XIMO CÁDIZ: Viendo la estupenda serie Mrs América (en HBO) detecto que hay cuestiones que se arrastran desde hace década, si en los 70 algunas feministas descalificaban a lesbianas y gais como la «amenaza lavanda», en los últimos tiempos (y más hace unos días con la difusión de un argumentario del PSOE) existe una virulenta discusión sobre si el reconocimiento de los derechos de la personas transexuales y transgénero es una amenaza para las mujeres, como sujeto político y jurídico.
Una parte muy importante del feminismo (como Amelia Valcárcel o Celia Amorós) defiende el principio biológico del sexo como elemento determinante de las mujeres; critica conceptos como género, identidad sexual o identidad de género y denuncia la «maligna» influencia de Judith Butler, Monique Vittig y la teoría queer. Pero esa idea ignora cruelmente que las mujeres trans (que no han nacido mujeres) son agredidas y asesinadas en todo el planeta también por ser mujeres. Asimismo vienen a decir que el movimiento de lesbianas, gais, trans y bisexuales es cautivo de una teoría queer empeñada en borrar el concepto «mujer». Y esto es injusto y reduccionista… y doloroso.
De la misma manera, las organizaciones LGTBI deberían, con humildad, rigor y autocrítica, identificar los motivos de este cisma y asumir que el cuestionamiento personal de los roles de género ha de ser compatible con la seguridad jurídica. Movimiento feminista y movimiento LGTBI son plurales y complejos, pero también comparten objetivos y amenazas: somos víctimas del mismo machismo y patriarcado, de la ultraderecha y de los fundamentalismos religiosos. Cuando niegan la violencia hacia las mujeres o la justifican no distinguen si se trata de una mujer nacida mujer o una mujer trans.
Es bueno que existan debates teóricos (pacíficos y respetuosos), pero es imprescindible aterrizar en lo concreto, definir acuerdos que conciten apoyos amplios y perdurables para que las mujeres y las personas LGTBI sigamos ganando terreno al machismo y al heteropatriarcado. Hacen falta más espacios de encuentro en los que comprendernos mutuamente.No quisiera darle la razón a Ortega y Gasset en aquello de que «el esfuerzo inútil conduce a la melancolía». Si evitamos que nos arrastren las posiciones extremas cuyo interés por crear alternativas transformadoras y viables es nulo, creo que ese esfuerzo será productivo para las personas LGTBI, para las mujeres y para la sociedad.
Por cierto, este domingo 28 de junio se conmemora que en 1969, en la revuelta de Stonewall, trans, gais, bisexuales y lesbianas plantaron cara a la discriminación y defendieron su dignidad. Lo celebramos con mucho orgullo.