XIMO CÁDIZ: Ya lo cantaba La Habitación Roja en Nunca ganaremos el Mundial. Y creo que es verdad. Del mismo modo que no se arrincona el arte románico o gótico (por ser antiguo), tampoco es de recibo que muchas producciones de cine y televisión que peinan canas queden condenadas al olvido.
Filmin acaba de anunciar que desde febrero ofrecerá en su catálogo Doctor en Alaska, aquella magnífica (y surrealista) serie que narraba las aventuras del médico neoyorquino Joel Fleischman en Cicely, un pueblecito muy particular de Alaska. También Disney+ ha recuperado las historias de Blanche, Dorothy, Rose y Sophia, es decir, de las Chicas de oro. Y esto es una magnífica noticia.
Pero resulta imposible encontrar en la galaxia del streaming series que marcaron una época. Puede que hayan envejecido mal, pero vale la pena darles una oportunidad. Especialmente a la vista de la cuestionable calidad de buena parte de la abundante oferta actual (burbuja que algún día se pinchará).
Echo de menos Canción triste de Hill Street (aquella comisaría del capitán Furillo y su arranque con “tengan cuidado ahí fuera”), Reilly, as de espías (lección de historia e intriga con Sam Neill como surperagente en el convulso principio de siglo XX), Luz de luna (la divertida tensión sexual entre Bruce Willis y Cybill Shepherd), La Ley de Los Ángeles (que marcó un hito en los seriales de abogados), Ally McBeal (que le aportó locura a ese mismo género), la tierna Aquellos años maravillosos (que nos explicó los 60 y los 70 en los Estados Unidos a través de unos adolescentes), la policíaca francesa de Las brigadas del tigre, Los Roper (con las trifulcas matrimoniales entre George y Mildred), La pareja basura y Un diputado fantástico, protagonizadas por Rik Mayall y con un humor corrosivo, incluso escatológico. Y, mucho más reciente, Little Britain, que fue retirada de la circulación considerando que “los tiempos han cambiado” (eso dijo la BBC).
Los derechos de emisión, la necesidad de remasterizar… serán la explicación, pero son problemas salvables. Me preocupa la (auto)censura por corrección política: claro que Los Roper destilan machismo, La pareja basura es paradigma de mal gusto y Little Britain no deja títere con cabeza; pero me gustaría que eso lo valore el público que debe saber contextualizar estas series en su momento. La otra razón, profundamente equivocada, es que no hay audiencia dispuesta a volver a verlas (o descubrirlas).
Reivindico aplicar al audiovisual los principios ecológicos de recuperar, reciclar y reutilizar.