Qué mejor lugar para represtar el fangal de la corrupción urbanística, la especulación inmobiliaria y las redes de prostitución valencianas que los lodos de la Albufera. Un plano aéreo a vista de garza abre este thriller de explanadas cobrizas y antros turbios. La historia va saltando entre el 1996 y la época actual para tejer una trama narrativamente enredada, pero con más convenciones que sorpresas. El acercamiento a la escena y al carácter local de los años 90, incluida una noche en plena ruta del bakalao, es la clave de la originalidad de este noir de coproducción hispano-argentina. Por eso, la presencia del personaje interpretado por Leonardo Sbaraglia con todo su acento natal no acaba de explicarse cómo encaja con las demás piezas de este engranaje de suspense comarcal.
Los cubatas en vaso de tubo, los mandamientos coreográficos de la Macarena y las pastillas de colores son algunos de los elementos que nos lanzan de pleno a aquella época. Además, una base musical que recuerda a la electrónica del momento y a la vez evoca el latido de un corazón alterado, hace viajar de un momento al otro, como si el eco de aquellas vivencias se hubiera que amasa la tierra. Todos los elementos trazados por el director valenciano, Nacho Ruipérez cumplen el canon del género escrupulosamente: hay cadáveres, indicios, secretos sepultados, matones sin escrúpulos y lluvia nocturna.
Un sota, caballo y rey que estructura un producto correcto salpica do de buenos momentos y de imágenes potentes y atractivas, pero que promete más que da. Intriga pero no apasiona.