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ENTREVISTA A ÁUREA ORTIZ: “LA CULTURA BLANCA NO EXISTE”.

ANDREA MOLINER: Quedamos con la historiadora y crítica de cine Áurea Ortiz, autora de El arte de inventar la realidad. Cuando la ficción dinamita las certezas, en un despacho de la Filmoteca. Refugiados de la lluvia y al calor de una apasionante conversación por la que desfilan títulos de filmes, intérpretes, arte, imagen y toda clase de reflexiones al respecto. Porque, como bien sabemos, toda historia requiere de un gran formato, como el del cine. Y claro el ser humano, ávido de un buen relato, sólo tiene que acomodarse y que dejarse llevar.

¿Cómo surge tu pasión por el cine?

Yo me recuerdo viendo películas desde siempre, junto a mis padres que eran cinéfilos y procedían del mundo del teatro y de la zarzuela. Pero fue en la facultad cuando descubrí que lo podía estudiar, que es algo muy distinto. Allí me apunté a un curso de introducción al cine que lo daba Pilar Pedraza y Juan López Gandía. Aquel fue el descubrimiento de que aquello podía analizarse, de que la imagen estaba construida sobre el montaje, la puesta de escena, en la composición. Estamos hablando de los ochenta, así que fue todo un descubrimiento. Ahí es donde decidí que ese iba a ser el camino.

El ser humano, desde que el mundo es mundo, ha sentido la necesidad tanto de contar historias como de escucharlas. Primero de forma oral y posteriormente a través de una pantalla. Eso me lleva a pensar que desde el primer momento existe un deseo de evasión frente a la realidad, así como el uso de la imaginación como parte inherente de nuestra condición.

Cuando alguien empieza a contarle una historia a otra persona o en el momento en el que un homínido empieza a pintar en una cueva es fascinante porque no tenemos idea de por qué sucede. A mí me parece consustancial al hecho de ser humano, creo que forma parte de nosotros así que son las dos cosas. Una parte de evasión y a partir de la imaginación construir algo diferente a lo que te rodea y también una herramienta para conocer el mundo e intentar dominarlo. Creo que la ficción es una pulsión, sea a través del relato oral, escrito o a través de las imágenes. Hay muchas teorías, pero en realidad seguimos sin saber por qué creamos imágenes.

Como bien comentas en el libro, el cine sirve para experimentar vidas o situaciones más o menos próximas a nuestra realidad, así como su importante papel en nuestra educación social y sentimental. Sin embargo, siempre ha existido un discurso hegemónico hollywoodiense que ha dejado fuera otras miradas – la de las mujeres, minorías racializadas o el colectivo LGTBIQ+ entre otras- aunque en los últimos años parece haber una evolución al respecto. ¿Estamos ante una crisis de este discurso dominante o sigue igual de robusto?

Es una cuestión compleja porque hubo un tiempo en el que el discurso hegemónico fue más compacto y ahora lo es menos. No obstante, discurso hegemónico va a haber siempre, sobre todo en el cine. El 80% de las películas que se consumen en el mundo están producidas en Hollywood, un espacio de unos poquitos kilómetros cuadrados lo cual, si se piensa, es una descompensación brutal. La misma película puede verse en muchas ciudades del mundo, y es asombroso, por una parte, pero por otro lado es muy desequilibrante. No obstante, algo ha cambiado ya que, por ejemplo, no es el mismo modelo de familia que vemos en una película de los años cuarenta que en el que ahora tenemos. También hay que entender que las obras culturales son muy complejas ya que, aunque puedan obedecer a una mirada patriarcal, heterosexual y blanca, no quiere decir que tú no puedas estar ahí sin tú ser nada de eso. Yo puedo identificarme con Clint Eastwood, aunque luego en un segundo análisis me sienta incómoda con el tratamiento de sus personajes femeninos. Si algo nos conecta con la ficción son las emociones y eso es universal, más allá de lo que representa el discurso hegemónico. La única realidad del cine es la emoción y ahí nos encontramos todos.

En varias ocasiones haces hincapié en que la ficción siempre es política. ¿Qué opinas del concepto “cultura blanca” o “cultura despolitizada” que defiende el actual Conseller de Cultura Vicente Barrera?

Él está defendiendo lo que debe ser cultura, lo cual es política. La cultura blanca no existe, no porque no queramos, es que es imposible porque toda obra nace de un punto de vista y de una forma de entender el mundo en el que vivimos. Yo creo que cuando alguien dice que quiere una cultura blanca está defendiendo un determinado tipo de cultura conservadora y tradicional que excluye todo lo que no se ajusta o escapa de dichos parámetros. Suponer que cualquier producto cultural carece de ideología es un planteamiento muy ingenuo. Al igual que, como dijo Berlanga en La escopeta nacional, autodefinirse apolítico.

También diseccionas el poder de las imágenes a la hora de confeccionar lo que has llamado “relato único”. Me interesa como lo enlazas con tu análisis sobre el género histórico y sus diferentes subtextos.

El cine mal llamado histórico siempre obedece a una determinada manera de contar la historia y de abordar personajes históricos. Es un género totalmente filtrado por la época en la que se ambienta, pero también por la ideología del presente en el que se filma dicha película. El caso de la Edad media es muy paradigmático y se ve muy bien. Las películas de los años 60 tienen una mirada más contracultural mientras que si ves una película de Hollywood de los años 40 la colorida estética medievalista está inspirada en la visión del siglo XIX. También de un tiempo a esta parte se ha ensuciado la visión que se tiene al respecto, mostrando una violencia que dista mucho de lo que fue en realidad, una época cultísima que aparece muy poco representada en el audiovisual. De ahí que una parte de la investigación histórica deba dedicarse a desterrar todos esos clichés creados en la cultura popular.

En un capítulo del libro hablas de la revolución de la televisión y cómo ésta ha permeado a nivel cotidiano ¿Por qué han calado tanto en nuestra vida?

Ha habido un gran cambio en las últimas dos décadas con la llegada de las plataformas y creo que hemos tendido a quedarnos más en casa. Algo que ya se daba antes de la Pandemia del Coronavirus. El VHS, el DVD o las cadenas de televisión han propiciado un mayor consumo doméstico. Ahora tenemos casi toda la ficción a nuestro alcance y esto da lugar a una homogeneización del contenido, es decir, si algo funciona, lo copiamos y lo reproducimos constantemente porque contiene la fórmula del éxito. Por otro lado, también hay una apuesta por un contenido diferente y audaz. Si en el pasado Twin Peaks o Doctor en Alaska eran una excepción dentro de la norma en una época en la que estaban claras las diferencias entre series y películas, actualmente eso ha desaparecido, en parte porque series como Los Soprano, The Wire, Mad Men o Sexo en Nueva York por ejemplo de pronto empezaron a tener mucha personalidad, atrapando a un público enorme. Hoy en día el cine comercial lo intenta convirtiéndose a su vez en una gigantesca serie con ejemplos como Marvel, DC o Fast and Furious.

¿Es posible la reflexión audiovisual en un contexto de debates fugaces?

Como agentes culturales nuestra misión es proporcionar análisis y reflexión. Cuanta más oferta tienes más necesaria es la prescripción cultural. Pero va tan rápido que a veces no da tiempo. Hay que mostrar la complejidad de la ficción y educar audiovisualmente. No entiendo que se enseñe en las escuelas a montar empresas y no a analizar imágenes, y más teniendo en cuenta que ahora mismo nuestra relación con éstas es constante. Si tú no das herramientas para que se entienda cómo se construye un relato estás creando analfabetos, a merced de la manipulación y la desinformación. Hay que tener en cuenta esa dimensión.

Respecto a los referentes que la ficción puede crear, me llama especialmente la atención aquellos que acaban justificando ciertos comportamientos sociópatas muy sutiles pero que tienen que ver con las exigencias del capitalismo actual.

Esa es el arma de doble filo. Como la ficción refleja todo lo que somos, lo bueno y lo malo, tienes referentes de todo tipo. Pero cuando domina uno hay que estudiarlo y este dominio del psicópata como personaje es muy llamativo. Una cosa es que te fascine el Joker como personaje y otra muy distinta es que te parezca bien su comportamiento. Que él sea la expresión de un mal social es evidente y que la figura del psicópata se haya erigido casi en un emblema actual habla de que existe mucho malestar social. Todo esto requiere una reflexión. Evidentemente tras ver una película protagonizada por un sociópata no nos lanzamos a matar, pero tal vez sí a ser un tiburón de los negocios como el personaje de Leonardo DiCaprio en El lobo de Wall Street.

Al igual que sucedió con el 11S, también creímos vivir en una película cuando nos confinaron en marzo de 2020. Entonces la ficción cambió enormemente ¿sucederá lo mismo tras la pandemia mundial?

Yo creo que aún es muy pronto para poder hacer un análisis porque no tenemos la distancia suficiente. Con el 11S la primera película de Marvel apareció tres años después y ha tenido que pasar un tiempo para que nos diéramos cuenta del cambio que supuso. Respecto a la pandemia igual que estamos viendo la “gran renuncia” en el mundo del trabajo ese tipo de cuestiones empezarán a notarse en las ficciones, como las nuevas formas de relacionarse o la aparición de personajes que no son los héroes habituales. Igual sin la dependienta del supermercado, por ejemplo, no hubiéramos sobrevivido a lo que estaba sucediendo.

En El arte de inventar la realidad estableces un paralelismo lúcido entre los primeros films de los hermanos Lumière y los videos resultantes del uso de redes sociales como Instagram o Tiktok. Está claro que en ese sentido hemos cambiado muy poco.

En eso no hemos cambiado ni un ápice, incluso en los orígenes del cine había muchas peliculitas de bebés y gatos. Antes los Lumière filmaron su mundo burgués y ahora nosotros hacemos lo mismo y además de forma ordenada, con encuadres y planificación. Probablemente el auge de los documentales más contemplativos tenga que ver con eso. Nos fascina convertir nuestra vida en espectáculo.

Incides muy brevemente en los primeros pasos de la Inteligencia Artificial en el mundo de las imágenes. ¿Cómo ves el futuro del mundo audiovisual al respecto?

Aún no sabemos cómo va a evolucionar y hasta dónde va a llegar, pero creo va a aumentar la confusión. Para ello se necesita mucha pedagogía y una responsabilidad por parte de los medios de comunicación. Al igual que se ha mantenido la literatura, el cine no morirá, simplemente convivirá con historias construidas a través de las IAS. Aun así pienso que va a complicar mucho la vida, también a la hora de explicarlo y analizarlo. Estoy absolutamente a favor de los creadores que están en contra, pero no sé hasta qué punto esta cuestión se va a poder contener.

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