La directora y actriz francesa, Agnès Jaoui, estrenó viernes 27 de julio su última película, Llenos de vida (Place publique, 2018), coprotagonizada y coescrita con Jean-Pierre Macri, su pareja en la vida real. Ambos realizan una disección de la sociedad actual francesa, explorando no solamente los caprichos y la idiosincrasia de la jet-set. Sino también como el cinismo puede ser a la vez hipócrita y salvador.
¿Cómo escribisteis el personaje de Delavenne, bastante inquietante?
Agnès Jaoui.- Delavenne es la encarnación de aquellos que no se sienten representados, y del obstinado rechazo hacia los parisinos que los franceses no parisinos pueden exhibir.
Jean-Pierre Bacri.- Todos podemos reconocer la amargura de Delavenne, y su discurso sobre las élites: “Oh, sí, tú allí en París mientras nosotros sufrimos”. Es un rencor justificado, no necesita explicación. Pero no es algo nuevo. ¿Has escuchado la historia de Jean Gabin? Amaba a los animales y el campo, así que se compró una granja mientras seguía actuando. Pero los habitantes locales le hostigaron tanto que al final se vio obligado a vender la propiedad.
La película está construida sobre un flashback, lo que refuerza la amenaza de un conflicto entre clases…
A.J.- A menudo siento que estamos bailando sobre un volcán; seguimos adelante con la idea de que nos divertimos, pero todo podría acabar muy mal. Realmente comprendo que la gente que se siente abandonada está harta, incluso aunque piense que están equivocados en que la solución es votar a extremistas. No van a salvarlos, sino que, al revés, será peor. Vuestra voz es reconocible en la escritura y en el tono de la película, pero esta vez hay un nuevo tema: el envejecimiento, el paso del tiempo…
J.P.B.- ¡Porque es nuevo en nuestras vidas también! Estamos descubriendo cómo se siente uno al perder capacidad de seducción, y al no ser ya cool, y hablo en particular de mi personaje. Siempre estamos dando vueltas sobre los mismos temas, y ahora además se suma el extraordinario descubrimiento de que estamos haciéndonos viejos.
A.J.- Al comienzo, en la radio, Castro da su versión oficial de las alegrías de envejecer. He escuchado esas mismas frases, palabra por palabra, de alguien en un programa de radio. Y no creo ni por un momento en su sinceridad pero, a la vez, entiendo que la gente lo diga porque no es interesante ponerle voz a lo atroz que es envejecer, nadie quiere escucharlo. Fue divertido para mí comenzar la película con este discurso oficial acerca de las alegrías de hacerse viejo, y luego entrar en tromba en el tema, para ver qué hay detrás de eso. Hoy en día, nos exponemos tanto y al mismo tiempo, paradójicamente, siempre filtramos y embellecemos nuestras vidas. Y tan normal.
Sin negar lo obvio, el enfoque de la película sobre el envejecimiento no es tan dramático…
A.J.- ¡Por supuesto! Siempre nos queda eso, ¡el poder para quitarle drama! Llenos de vida también aborda nuestra sinceridad, o la falta de ella, con los compromisos e ideales de nuestra juventud.
J.P.B.- No solo envejecemos físicamente. Nuestros valores y convicciones también lo hacen, y se pierden… Hay rebeldes que acaban siendo reaccionarios. Cuando Hélène le pregunta a Castro que fue de sus convicciones, el responde, cínicamente, “todos evolucionamos…”.
A.J.- Es importante aclarar que comenzamos a escribir el guión antes de las elecciones francesas de 2017. Marine Le Pen era muy poderosa, la izquierda comenzaba su descenso a los infiernos y Macron ni siquiera estaba en la ecuación todavía. Honestamente, yo tenía miedo, y me sentía terriblemente nervioso. Nací en 1964, y crecí asumiendo que no habría otra guerra, y mucho menos campos de concentración. Y, ahora, estamos viviendo cómo resurgen ciertos demonios. Parece que estamos asentándonos en la despolitización de los más jóvenes, que ven lo mismo en la izquierda que en la derecha. Eso es lo que Nina, nuestra hija en la película, piensa. Sentí que era urgente hablar del desengaño y desafección en un momento en el que estábamos viviendo los ataques terroristas, propensos a oponernos al cinismo de la extrema derecha y al idealismo simplista de la extrema izquierda.
J.P.B.- Podemos ver claramente ese cinismo actual, lo políticamente incorrecto, aprovechando la coyuntura y disfrutando de su atractivo superficial. Todos podemos dejarnos influir por esta clase de pensamiento.
A.J.- Queríamos hablar de lo políticamente incorrecto, en el sentido que de los que intentan un pensamiento ético son vistos como una reliquia, y expuestos al abucheo moderno: “políticamente correcto”.
El título original de vuestra película es Place Publique pero transcurre en un jardín privado…
J.P.B.- … que, gracias al milagro de las redes sociales, ¡se convierte en una plaza pública (place publique)! Queríamos reflejar ese reciente clamor que exige el reconocimiento, incluso dentro de un grupo de amigos, a través de un like en Facebook que valide que el desayuno que acabas de fotografiar y subir… Andy Warhol tenía a la vez razón y estaba equivocado: más que sus quince minutos de fama, hoy en día todo el mundo busca su minuto de gloria. En eso dio en clavo.
A.J.- Es fascinante la sensación de que si algo no se graba, entonces nunca sucedió. Yo comencé a llevar un diario cuando tenía once años, exactamente por la misma razón: si algo que me había ocurrido no quedaba recogido en algún sitio, sentía como que haberlo vivido no tenían sentido. Volviendo a Andy Warhol, yo sí creo que son quince minutos, pero que pueden ocurrir repetidamente. Todo el mundo quiere ser una celebridad, ser reconocido en todo momento; obviamente, los adolescentes, pero lo mismo es aplicable para los adultos. La fama, y el poder que conlleva, es un tema que siempre nos ha interesado, y actualmente hay un nuevo orden construido a su alrededor. Especialmente porque hay algunos YouTubers muy ambiciosos y que hacen las cosas realmente bien. Hay incluso algunos que están realmente comprometidos con una causa. Las redes sociales democratizan la fama, facilitan el conseguirla. Aquellos que continúan con las actividades tradicionales en la televisión, como Castro, están rápidamente perdiendo poder y convirtiéndose en pasado. Las generaciones más jóvenes no ven ya la televisión, las cosas son ahora totalmente diferentes.
El final de la película es romántico, y reúne a dos personas de clases sociales muy diferentes: Manu, el conductor, y Nina, la hija de Castro
A.J.- Creemos en el amor, en la juventud, y en la posibilidad de finales felices. Pese a todo, tenemos esperanza en la humanidad. No podemos dejar de tener esperanza.
Entrevista del press-book de la distribuidora La Aventura Audiovisual