NEL DIAGO: Felizmente he tenido oportunidad de ver algunas de las obras más significativas de esta destacada dramaturga mexicana, como Entre Villa y una mujer desnuda o Feliz nuevo siglo Doktor Freud; sin embargo, me perdí Testosterona, pieza que podríamos considerar como base o primera versión de la que ahora nos ocupa, y que fue adaptada al cine y dirigida por Mariana Barassi con el título Crónica de una tormenta, con Héctor Alterio y Clara Lago como intérpretes principales. Básicamente la trama en todos los casos viene a ser la misma: el director de un periódico se retira y debe nombrar sucesor, optando entre un eficaz vicedirector, hombre, y una no menos valiosa vicedirectora, mujer. Es la última noche y el director se entrevista con la aspirante en su despacho, pues quiere darle la noticia personalmente, ya que ella fue su discípula y siente un afecto especial por ella. A partir de ahí, la autora despliega una maraña de hilos cruzados, de itinerarios que nos conduce a lugares inesperados, porque cuando creemos hallarnos ante una posible solución, más o menos tópica y previsible, Berman da un giro inesperado que nos revela que la testosterona no es una hormona exclusivamente masculina, que también se da en los ovarios. No creo que la obra pueda calificarse de “comedia romántica”, como algunos han osado, pero sí como una pieza dramática en la que las cosas no son blanco o negro, cara o cruz, águila o sol (título de otra obra de Berman). Sea como sea, la comedia exige un pugilato, un enfrentamiento directo pero sinuoso, en el que cuenta más la inteligencia, la seducción o el deseo que la mera fuerza. Y exige, también, un duelo interpretativo de alto voltaje, que la pareja (así en la vida como en la escena) conformada por el versátil actor argentino Miguel Ángel Solá y la espléndida actriz madrileña Paula Cancio sabe plasmar convincentemente, no en balde ellos ya habían estrenado previamente Testosterona y demostrado su perfecta complicidad escénica con El diario de Adán y Eva.Por último, cabría destacar la puesta en escena de Quique Quintanilla, tristemente desaparecido, que consiguió un clima muy logrado con esa verosímil escenografía y esa lluvia permanente que crean una sensación de encierro, de enclaustramiento.