Lo que va davant, va davant. Me encanta esta frase hecha, tan valenciana. Lo que dice, y cómo se dice: trasluce una filosofía clara, sencilla, sin pedanterías. Por que lo obvio no siempre lo es, y hay que recordarlo. Porque lo que no se enuncia no existe, a veces. Por tanto, aplicándola a nuestra situación actual: la lucha contra la pandemia, esa terrible en la que todos tenemos que implicarnos, es lo primero, sí. Pero eso no quiere decir que nos olvidemos del resto de tareas. Acabo de ver La excavación, en la que Ralph Fiennes interpreta al inglés autodidacta que descubrió uno de los hallazgos arqueológicos más importantes de su tiempo: el tesoro de Sutton Hoo. Lo hizo justo al lado de casa –iba a la excavación en bicicleta– sin necesidad de viajar a Egipto o a Oriente Medio, y pocos días antes del inicio de la Segunda Guerra Mundial. Cuando todo el país se preparaba para enfrentarse a la invasión nazi, Basil Brown se empeñó en hacer bien su trabajo, y rescató un tesoro que se puede ver ahora en el Museo Británico.
Brown fue olvidado durante años: el prestigio y el mérito se lo llevaron otros, hasta hace bien poco, que se le empezó a reivindicar como el verdadero descubridor de Sutton Hoo. Pero ésa es otra historia. La que me interesa es la idea, extendida ahora, de que la urgencia justifica el olvido de todo lo no primordial. Y no es así. La memoria democrática ya fue la gran olvidada durante la transición. La necesidad de instaurar una aún frágil democracia fue la excusa para pasar página. Ahora, en este momento en que la reivindicación de esas heridas sin cicatrizar está en la agenda, no podemos olvidar de nuevo esas asignaturas pendientes.
Y para no pasar página otra vez, existen libros como el que acaba de publicar el historiador Vicent Gabarda. Vicent descubrió hace muchos años, que en su pueblo, también a tiro de bicicleta, había una historia terrible que nadie recordaba ya. Y empezó a investigar sobre los fusilamientos en El Terrer, al lado del cementerio de Paterna. Y gracias a él y a su investigación, sabemos mucho más de lo que pasó, de los 2.238 fusilados que Vicent contó uno por uno. En El cost humà de la repressió al País Valencià, 1936-1956 (PUV y Alfons el Magànim, 2020), agrupa sus trabajos sobre las ejecuciones franquistas, y sobre las que se hicieron en la retaguardia republicana en el verano de 1936. Otro rasgo positivo de Vicent: ha querido estudiar por igual las víctimas de ambos bandos. Eso no significa equidistancia, a los caídos durante la guerra se les reivindicó inmediatamente, se los exhumó, incluso su nombre se puso en las fachadas de las iglesias. A los otros, se les forzó al silencio y al olvido durante mucho más de lo que duró la dictadura.
Cuando vi la película basada en el descubrimiento de Basil Brown, pensé inmediatamente en Gabarda. Un tipo sencillo, que descubrió que al lado de su casa había una historia que valía la pena que se contara, que había que recuperar, que tenía que ver la luz. Porque también aquí, lo obvio no siempre lo es, y hay que enunciarlo para que se haga justicia. Y en ello sigue.