TURIA: Hace ya casi quince años que Francisco Camps fue investido por primera vez presidente de la Generalitat Valenciana. Lo hacía tras arrollar a la izquierda en unas elecciones que ganó con mayoría absoluta y con un suspiro de alivio casi generalizado, incluidos no pocos progresistas, que veían en su apariencia austera un contrapunto al desmadre inaugurado en la política valenciana por Eduardo Zaplana. Entre las pocas voces discrepantes, que no veían en las diferencias entre ambos dirigentes del PP más que una lucha interna en el seno del partido, estuvo la Cartelera Turia que en uno de sus editoriales de aquella época –tres meses después de su toma de posesión- ya advertíamos que su nombramiento no iba a depararnos otra cosa que “más de lo mismo”. Mucho ha llovido desde entonces y hoy es difícil encontrar alguna voz que defienda al ex presidente, incluso entre aquellos que en su día lo apoyaron. Y menos todavía después de que su ex vicepresidente Ricardo Costa no haya dudado en señalarle ante la Audiencia Nacional como la X última de un entramado de corrupción que convirtió al PP de la Comunidad Valenciana en uno de los pozos ciegos más podrido de los últimos tiempos. El supuesto milagro valenciano que Camps pretendía encarnar no fue más que una cascada de falsos grandes proyectos, que prácticamente colapsaron las cuentas de la Generalitat y la economía valenciana, mientras se extendió una red mafiosa de corruptelas millonarias que hinchó ilegalmente las finanzas del PP y de los amigos más cercanos de este partido. Superar esta fétida herencia nos costará mucho a los valencianos. Y sobre todo le costará mucho a ese presunto nuevo PP con el que Isabel Bonig aspira a recuperar el gobierno autonómico. El enrocamiento de Camps en el Consell Jurídic Consultiu se encargará de mantener vivo ese lastre. Lo mismo que harán la retahíla de causas judiciales en curso y que seguirán generando ríos de tinta en los próximos meses. O la presencia en el Senado de Adela Pedrosa a quien Costa también acusa de conocer toda la trama durante su cargo como secretaria general del PP en la Comunidad Valenciana y de haberse beneficiado de ella para su candidatura en 2007 a la alcaldía de Elda. Por no hablar de las salpicaduras al también ex presidente Alberto Fabra y hasta a la propia Bonig, puesta bajo los focos por la comisión que, según las declaraciones de Costa, entregó la empresa Secopsa a la caja B del partido. Hoy, cuando solo supuestos periodistas de ultratumba como Arcadi Espada salen en defensa de un Francisco Camps al que no dudan en abandonar hasta los más acólitos de antaño, podríamos decir aquello de que nosotros ya lo habíamos dicho en su día. En cualquier caso, eso no es ningún consuelo. Entre otras cosas porque, encima, nos quedamos cortos para todo lo que se avecinaba.
Foto: García Poveda.