ANDREA MOLINER: Cuando recibo las respuestas a la presente entrevista me encuentro en la librería, rodeada de cajas de la rentrée – a la cual le dediqué un artículo bastante apañado- y con el teléfono retumbando de fondo. Como si Drácula, tras haberse incorporado cinematográficamente de su ataúd, me susurrara al oído de forma irónica: “ya están aquí”. Septiembre, ya se sabe. El mes del inicio del curso escolar, de los padres impacientes y de las pesadillas que todo eso provoca. Afortunadamente, las palabras de Carmen Amoraga, una de las escritoras más importantes dentro del panorama literario nacional, resulta todo un privilegio. Pues no todos los días una servidora tiene el honor de entrevistar a la ganadora del Premio Nadal en el año 2014, finalista del mismo en el 2007 y del Planeta en la edición del 2010. Además de ser una de las figuras más visibles dentro del ámbito cultural autonómico desde su puesto como Directora General de Cultura y Patrimonio de la Generalitat Valenciana durante el Govern del Botànic. Algunas de sus novelas como Algo tan parecido al amor, El tiempo mientras tanto o Basta con vivir entre otros han llegado al corazón de muchas y muchos lectores de este país. Ahora, a esa lista se le añade nuevo título: El corazón imprudente. Novela que ha suscitado mi curiosidad y una serie de preguntas aprovechando las primeras brisas del final del verano.
A.M.:La primera pregunta es un cliché andante, aunque totalmente necesaria: ¿cómo surgió la idea? ¿Cuál fue la chispa que te impulsó a escribir esta novela? Carmen Amoraga: Fue bastante parecido a la ficción: el médico de mi madre me llamaba todas las semanas para saber la evolución de su glucosa, y en una de las llamadas me preguntó cómo estaba yo y yo, que no estaba bien, me puse a llorar. Después, pensé lo triste que debe ser no poder desahogarte nada más que con un desconocido, bien porque no tienes a nadie más o bien porque quienes tienes cerca no te sirven de consuelo. A partir de ese sentimiento de empatía hacia la soledad de otros, o hacia la insatisfacción de otros, se armó en mi cabeza el resto de la trama.
A.M.: A primera vista lo que más llama la atención es la portada, obra del gran Paco Roca, en la que aparece una estampa costumbrista muy reconocible para los que somos de la terreta. ¿Crees que nuestros orígenes nos definen o somos producto de las enseñanzas vitales? C.A.: Yo creo que somos una suma de la genética, de nuestro entorno físico y social y de la suma de las experiencias de todos nuestros antepasados, aunque no seamos conscientes de esto último. Las vidas de los que vivieron antes que nosotros. Como dice un párrafo de la novela, refiriéndose a la epigenética, , “nuestros genes se ven afectados por dónde vivimos, qué hacemos con nuestra vida, las cosas que comemos y los daños que en el pasado han sufrido nuestros padres “. Respecto a la portada, es una maravilla de obra de Paco Roca, en efecto, que reproduce un pasaje de la novela, cuando los protagonistas han quedado en un local de la Patacona y saben que desde ese momento van a dar un paso adelante en su historia. Estoy súper agradecida a Paco por su generosidad y por su cariño.
A.M.: Centrándonos en la novela nos encontramos a sus protagonistas, Tina y José Manuel, ¿qué nos puedes contar de ellos? C-A.: Tina es administrativa en el Museo de Bellas Artes, tiene 57 años y aunque parece razonablemente feliz, es una mujer llena de insatisfacción vital. José Manuel es médico, tiene 63 años y arrastra el trauma de haber matado accidentalmente, o no, a su mejor amigo en una cacería. Se encuentran de forma casual, porque él es el médico de la madre de Tina y la llama todas las semanas para monitorizar su estado. Poco a poco van estableciendo una relación en la que se enamoran realmente del efecto que provocan en el otro, de la mirada del otro que les devuelve una imagen mejor de ellos mismos. Pero cuando se conocen, se dan cuenta de que el sentimiento es real y deciden avanzar, aunque eso suponga poner sus vidas patas arriba y genere una ruptura en sus respectivas familias. O lo intentan, al menos. Porque ser valiente es lo deseable, acertar es lo deseable, aunque no siempre es posible y no ser valiente no te convierte necesariamente en cobarde.
A.M.: En “El corazón imprudente” desmontas muchos clichés que como sociedad tenemos muy normalizados. Muchos de ellos tienen que ver con aquello que consideramos bueno o nefasto en función de lo que ésta espera de nosotros. ¿Existe alguna forma de superar dichas convenciones sin provocar terremotos emocionales? C.A.: Negamos la parte de la vida que no nos gusta, como pensando que si no vemos lo feo, lo viejo, lo oscuro no existirá, y no nos damos cuenta de que para que exista la belleza tiene que existir la fealdad. Y luego el tema de las expectativas, que casi nunca se corresponden con lo que nos va a pasar en la realidad. Justo eso les pasa a los personajes de El corazón imprudente, que lo que quieren hacer confronta con las convenciones sociales, con el sentimiento de culpa que tanto nos acompaña y que nos hace temer ser egoístas. Pero a veces para ser feliz tienes que ser algo egoísta, por mucha mala prensa que tenga y por mucho que cueste.
A.M.: También, por si fuera poco, abordas la cuestión del “edadismo”. Un término sobre el que cada vez se escribe y se reflexiona más en ámbitos como el intelectual y el social ¿crees que existe una visión estereotipada de las generaciones que ahora mismo rondan los 50 y 60 años? ¿Debería estar más presente en el debate político? C.A.: ¿Por qué en el debate político? Ninguna medida política puede hacer que cambiemos nuestra mentalidad, eso es algo que nos corresponde a cada uno de nosotros, como personas y como ciudadanos: somos nosotros mismos, cada uno de nosotros, los que debemos esforzarnos en dejar de pensar absurdeces como que todo ocurre cuando eres joven, que sí, que ocurren muchas cosas, pero no todas. ¡Es que ahora hasta deniegan la posibilidad de adoptar un perro a los sesenta! Es terrible. Las personas mayores no son sólo cuidadores o cargas. Con más edad lo único que tienes más que cuando eras joven es experiencia. Trabajas mejor, amas mejor, tienes mejor sexo. Tiene que acompañarte la salud, cierto, pero también cuando eres más joven tienes que tener salud para hacerlo todo. Y por supuesto, tengas la edad que tengas estás en el momento de cambiar de vida si es eso lo que quieres hacer.
A.M.: ¿El amor es sólo para la juventud? C.A.: Por supuesto que no. Ni el amor, ni el sexo.
A.M.: Otra cuestión que recalcas en la novela es la importancia de la memoria colectiva de la que todos y cada uno de nosotros somos parte. ¿Crees que en este país abunda la desmemoria respecto a nuestra historia más reciente? C.A.: No como país. Creo que hay sectores que rechazan la memoria democrática porque creen que no les afecta por el mero hecho de no tener a nadie en una fosa o en una cuneta, cuando la realidad es que es gracias a los que fueron asesinados y arrojados a cunetas y fosas, y también a los que salieron vivos, que nosotros podemos vivir libremente. En la etapa de la transición se corrió un tupido velo que afortunadamente se lleva descorriendo desde hace ya tiempo, y es algo imparable. La memoria democrática ya no es una desmemoria.
A.M.: He leído que durante los años en los que has estado dedicada en cuerpo y alma a la política no has dejado de escribir. ¿Qué enseñanzas te llevas? ¿Es la política un lugar proclive a la inspiración novelística? C.A.: Sí que me costó darme permiso para escribir los primeros años, pero durante el confinamiento empecé a escribir. Seguíamos trabajando, por supuesto, pero se eliminaron los actos sociales, los estrenos, las inauguraciones, y eso me dejó algo más de espacio mental para empezar a escribir. Lo que tenía muy claro era que no publicaría mientras estuviera en el cargo, porque lo tuve que hacer con dos novelas entregadas a la editorial antes de entrar en la Dirección General y no me pareció lo más ético. Mi fuente de inspiración son los seres humanos con los que convivo, así que no descarto escribir algún día sobre algún político.
A.M.: ¿Qué esperas del nuevo gobierno? C.A.: Que gobierne para toda la ciudadanía.
A.M.: Con esta última novela celebras tus bodas de plata dentro del panorama literario ¿cómo ha cambiado el sector desde que empezaste hasta la actualidad? ¿Con qué te quedas? C.A.: Me quedo con la certeza de que soy escritora, de que sea cual sea mi circunstancia, mi naturaleza se abre paso y sigo escribiendo. El mejor consejo que me han dado en todos estos años me lo dio Alicia Giménez Bartlett cuando me dijo que vivir es escribir, que mientras estás viviendo estás escribiendo aunque no sea sentada delante del ordenador, y es cierto. En mi opinión, lo que más ha cambiado es que cada vez se lee más, cada vez se desarrollan más políticas de fomento lector y eso favorece tanto al sector editorial, que cada vez publica más, como a la sociedad, que cada vez lee más y es por tanto una sociedad más fuerte.