PAU VERGARA: La Berlinale se enciende con A Complete Unknown, la nueva película de James Mangold que retrata los años formativos de Bob Dylan. Con un enfoque que mezcla la mitología del artista con su lado más humano, el filme captura la esencia del músico a través de una actuación magnética de Timothée Chalamet. Junto a él, Elle Fanning y Monica Barbaro aportan frescura, mientras que Edward Norton añade peso dramático al reparto.
Mangold y el guionista Jay Cocks, conocido por sus colaboraciones con Scorsese, construyen un Dylan en perpetuo movimiento. La puesta en escena subraya esta idea: el protagonista nunca está quieto, siempre en un tren, un coche o una motocicleta, dejando atrás todo lo que alguna vez significó algo para él. Este retrato de un artista esquivo y errante nos recuerda por qué Dylan siempre ha sido un enigma imposible de atrapar.
Uno de los momentos clave de la película es la recreación del legendario concierto en Newport de 1965, donde Dylan electrificó su música y escandalizó a los puristas del folk. La escena refleja la tensión entre el arte y las expectativas del público, dejando claro que Dylan nunca quiso ser la voz de una generación, sino la suya propia. La música es un personaje más en la historia, y Chalamet no solo interpreta a Dylan, sino que también canta sus canciones, entregando versiones llenas de emoción y carácter.
La narrativa no se limita solo a la carrera musical del icónico artista, sino que también profundiza en sus relaciones personales. La dinámica entre Dylan y Joan Baez, interpretada con una intensidad desbordante por Monica Barbaro, se convierte en uno de los ejes emocionales de la película. La tensión entre ambos, su historia de amor y desamor, y la forma en la que Baez lo ayudó a forjar su imagen pública quedan reflejadas con gran sensibilidad. En una de las escenas más memorables, Baez le reclama su distancia emocional y lo acusa de egoísta, un momento que captura la compleja dualidad del personaje.
El filme no cae en la idealización, mostrando el precio de la fama y los sacrificios personales que implica la genialidad. Si bien el guion omite referencias explícitas al consumo de drogas, la energía febril del protagonista lo dice todo. Mangold construye un Dylan vulnerable y a la vez impenetrable, un hombre que huye de sí mismo y de los demás, atrapado en la paradoja de necesitar libertad mientras su arte lo ata cada vez más a su público.
Otro de los grandes aciertos de la película es la dirección de fotografía, que enfatiza el contraste entre la gloria del escenario y la soledad del protagonista. A través de una paleta de colores que evoca los tonos desgastados de los archivos fotográficos de la época, la película consigue sumergir al espectador en la atmósfera bohemia y turbulenta de los años sesenta. La elección de escenarios, desde bares oscuros llenos de humo hasta vastos paisajes abiertos que sugieren la infinitud del camino, refuerza la sensación de que Dylan siempre está en tránsito, física y emocionalmente.
A medida que la historia avanza, la película evita los clichés del biopic tradicional, ofreciendo una visión más introspectiva de la leyenda musical. Chalamet no se limita a imitar a Dylan; logra transmitir su esencia, equilibrando la arrogancia con la fragilidad, el talento con la incertidumbre. Su interpretación en números como Song for Guthrie y un incendiario It Ain’t Me, Babe junto a Monica Barbaro destacan no solo por la fidelidad al sonido original, sino por la emoción cruda con la que son ejecutadas.
Con la temporada de premios en plena ebullición, A Complete Unknown se posiciona como una fuerte candidata a los Oscar. La academia suele favorecer las transformaciones radicales, y el trabajo de Chalamet no solo captura la voz y los gestos de Dylan, sino también su esencia más profunda. ¿Será este el año en que Chalamet alce su primera estatuilla? Lo que está claro es que su interpretación de Dylan quedará en la memoria del cine, tal como la música del propio Bob Dylan ha quedado en la historia.