Cartelera Turia

EL MUR: NAZIS, BLAVEROS, LERDOS

CARLOS LÓPEZ OLANO: Que una mentira repetida mil veces puede convertirse en verdad es la frase de Goebbels que casi todo el mundo puede repetir. Sin embargo, no es  la que se me ha venido a la cabeza estos días en los que la lengua ha vuelto a estar en el centro  de las polémicas. El verano que casi finaliza está siendo prolífico en polémicas lingüísticas. Nada nuevas, por cierto. Hagamos memoria: Sólo soy capaz de explicar(me) lo que está pasando estos días si utilizo el poético símil del suave aleteo de una mariposa capaz de generar un tsunami en la otra parte de mundo. Así, la propuesta de Sumar de incluir de pleno derecho el catalán entre las lenguas oficiales que pueden utilizarse en el Congreso y el Senado ha desembocado en un terremoto capaz de hacer que viajemos en el tiempo y que bien entrado el siglo XXI nos parezca que estamos en lo más rancio del siglo XX.

El presidente de la Generalitat Carlos Mazón reclamó que se incluyera también el valenciano. La propuesta salomónica del senador Ximo Puig de utilizar la doble denominación –catalán-valenciano– le pareció un agravio comparativo. Y eso que la Acadèmia Valenciana de la Llengua (AVL), institución normativa protegida por el Estatut y creada por Eduardo Zaplana, reconoció en 2005 que eran la misma lengua. No se olviden de esto, que es importante en el desarrollo de la trama.

Por otra parte, se publica un aparentemente inocente tuit del perfil oficial de la Conselleria de Agricultura (VOX), plagado de faltas de ortografía. A partir de ahí, el conseller de Educación, José Antonio Rovira (PP), que por lo visto no le basta con los problemas con la desastrosa adjudicación de plazas de los profesores interinos de secundaria, sale en defensa de su colega y deja para la historia declaraciones cuanto menos sorprendentes: que si la AVL no tiene la verdad absoluta, que si los consellers pueden elegir sus normas lingüísticas, que si es extraño que los profesores de valenciano salgan de las facultades de Filología Catalana.

A partir de ahí, vistas las cartas de Rovira, al que consideran la mano derecha de Mazón, se sube la apuesta: la presidenta de las Corts, la ultra católica Llanos Massó, afirma en redes que la responsabilidad de abrir el debate es suyo, y que el valenciano no es catalán: “algunos no lo tenían tan claro, pero Vox hace su trabajo”.

La desautorización de la AVL es sin duda grave: es una institución protegida, normativa, y de aplicación obligatoria en todas las administraciones públicas. Hasta Zaplana ha resucitado estos días para defender su función, y desde la Acadèmia han criticado agriamente que se les ponga en duda. Mazón llegados a este punto, ha reculado un poco: dice que “Todo el Consell reconoce la AVL”, aunque convoca a la presidenta, para plantearle la necesidad de abrir una nueva etapa de “más sensibilidad”. Vamos, que la ha llamado a capítulo. ¿Se imaginan a Pedro Sánchez reuniéndose con el director de la Real Academia de la Lengua, para hacerle indicaciones sobre la normativa lingüística? Pues ahí lo tienen.

 

La cuestión de fondo es que desde la derecha se están agitando otra vez las procelosas aguas de las señas identitarias. Piensan tal vez que si hablamos de la lengua, debate hueco y estéril como las tierras sin vida, dejaremos de hablar de otros temas. Tal vez si yo escribo sobre un tuit  más propio de un analfabeto que de un político, no diré que este año no hubo representación institucional valenciana en los actos de conmemoración de la liberación de París, ciudad liberada por ese puñado de héroes entre los que había valencianos. O no diré que no ha habido recuerdo en redes para el asesinato de Lorca, ni que Mazón, ocupado en pedir reunión con Verónica Cantó, todavía no ha dado muestras de querer hablar con los  colectivos memorialísticos. Nada nuevo, ya saben. A Vicente González Lizondo y sus acólitos les funcionó, y el fenómeno llevó a las instituciones valencianas a un partido regionalista de derechas que en su agenda política portaba unnacionalismo blando con poca enjundia, más allá del anticatalanismo fallero exacerbado que lo caracterizaba. Ha pasado mucho tiempo, y los valencianos seguimos viviendo con nuestras contradicciones, algunas inexplicables para los que no son de aquí: forman parte de nuestra idiosincrasia. La más destacada, es sin duda, llamar valenciano a lo que es una variante lingüística del catalán –y que conste que soy un firme defensor y practicante de  las formas propias–. Pero una cosa es asumir esas contradicciones, y otra obtener de ellas rédito político. Lo que funcionó hace 30 años no creo francamente que ahora lo haga, y si ésa es la estrategia política que van a adoptar PP y Vox para los próximos cuatro años, dudo mucho de que les funcione.

Porque a ver si va a resultar que los que parecían unos ultras, fascistas y nostálgicos del franquismo, ahora son sólo unos blaveros. O más fácil, unos lerdos.

O a ver si van a serlo todo a la vez, en todas partes.

 

EL MUR: NAZIS, BLAVEROS, LERDOS

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EL MUR: NAZIS, BLAVEROS, LERDOS

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