CARLOS LÓPEZ OLANO: Lo de los fachos lo oí el otro día por primera vez en la excelente película “Argentina, 1985” de Santiago Mitre y con Ricardo Darín encarnando a Julio César Strassera, fiscal en el juicio civil a los máximos mandos militares del régimen de terror en Argentina que produjo miles de desaparecidos y torturados durante la Dictadura. La película retrata una etapa histórica apasionante en la que los argentinos recuperaron la fe en la justicia, mediante la reivindicación de la dignidad de las víctimas. El personaje que interpreta Darín es además un antihéroe, un funcionario gris hasta ese momento con dudas morales sobre su inacción durante los crímenes que se juzgan pero que pese a las amenazas decide cumplir con su obligación ante la historia y meter en prisión a los responsables de tanta ignominia en su país.
Acaba de obtener un Goya, un premio que se suma al Globo de Oro y la nominación a los Óscar. Un comentario del presentador de la gala para RTVE se convirtió en viral: “Qué envidia ver esta película, con el dictador juzgado y no muerto en la cama”. La frase ha despertado un aluvión de críticas en redes, pero es una reflexión lógica y conveniente; está siempre bien ver qué ocurre a nuestro alrededor, para poder comparar con lo que nos pasa aquí. Fachos. Así les llaman al otro lado del Atlántico. Aquí, fachas. Los de toda la vida. Como los que se concentraron en el homenaje, un año más, a los caídos de la División Azul. Autorizado, además, por la Delegación de Gobierno de Madrid a pesar de que la ley de Memoria Democrática incluye específicamente entre los símbolos a perseguir el de “las unidades civiles o militares de colaboración entre el régimen franquista y las potencias del eje durante la Segunda Guerra Mundial”. El año pasado, se dijo en este mismo acto que los judíos eran el enemigo, y el culpable.
En España se portan esvásticas y uniformes de las Waffen-SS, se exalta a los nazis, y no pasa nada. Y debería. Porque el bando que escoges para luchar, marca la diferencia: no todos son iguales, ni se puede hacer tabula rasa en la revisión de la historia. Los españoles de la 9, con Amado Granell a la cabeza, liberaron París del yugo de los fascistas y lograron que en Europa no triunfara el fascismo. En cambio los voluntarios de la División Azul, vistieron el uniforme de la ignominia y pelearon al lado, hombro con hombro, junto a los que exterminaron a seis millones de judíos. Y perdieron. Afortunadamente.
Todo esto más allá de los individuos, de las motivaciones particulares, del devenir de la historia, de todos esos condicionantes que además al final provocaron que los divisionarios fueran olvidados, desplazados y ninguneados de inmediato, durante el mismo régimen franquista que los envió al frente ruso. El que murió en la cama quiso ocultar sus afinidades con Hitler y Mussolini después del triunfo de los aliados, claro. No fuera a acabar igual que sus amigos fascistas.
Si haces un homenaje a los divisionarios y utilizas los símbolos que portaban en las guerreras, rindes tributo al régimen nazi, a la brutalidad de una guerra que provocó millones de muertos, a los responsables del Holocausto, de los campos de concentración, de las cámaras de gas.
Los que acuden a estas concentraciones, como la que se vivió en el Panteón por los caídos de la División Azul del cementerio de la Almudena, son refachas. Que buscan la provocación, el enfrentamiento, el revisionismo, su minuto de gloria en redes sociales que consiguen gracia a la ofensa a los valores democráticos. Pero al final hay que recordar que son –al menos de momento– apenas un puñado de nostálgicos, de locos con brazo en alto y camisa azul que huele a naftalina. Pocas horas después una muchedumbre tomó las calles del centro de Madrid para protestar, una vez más, por la sanidad pública, contra los que la degradan a favor de la privada y a favor de los médicos que siguen en huelga.
250 mil, según la delegación de gobierno. Un millón, para los organizadores. Muchos, en cualquier caso. Y éstos, son los importantes: no los fachos, ni los fachas, ni los refachas.