Cartelera Turia

EL TEMA DE LARA: EL CREPÚSCULO DE LAS DIOSAS

Pocas vidas tan inestables como la del actor. Siempre pendientes de que alguien los elija, de que un productor, un director o un agente se fije en ellos o ellas para llevar adelante su vocación. El paro en la profesión es inmenso, solo las primeras figuras tienen asegurada una cierta continuidad que tampoco sucede siempre. Cuando se escuchaba a todo un Fernán-Gómez confesar que en numerosas ocasiones estaba pendiente de que el teléfono sonara, cuando incluso los más grandes han sufrido profundo baches en sus carreras, no hay duda de que se trata de un oficio muy peculiar. Inestabilidad que viene a sumarse a la ya bastante paradójica labor de pasarse media vida haciendo de otro que no es uno mismo.

Dentro de esas características de su trabajo, me parece especialmente preocupante la subida al estrellato de las actrices jóvenes, las que se ven encumbradas en el principio de su carrera y creen que a partir de ahí se abre ante ellas un eterno camino de vino y rosas. Y me refiero a las actrices más que a los actores porque ellas lo tendrán más difícil al pasar los años, en el momento de que dejen de ser “jóvenes” y sientan que los mejores papeles ya no les llegan, que no hay apenas personajes femeninos interesantes en los guiones recibidos, que la edad es una dura barrera que pocas consiguen franquear sin estrellarse. Lo peor es que, en aquellos días de éxito, nadie les preparó para su declive, nadie les puso sobre aviso de lo que podría sucederles, o quizá han hecho oídos sordos a las advertencias. Surge entonces la depresión o el abandono personal y profesional.

Pensaba en ello con motivo del triste adiós a la vida de Verónica Forqué. Similar a la experiencia de muchas otras compañeras que, con una salida menos trágica, han ido constatando cómo su trayectoria declinaba sin cesar. Sucede también con los deportistas, pero los más inteligentes o mejor aconsejados suelen desarrollar una actividad paralela, ya sea mediante estudios, negocios o inversiones bien planteadas. Además de que resulte frecuente que su carrera siga ligada a la actividad que practicaron, como entrenador, técnico, directivo o responsable de algún área específica. Pero, ¿cuántas actrices que lograron pronto la fama han pasado a ser realizadoras, técnicas, representantes o similares? Pueden contarse con los dedos de las manos, y no siempre los resultados han sido los apetecidos.

Ya Billy Wilder lo reflejó genialmente en El crepúsculo de los dioses a través de su Norma Desmond, la célebre actriz del cine mudo que se resiste a aceptar que su estrellato ha terminado con el sonoro, porque –afirma– “yo soy grande, pero las películas de hoy ya no tienen grandeza”. Sumirse en pensamientos nocivos similares, obsesionarse con ellos frente a la realidad, solo conduce al agujero negro de la autodestrucción.

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