TURIA: Las tradiciones conectan el pasado y el presente, que es una forma de proyectarse al futuro. Por ello pueden llegar a ser un elemento clave de cohesión e integración, en tanto sean capaces de incorporar el cambio de los tiempos, a las nuevas generaciones e incluso a quienes nacieron en lugares y culturas diferentes. El problema es cuando la tradición deviene en tradicionalismo cuya seña de identidad son las esencias, lo que les transforma en excluyentes y beligerantes frente al cambio y al distinto. Por sus características las fiestas suelen ser un habitual refugio de los más variados tradicionalistas capaces de convertir en un casus belli cualquier cuestionamiento de la costumbre de lancear un toro, lanzar un pato en una cucaña, tirar una cabra desde un campanario o cualquier otra manifestación de lo que ellos
consideran las esencias de su pueblo. Las fallas de Valencia no han sido una excepción.
Por fortuna, la Valencia del siglo XXI está muy lejos de aquella de los años 70 y 80 marcada por la violencia ultra, las agresiones a políticos progresistas, las bombas contra Fuster y Sanchis Guarner o los atentados a librerías. Pese a ello, algunos sectores de la derecha parecen nostálgicos de sus ganancias de pescadores en aquellos ríos revueltos y negros. Solo así puede entenderse la campaña contra el concejal de Festes, Pere Fuset, por los supuestos delitos de haber encargado una encuesta para radiografiar el actual mundo fallero y reclamar el cumplimiento de una ley de normalización lingüística aprobada por ¡un gobierno del PP! Para justificar el supuesto carácter manipulador del estudio algunos medios conservadores no han dudado en divulgar preguntas que nunca existieron, mientras desempolvaban las más rancias banderas del secesionismo lingüístico, un debate socialmente ya superado.
Es significativo que los ataques comenzaran tras un artículo de Félix Crespo, concejal del PP imputado en la financiación ilegal del partido. Y no lo es menos que el principal vocero de la campaña sea Las Provincias, diario que bajo la dirección de María Consuelo Reyna desempeñó un papel clave en el conflicto vivido hace cuarenta años. Pero los tiempos han cambiado mucho desde entonces. También en
ese mundo fallero al que Fuset ha estado unido toda su vida y cuya base tan bien conoce. Por desgracia, quienes controlan sus estructuras siguen pensando que es posible detener el tiempo. Por eso arremeten hoy contra el concejal .
Igual que hace solo unos meses algún casal abochornaba a los valencianos declarando fallero de honor a la Fundación Francisco Franco tal vez al pensar que, como ellos, el sangriento dictador también se declaraba apolítico. Son muchos los valencianos que disfrutan con la fiesta del fuego. Tampoco son pocos quienes no se sienten identificados con estas celebraciones. Pero hay algo en lo que ambas partes
deberían estar de acuerdo: impedir que esas llamas festivas las aproveche la Inquisición.