TURIA:La pandemia que estamos sufriendo va camino de poner del revés buena parte de la escala de valores de la llamada sociedad occidental. Esta crisis va a tener consecuencias globales. Lo tiempos corren en contra de aquellos economistas y popes que llevan tiempo (desde los mandatos de Reagan y Thatcher) pregonando algunos principios institucionalizados como dogmas. Defienden con ardor guerrero la necesidad de reducir el Estado a la mínima expresión, que se deje actuar al mercado sin reglas ni cortapisas, y apostar por un salvaje darwinismo social. La situación actual nos sitúa en otro escenario diferente al defendido por la escuela de Chicago. Si algo está demostrando esta crisis es la necesidad de tener un sistema sanitario público bien financiado. La sanidad no es ni debe ser un negocio como durante décadas entendieron jerifaltes del PP como Esperanza Aguirre o Eduardo Zaplana. La crisis financiera de 2008 trató de darle un bocado al pequeño estado del bienestar español recortando camas y personal sanitario , precarizando y privatizando hospitales. Como bien explica Naomi Klein, ciertos grupos económicos con la ayuda de políticos aprovechan los estados de shock para introducir su agenda neoliberal. Si no pudieron hacerlo con mayor intensidad fue por las protestas de las llamadas “batas blancas” y las denuncias de los partidos que combatieron aquellos recortes. De aquellos polvos, vienen estos lodos. Madrid se ha demostrado como el mejor ejemplo de que los recortes tienen consecuencias. Un Estado fuerte, tecnológicamente puntero que vele por el bienestar de la ciudadanía y la necesidad de reindustrializar la producción de bienes y servicios se abrirá camino el día que superemos la pandemia. Todo un jaque al neoliberalismo.