TURIA: El pasado viernes cientos de jóvenes se concentraron en la plaza de la Virgen de Valencia para exigir compromisos políticos contra el cambio climático. Una semana antes habían organizado su primera protesta, pero en esos siete días de diferencia la asistencia, pese a coincidir con las Fallas, se había multiplicado por cuatro. Lo mismo ocurría en otras ciudades españolas. En total miles de estudiantes, muchos muy jóvenes, se echaban a la calle para reclamar medidas con las que afrontar uno de los grandes problemas del planeta. De este modo, comienza a tomar cuerpo en España el movimiento Fridays for future impulsado el pasado agosto por la adolescente sueca Greta Thunberg defensora de una movilización global de estudiantes todos los viernes hasta que los gobiernos y las instituciones internacionales den pasos efectivos para revertir la degradación que sufre el planeta. Y el movimiento va a más. De hecho, no son pocos los que empiezan a plantear que nos encontramos a las puertas de un nuevo 15M verde. Sin discursos complejos, los participantes saben señalar con sus mensajes las complicidades del sistema y la pusilanimidad de los responsables políticos ante el reto que la sociedad tiene por delante: No hay un planeta B, advertían los congregados en la plaza de la Virgen; también denunciaban que Si el planeta fuera un banco ya lo habrían rescatado. La movilización de estos jóvenes, como unos días antes habían hecho con rotundidad el 8M, tiene virtud de plantear la necesidad de que la agenda política asuma dos de los problemas cruciales que debe afrontar la sociedad moderna, el cambio climático y la igualdad de la mujer, al que sin duda hay que sumarle un tercero: la creciente desigualdad social. Lo hace, además, en un momento en que esa agenda política está más alejada de esa compleja realidad para centrarse solo en el ruido y el electoralismo más chabacano. No es extraño que la respuesta de los sectores más conservadores sea la misma en ambos casos, el negacionismo del cambio climático y la desigualdad de género. Pero esta protesta social no solo debería hacer que la derecha se replantee sus posiciones. También nota las fuerzas progresistas deberían tomar de la necesidad de asumir con valentía las prioridades que la sociedad le reclama. Frente a los discursos ultramontanos y los miedos es urgente articular propuestas transformadoras capaces de ilusionar y dar respuesta a las amenazas que atenazan, en algunos casos como el cambio climático, la propia supervivencia del planeta. Frente a los discursos políticos altisonantes y los estériles debates partidistas, es imprescindible hablar del futuro. La sociedad así lo reclama. Y no solo los viernes.