Calle Millán Astray por Justa Freire. Crucero Baleares por barco Sinaia. Qué más da, dicen algunos, los nombres de calles sólo sirven para que la gente reciba los paquetes en sus casas. Pero si aplicamos el mismo argumento, un trapo con franjas rojas y amarillas tampoco parece gran cosa. Sin embargo, importancia simbólica la tiene. Y mucha.
Qué más da, sustituir al fundador de la Legión por una maestra represaliada. Veamos el contexto, lo que hay detrás de esos nombres. José Millán Astray: el que fundó Radio Nacional de España y que dirigió la primera oficina de propaganda de los sublevados. Cuentan que obligaba a los periodistas a formar y saludar militarmente. El fascista, defensor a ultranza de Hitler, Mussolini y Franco. El “Glorioso mutilado“ que se enfrentó al rector Miguel de Unamuno en Salamanca, al que quizás dijo: “Muera la inteligencia”.
Justa Freire: una modesta enseñante de Zamora, que toda su vida luchó por la renovación de la pedagogía. Cuando llegaron los de la paz de los cementerios, fue detenida y encarcelada. En la prisión de Ventas siguió enseñando a las reclusas, pero al salir se le impidió recobrar su oficio durante muchos años. Con ella, con el recuerdo de su nombre, se rinde homenaje a miles de maestros anónimos que sufrieron ese castigo en España por tratar de forjar seres humanos críticos y libres.
Respecto al Crucero Baleares: participó en el bombardeo de la denominada “Desbandá”, la masacre que se produjo en la carretera de Málaga-Almería el 8 de febrero de 1937. Murieron miles de civiles que huían caminando del avance de las tropas franquistas en un ataque combinado desde mar y aire. El barco Sinaia, en cambio, pasó a la historia por transportar refugiados españoles a Méjico, que así consiguieron ponerse a salvo de las represalias de los vencedores. El Sinaia fue para muchos la esperanza de una vida nueva, como el carbonero Stanbrook que el 28 de marzo de 1939 partió del puerto de Alicante con 2.700 refugiados rumbo a Orán.
Ochenta años largos han pasado. Y sin embargo, este mes de agosto los aviones repletos de refugiados afganos que salían del aeropuerto de Kabul me han recordado a mí y a otros, esos barcos míticos cargados de esperanza en una vida nueva. Que han viajado hasta los topes con familias asustadas que huyen de la barbarie de los que aplican el pensamiento único y de lo que ellos llaman la paz, forjada a golpe de pelotón de fusilamiento. De los que vencen, pero no convencen.
Lo de las calles pasó en Madrid. El gobierno de Carmena, en aplicación de la ley de Memoria de Zapatero sustituyó sus nombres. Pero ahora el Tribunal Superior de Justicia ha considerado que no está documentada la participación de Millán Astray en la Guerra Civil o la represión durante la Dictadura y que el cambio de denominación no está justificado por esa ley. Se podía apelar, se podían buscar otras soluciones, pero el alcalde popular Almeida ha revertido el cambio. En agosto, y con el aplauso de los de VOX, que pidieron que el fundador de la Legión volviera al callejero cuanto antes.
Ya ven, así estamos en los inicios de este nuevo curso. Y no digan que más da: los nombres, claro está, importan y mucho. Entonces y ahora.