Cartelera Turia

EL MUR: MARGARITA Y LA CONCORDIA

CARLOS LÓPEZ OLANO: Las palabras y los nombres, importan mucho. Ya saben: Dios puso nombre a las bestias y a las cosas, lo cuenta el Génesis. También importa el concepto: lo que hay detrás de los palabras, lo que aprendí hace mucho como una de las dicotomías que definió Saussure: el significante y el significado. Sobre todo este último es desgraciadamente, muy interpretable. La gran ofensiva de la ultraderecha en España, tiene que ver con sustituir nombres: Memoria Democrática por Concordia. No es mala palabra, no lo parece, la Concordia. Lo malo es que quizás para ellos no tiene el mismo significado que para nosotros. Porque para VOX, que con el apoyo del Partido Popular ha iniciado el proceso en Aragón, Castilla-León y Valencia para cambiar las leyes de memoria, resulta que significa que ya no hay que hablar de Dictadura: a esa etapa hay que llamarla Franquismo.  También quieren igualar las víctimas de uno y otro lado. En la propuesta valenciana se dice que la Guerra Civil ha de enseñarnos que “no importa el bando ni el origen, ni las creencias, el sufrimiento y la muerte fue la misma para todos”. Pues sí, es cierto. Pero poner en el mismo plano a la República, que con sus luces y sombras fue un régimen democrático, y la Dictadura de Franco, no me parece demasiado justo con la historia. ¿Creen que en Francia la ultraderecha se atrevería a poner en el mismo nivel a los héroes de la Resistencia ­­–así los llaman ellos– y a los colaboracionistas de los nazis del gobierno de Vichy?

La ley puede aprobarse, para eso los de Vox cuentan con los votos necesarios de sus socios subsidiarios. Y si lo hace, se llevará por delante los mapas de fosas, pondrá en peligro las subvenciones a las asociaciones de familiares de víctimas y por tanto las exhumaciones, e igualará a las víctimas y a sus verdugos. Y lo van a hacer desde el cinismo más absoluto: ocultando una estrategia de reivindicación de los que metían en las cárceles a cualquiera que osara levantar la voz contra la ideología dominante. La sociedad civil ha organizado rápidamente una respuesta: el Grup per a la Recuperació de la Memòria Històrica que preside Matías Alonso, ha iniciado una Comissió per la Memòria i per la dignitat para oponerse a la ultraderecha. El gobierno de Sánchez ya ha anunciado una ofensiva legal en el Tribunal Constitucional, en Naciones Unidas, en el Parlamento Europeo y el Consejo de Europa, contra lo que considera un “Blanqueo de la dictadura, igualándola a un régimen democrático”.

La cuestión está en la arena política, sin duda. Pero también en la sociedad. Nos jugamos mucho. Las exhumaciones, esa deuda pendiente con las víctimas y que en los últimos años ha empezado a saldarse, está en peligro. María Navarro, que es la presidenta de la Asociación de Familiares de Victimas de la fosa 126 de Paterna, pudo reconocer hace muy poco los restos de su abuelo,  José Navarro Anchel, concejal comunista en Picanya, gracias a las pruebas de ADN. Pero aún queda mucho trabajo por hacer. También historias que contar, como la de la Margarita de la Villa, a la que visité hace poco en su casa de Madrid. Su padre era periodista, y de Izquierda Republicana. Trabajó con el gobierno republicano en Valencia, y en el invierno del 39 huyó de la barbarie a punto de desatarse cruzando la frontera con Francia por Port Bou a pie con su familia. Margarita que tenía sólo 5 años, aún lo recuerda con viveza: el frío, los campos de concentración, los gendarmes que los recibían a bayonetazos. Embarcaron en Burdeos huyendo de los nazis, y compartieron navío con Julián Grimau, que fue mucho después fusilado al ser condenado por un tribunal militar en 1963. Margarita volvió a España 25 años después ya convertida en abogada, y fue directora de la delegación del Fondo de Cultura Económico. Sus padres nunca pudieron volver a pisar su país.

A Margarita la concordia le parece muy bien. Pero quiere que por fin se haga justicia, y que la historia de  su familia no se pierda. Que se sepa el sufrimiento que padecieron por el éxodo; que se libraron del pelotón y de la cárcel, pero no pudieron evitar el destierro y la tristeza de abandonarlo todo porque la dictadura los obligó. Ya ven, sí que parece que esa palabra para los de Vox y los que los apoyan, significa cosas muy distintas.

 

 

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