TURIA: El pasado domingo la sociedad valenciana dio un ejemplo de compromiso democrático. Saliendo masivamente a votar cerró la puerta a la posibilidad de que la extrema derecha entrara a gobernar en la Generalitat como convidada imprescindible de PP y Cs para poner fin a la experiencia progresista del Botànic. La irresponsabilidad de ambos partidos ayudó a incubar un huevo de la serpiente cuya siniestra criatura entra en Les Corts con la nada desdeñable fuerza de diez diputados. Su afán por alcanzar el poder a cualquier precio, agravado por la pugna entre un PP en descomposición y un Cs impaciente por hegemonizar el espacio conservador, les ha terminado pasando una factura cuyas consecuencias tardarán en superar: su absoluto condicionamiento de una utraderecha que, si bien por fortuna no ha obtenido los resultados que preveía, irrumpe con la fuerza suficiente para tener la sartén por el mango si le “derechita cobarde” aspira a gobernar. Sí, una derechita terriblemente “cobarde” para marcar distancias y oponerse al auge postfascista. Poco ha faltado para que esa amenaza involucionista se concretara la noche del pasado domingo. Lo ha impedido la determinación de una ciudadanía que con su movilización electoral ha querido dejar constancia de que la valenciana –y también la española– es una sociedad abierta, plural y avanzada que rechaza cualquier intento de volver hacia atrás las páginas de la historia. Una sociedad orgullosa de las conquistas tan duramente conseguidas, de los espacios de libertad y los derechos civiles y sociales conquistados. Y también conscierte de lo mucho que queda por hacer para conseguir un marco de convivencia y con unos niveles de justicia social que siguen estando amenazados por los poderes económicos y las ambiciones políticas que avanzan a lomos de la reacción. Los ciudadanos y ciudadanas han sido, en suma, los únicos protagonistas de esta jornada, los que con sus votos han logrado detener la amenaza de repetir en Valencia los errores de Andalucía. Por ello, ahora, es imprescindible que las fuerzas progresistas tomen buena nota de ese ejemplo cívico de los valencianos y valencianas. A ellos les corresponde desde ya hacer un ejercicio de responsabilidad política para alcanzar los acuerdos necesarios que permitan continuar y profundizar en la senda abierta por los pactos del Botànic. Es lo que se espera de ellos, que sean capaces de dialogar para desde su pluralidad, reflejo de la complejidad de la propia sociedad, articular un gobierno que marque una senda de futuro para la Comunitat Valenciana. Sin duda, no será una tarea fácil. Y el ruido que generará la extrema derecha desde las instituciones, junto a la guerra abierta entre PP y Cs, no se lo pondrá nada sencillo. Eso la ciudadanía podrá comprenderlo. Lo que no podrá aceptar es que este proyecto colectivo se vea frustrado por personalismo, intereses partidistas o supuestos purismos. Porque las amenazas continúan presentes. Y las elecciones municipales, a la vuelta de la esquina.