TURIA: La familia. Desde que Marlon Brando articuló como un susurro de caverna aquella palabra, mafia y familia han quedado unidas para siempre en nuestro imaginario. La familia abandonaba así la cálida seguridad del entorno íntimo y afectivo para adentrarse también por un universo negro de tratos turbios, lealtades soldadas con sangre o una violencia que, como la guerra y la política, se convertía en una continuación despiadada de los negocios. En Valencia no tenemos el poso siciliano de don Vito Corleone, pero tampoco entre nosotros han faltado clanes familiares que, como los Borja, esconden algún cadáver en el armario de su conciencia. Si en lugar de muertos escudriñamos dinero sucio la nómina se amplía considerablemente, aunque de entre todos los nombres uno resplandece con demérito propio: Rafael Blasco. Mucho se sabe ya (aunque seguro que no todo) del actual inquilino de la cárcel de Picassent, a donde le llevaron los desvíos de dinero público destinado a la cooperación realizados por el entonces conseller de Francisco Camps, en beneficio propio o de sus amigos. Como también es conocida su habilidad de navegante por mares de la política tan variopintos como el FRAP, el PSOE o el PP. O su maestría en las artes de conspirar, urdir redes y moverse en la sombra. Del mismo modo que es igualmente pública su auténtica
pasión por la familia, que se reunía en toda su extensión en la casa de La Barraca d’Aigües Vives de Alzira. Y de la familia, precisamente, nos están llegando los últimos días las últimas novedades de tan peculiar clan. Primero la justicia abrió diligencias contra su esposa, Consuelo Ciscar, por los presuntos delitos de malversación cometidos durante su estancia al frente del IVAM, entidad que logró convertir en un auténtico Titanic cultural. A ella se le unió en el mismo paquete su hijo, Rafael Blasco Ciscar, alias Rablaci, pretendido artista plástico que presuntamente habría sacado tajada y promoción de su trabajo durante la gestión de su madre al frente de la institución. Ahora el turno les llega a sus dos sobrinos, Sergio Blasco, ex director del Hospital General de Valencia, y su hermano Francisco José, ambos investigados por los presuntos amaños realizados desde la Conselleria de Sanidad. Pero las ramificaciones
familiares podrían seguir creciendo hasta conformar una auténtica maraña. Por lo pronto, la diputada de EU Rosa Pérez, cuyas denuncias fueron clave en las recientes actuaciones llevadas a cabo, ya ha pedido nueva documentación sobre el contrato que permitió a la sobrina de Sergio Blasco gestionar un centro de transfusión en Guinea Ecuatorial en el que se invirtieron fondos del Hospital General. Visto lo visto, no cabe duda de que en las apacibles reuniones de La Barraca d’Aigües Vives se hablaba de muchas cosas. También se confirma una vez más que mezclar negocios y familia a la larga termina trayendo complicaciones. Ya lo advertía otro gran especialista en negocios inconfesables, Pablo Escobar: “La familia termina siendo nuestro telón de Aquiles”.