas de mármol blanco en un museo. Un paisaje de vacíos y llenos habla sin parar. Invitación a la meditación o al cabreo. El propio cuerpo es el que habla. En esta mágica habitación levantada sobre el escenario del Principal la paciencia recompensa al final, cuando los cuerpos despiertan de su letargo y se desplazan, cada uno poseído por sí mismo, bajo una inquietante capa sonora abstracta, que da paso a excrecencias de un pensamiento alterado o inconsciente. Espacio y cuerpos para imaginar tal vez una playa donde los guijarros abandonados en la orilla tomaran cuerpo y acabaran inundando la orilla con su ensoñación.
En esta misma línea de filosofía oriental, pero con toques de humor, Núria Guiu, en “Spiritual Boyfriends”, presentó en Carme Teatre su danza de yoga. La bailarina empezó bebiendo un té, para acabar explicando con mucha ironía los peligros de enamorarse de su profesor de yoga y líder espiritual. Con un espacio ocupado por esteras llamativas, la bailarina profesora de yoga Iyengar y antropóloga presentó también una muy interesante serie iconográfica de posturas corporales en contextos distintos que me resultó muy curiosa: brazos cruzados, brazos en plegaria, brazos abiertos, etc. El sistema quinésico en tanto que articula las relaciones de poder en la sociedad abrió un poco el objetivo de la propuesta. Finalmente, un dron manipulado por la artista vino a romper expectativas: a la vigilancia a que nos somete la moderna tecnología la creadora nos advirtió con sorna de los peligros de los gurús espirituales, y de los ayunos o los remedios mágicos.
Israel Galván en el TEM no defraudó a los adictos a su estilo iconoclasta y rompedor. Acompañado por David Lagos en cante y Alejandro Rojas-Marcos al piano interpretó “Amor brujo” de Manuel de Falla, un libreto clásico en muchos de los grandes del flamenco. La obra se hizo para Pastora Imperio y luego, La Argentina, por eso Galván se presenta como mujer en el primer acto, sentado en una silla. Su aire galvánico de gestos rectilíneos y de control corporal lo llevan a su parte femenina muy cuidada en la expresión del gesto y del movimiento. Los audios (con un efecto sonoro antiguo), son introducidos, parece ser, para alargar el espectáculo, y rescatan a personajes contemporáneos a Falla, como Pastora Pavón y Antonio Chacón. Galván también rinde homenaje a las academias, introduciendo “El vito”, música popular andaluza. “Amor brujo” es todo un reto para Galván que había rechazado este referente de la cultura gitana.
“Giselle” de Kor’sia fue una exhibición de la elegantísima poética de la compañía liderada por Maria Russo y Antonio de Rosa en colaboración con los intérpretes, y con Giuseppe Dagostino y Agnès López-Rubio. El emblemático ballet romántico, inspirado en el libreto del poeta H. Heine, trata de una campesina que muere con el corazón roto al descubrir que su amado está prometido con otra. El ballet tiene numerosos montajes recientes: la bailarina y coreógrafa sudafricana Dato Masilo lo transformó hace poco presentando una Giselle feminista y contemporánea para remover las raíces de la danza clásica. Una joven que muere después de haber sido traicionada por un hombre y vuelve para vengarse. Próximamente, la Compañía Nacional de Danza (CND) lo traerá al Palau de les Arts (23-27 junio). Kor’sia, por su parte, da protagonismo al grupo: todos somos Giselle. Apoyándose en la dramaturgia de Chernetich y Dagostino, escenografía de Vandenhoeck, vestuario de Bernal y Piccione, y música de Susana Hernández Pulido a partir de la original de 1841, compuesta por Adolphe Adam, Kor’sia convino con once bailarines el orden de la partitura. La compañía ha creado una realidad, presa de la tecnología, en la que la danza es atravesada por las bellas artes, tableaux vivants. La idea del amor como ideal es el concepto que la bellisima y excesiva presentación entierra. Hoy ya no se ama así. El amor tiene fecha de caducidad.
Esta edición de Dansa València acogió como apertura una serie de proyectos coreográficos breves para su exhibición en el espacio urbano. Con el apoyo de la Concejalía de Acción Cultural del Ayuntamiento de València y el IVC, se eligieron el Museo de Bellas Artes y el CCCC durante el fin de semana del 10 y 11 de abril. Destacó Àngel Durán con un trabajo muy interesante sobre la fisicidad y la expresión corporal que partía de las teorías de Carl Jung. El texto en off es un extracto de la entrevista de Dr. Richard I. Evans del Departamento de Psicología de la Universidad de Houston a Carl Jung en agosto de 1957. Esta coreografía recibió el Primer Premio de Coreografia de la 22ª edición de l’Internationales Solo-Tanz-Theater Stuttgart 2018 y mención especial en el Festival Cortoindanza de Serdenya. Una conmovedora exposición de la fragilidad masculina en el mundo de hoy. Bellísima y elegante, llena de fuerza y presencia estuvo María Muñoz con “Bach”, la pieza (estrenada en 2004) que presentó esa misma mañana en el hermoso patio del Embajador Vich. También fue muy interesante el trabajo de Júlia Godoy y Alexa Moya “Picnic on the moon” presentado en el CCCC. Un delicado trabajo sobre el cuerpo y sus aspectos mecánicos, lleno de ternura e intimidad que explora el contraste con lo real. También en ese espacio actuó Cía alicantina Marroch “Entre nosotros” con un trabajo sobre las relaciones interpersonales.
Dentro de los espectáculos más conmovedores de esta edición de Dansa Valencia estuvo el presentado por Daniel Abreu, “El hijo”, en el Teatro Rialto con el que Abreu llegó a impactar con su solo introspectivo sobre la descendencia donde el bailarín se implicó emocionalmente para tocar las fibras más sensibles mediante una serie de imágenes visuales y sonoras muy potentes. En él indaga en la fisicalidad fragmentada, el espacio y la luz. Las capas de la obra hacen visible un concepto que atrapa también al espectador, mientras que lo mágico se apodera de la escena donde un cuerpo móvil y consciente, se enfrenta a otros mundos, a la naturaleza y a la cultura heredada.
Para terminar, Chey Jurado & Akira Yoshida presentaron en el claustre de La Nau “Hito” que entusiasmó a todos los asistentes por su originalidad y frescura, además de por su humor y por la factura desenfada de su espectáculo en el que la cultura hip-hop, la danza contemporánea, el breakdance y la teatralidad se conjugan a la perfección. Dos excursionistas pierden la dirección pero encuentran otras cosas, por ejemplo, un público, una manera de entenderse, de divertirse.
Los tres estrenos Rebelión, de Marea Dansa, Fake Life de Mou Dansa y Soledad, de Titoyaya Dansa se quedan para próximas entregas.