Cartelera Turia

EL DESCONOCIDO DEL TERCER PISO: LA IMAGEN COSIFICADA. BRAINWASHED (2022).

«El cine sustituye nuestra mirada por un mundo más acorde con nuestros deseos.» (Andrè Bazin)

«…pues no serán mis deseos.» (Nina Menkes)

DANIEL GASCÓ: Tras un primer visionado de Brainwashed (2022) me asalta una frase de un film de Jean-Luc Godard, Nouvelle vague (1990): “Los hombres organizan el misterio y las mujeres descubren el secreto”. La teórica y cineasta, Nina Menkes, apunta contra ese misterio desarticulando las estructuras del cine, analizando composiciones de imágenes de un extenso e ilustre catálogo. Que nadie la culpe de haber escogido mal o haber acudido a referencias recónditas. Para cubrir sus teorías, Menkes fija su atención en el cine más celebrado, ese que desfila por los mejores festivales, que genera ríos de tinta y atesora premios. Y, pese a ello, lo que encuentra siempre es desalentador. Detrás de muchas rupturas, de las búsquedas incesantes de una narrativa propia o las conquistas sorprendentes que nos brindan motivos renovados de fascinación, asoman modelos trillados que vierten una mirada opresora sobre la mujer. Y lo peor de todo, que esa tendencia redunda en cineastas mujeres que, víctimas de una herencia o una mirada que se ha formado consumiendo esos mismos modelos, acaba también transformando a la mujer en objeto.

Sin embargo, a falta de una llamada de atención o comentario, algún que otro revulsivo presente en este film se diluye en ese frondoso bosquejo de referentes. El ejemplo más llamativo es Wanda (1970) de Barbara Loden, donde la directora y actriz protagonista proyecta de forma descarnada sobre su propio cuerpo una mirada y un tratamiento vejatorio hasta extremos infrahumanos. Se acabó esa visión  romántica que ha predominado sobre la mujer, esa áurea erótica a la que se ha visto sometida como único generador de sentido. No, Loden no  perpetúa ningún modelo hegemónico. Al contrario, lo radicaliza poniendo en evidencia esa visión que el cine se ha obstinado en negar. Salvo contadas y honrosas excepciones, el destino trágicamente prematuro de tantísimas actrices ha sido desaparecer o asumir roles menos interesantes o muy secundarios. Y Wanda representa como nunca se había hecho hasta entonces la muerte cinematográfica del personaje femenino, ese tan vital, tan real, que por una vez ha desafiado cualquier modelo, incluso el que se podría construir desde el feminismo. La realidad es que Wanda está condenada al verse incapaz de asumir ningún papel, ni tan siquiera el de mujer.

Brainwashed, no obstante, pone repetidas veces el dedo en la llaga cuando señala que urge una relectura de la historia del cine, pero como toda operación ambiciosa entraña un alto riesgo. Como dijo una de las aludidas en el documental, Marilyn Monroe, “el cuerpo está destinado a ser visto, no a estar todo cubierto”. Cuando Menkes sostiene un gesto claro de crispación ante los múltiples ejemplos en que se representa la desnudez parcial o total del cuerpo femenino, advierte la posibilidad lógica de que pueda confundirse con una censora. Es entonces cuando recula de manera brillante en otra dirección. Lo esencial en este tipo de secuencias es que expresan una posición de poder, la de quien materializa el deseo sobre el cuerpo visualizado. Pensemos en la desnudez masculina, mucho menos recurrente. En ese caso, el cine ha salvaguardado la integridad física expuestos en plano general, los cuerpos masculinos presentan cabeza y extremidades. Por contra, a la mujer se la ha descuartizado sistemáticamente. Sí, siempre cabe la excusa de afirmar que en ese caso la planificación es necesaria porque resulta mucho más expresiva, que es el modo natural de introducir una doble o que ahí el aparato cinematográfico funciona como una lupa de aumento resaltando que la actriz es bella en cada una de sus partes. Pero lo cierto es que al final se acaban representando una y otra vez cuerpos femeninos sin más conciencia que el de ser entregados, sacrificados al deseo ajeno. Frente a todo ello Menkes señala la posibilidad de romper la cuarta pared, como gesto de afirmación la actriz fija su mirada sobre esa trituradora de carne femenina que es la cámara. Así ocurre en el plano final de Or (2004), uno de los momentos cumbre escogidos que nadie que la desconozca podría entender. Con esa fulminante mirada la jovencísima protagonista de este film hebreo (d)enuncia y concentra el único destino posible que el cine ha reservado a tantísimas mujeres: la de ser un cuerpo prostituido.

EL DESCONOCIDO DEL TERCER PISO: LA IMAGEN COSIFICADA. BRAINWASHED (2022).

FA 30 ANYS QUE ELS TURIA TENEN

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