Fin del verano. Aún hace calor pero la luz comienza a ser mucho más blanca. Algunos ya se habrán olvidado de las vacaciones, otros simplemente no se habrán ido. Todo vuelve a empezar, casi como una película de Christopher Nolan. La vuelta al cole, el reinicio de las clases y la vida política sigue poniéndonos los pelos de punta. La vida arranca a cámara lenta bajo la incertidumbre de un virus que no termina de marcharse. Como explicaba este verano Anna Enguix, este maldito virus está atentando contra los besos, los abrazos y nuestra forma de trabajar y relacionarnos. Pero hay una satisfacción que no ha cambiado, entrar en una sala de cine y ver una buena película. La complicada reapertura de las salas de cine y el aplazamiento definitivo de grandes blockbusters ha dejado hueco para el estreno de tres films excelentes dirigidos por mujeres. Las Niñas, de Pilar Palomero, brillante ganadora del Festival de Cine de Málaga, La Boda
de Rosa, de Icíar Bollaín, y la refrescante y no menos interesante, Un diván en Túnez, de la directora francesa, Manele Lavidi. Nada tienen que ver unas con otras y, sin embargo, todas tienen el común denominador que abordan historias de mujeres en distintos estadios de su vida y en diferentes lugares. Mujeres que quieren apretar el “botón nuclear” como dice el personaje de Candela Peña, niñas que pasan la vida bajo la educación de un colegio de monjas en 1992 o la joven psiquiatra que vuelve al Túnez post primavera árabe armando su particular “revolución personal”. Y hago un paréntesis: ¿Cómo tratará el cine este periodo que estamos viviendo? ¿Habrá mascarillas y distancia social?, ¿Veremos a los actores hablando a dos metros de distancia? Será interesante verlo. La complejidad del mundo actual queda bien reflejado en La Boda de Rosa donde volvemos a ver a la mejor versión de Icíar Bollaín. Candela Peña, clava su personaje con una maravillosa interpretación y Sergi López sobresale en el papel de hermano que parece saberlo todo, pero es un náufrago más en esa historia.
Mucho más compleja, arriesgada e incisiva es Las Niñas de Pilar Palomero. La proyección en formato cuatro tercios es toda una declaración de intenciones. El estrechamiento del formato hace agobiante un relato íntimo del tránsito de la niñez a una primera adolescencia. La directora aragonesa rueda con un estilo narrativo propio de otras cinematografías lleno de silencios, tiempos muertos y sin dar una explicación de lo que está pasando. Las monjas invitan a llegar vírgenes al matrimonio y en la calle la primera campaña en favor del uso del preservativo (la famosa Póntelo, Pónselo) llena las paradas de autobuses, al tiempo que recoge una intervención de Francisco Umbral en la televisión explicitando aquel eslogan. Y en el colegio, dos niñas huyen de la proyección de Marcelino pan y vino. No es una huida cualquiera, es una liberación, aunque ellas aún no lo sepan.
En un tono mucho más ligero y divertido Un diván en Túnez, aborda la situación de las mujeres en un Túnez de resaca post Primavera árabe. A pesar de su irregularidad, la directora francesa, Manele Lavidi consigue trasladarnos, no sin cierto pesimismo, a ese país en un alegato que invita a no dejarlo solo frente a los “salafistas” y otras fuerzas retrógradas. No me equivocaré si digo que este año los Goya van a tener nombre de mujer en más de una categoría. Cine del bueno hecho por mujeres en este extraño otoño de 2020.