JOSE MANUEL RAMBLA: Manuel Mata ha sido durante esta legislatura del Botànic uno de los principales arietas del PSPV desde su condición de portavoz del grupo parlamentario. Su papel ha sido clave para desactivar algunas de las crisis abiertas en la coalición de gobierno con Compromís. Abogado por vocación y cinéfilo empedernido, Mata nos hace balance de estos años.
¿Cómo ha ido la película del Botànic? ¿Qué puntuación le darías si fueras crítico de la Turia?
Ha ido mejor de lo que esperábamos. Todo es mejorable, pero las proyecciones que se hacían hace cuatro años anunciaban un desastre. Y no ha sido verdad. Yo le pondría un cuatro.
¿Al final qué ha primado? ¿La comedia romántica o el suspense?
Ha sido un thriller muy español, con los malos agazapados intentando hundirnos. Hemos pasado por un episodio muy romántico con el hermanamiento entre Compromís y PSPV. Y ahora estamos recuperando el amor perdido. Porque entramos en campaña electoral y hace falta distanciarse un poco. Pero afortunadamente no hay terceros en la historia.
¿Crees que el guion dará para una serie con varias temporadas?
La épica de la normalidad no arrastra. Estamos en un mundo en que pensar con las vísceras aleja a los electores de las propuestas normales de seguir avan zando y seguir construyendo. Y eso es lo que hay que poner en valor, que hemos hecho una normalidad épica.
¿Y qué papel te gustaría interpretar?
Cualquiera. El problema de la política siempre es la vanidad y afortunadamente ya no soy nada vanidoso. Solo me preocupa lo jodido que es hacerse mayor. Así que donde quieran que esté, donde me pueda sentir útil. Pero se ha dicho que añorabas Bruselas. Al que añoro mucho es al que fui cuando tenía 26 años y me fui a vivir a Bruselas. Vivía fenomenal, descubrí lo que es vivir fuera de casa. Entonces, claro, lo que estoy es nostálgico de mí mismo. Pero no va más allá. También se dice que eres un alma libre en el PSPV, ¿eso es peligroso? No creo que nadie pueda dejar de ser alma libre. Soy del Levante y a veces critico las alineaciones; con quien más he discutido era con mi padre y con mi madre, y ahora con mis hijas. Y dentro del partido, pues a veces he mantenido posiciones diferentes a la mayoría. Y estoy muy orgulloso de haber sido de Izquierda Socialista desde que se fundó.
Como jardinero del Botànic, ¿has afrontado muchas plagas en forma de crisis internas y externas?
Las más duras son las que no se han visto. Y también las que más gratifican. Esas han salido bien. Y las externas se han mantenido en un tono bastante am ta de este verano; pero, bueno, la gente entendió que nunca hay motivos para la ruptura. Con tanto juicio en marcha, ¿no tienes morriña de la abogacía? Claro, pero además lo triste este es que me gustaría estar defendiendo a los malos. Soy un absoluto fan de la presunción de inocencia. Además, defender a malos tranquiliza más que a buenos porque el riesgo de que los condenen está asumido… Pero hay veces que condenan a inocentes. Es lo malo del sistema.
¿Qué opinas de la polémica sobre la prisión preventiva de Zaplana?
En España, desde que empezó la ofensiva contra los políticos catalanes, hay un comportamiento bastante frívolo con la prisión provisional. La cárcel es un horror y, por tanto, cualquier persona que esté en prisión provisional tiene que ser por causas muy tasadas. Zaplana posiblemente lo estaba, porque la juez lo ha motivado mucho. Pero también creo que hay mecanismos para que uno pueda estar en semilibertad evitando que se fugue y destruya pruebas. Porque, afortunadamente, Zaplana ya no puede repetir los desvaríos que nos hizo.
Las denuncias por financiación ilegal y el caso de diputación, ¿han sido los peores momentos de estos años?
El de financiación no, porque creo que eso no es nada. Es poco verosímil y anecdótico, pero la presión mediática para compararlo con otros temas salvajes nos ha hecho mucho daño. En cuanto a la diputación, mi lectura es que había una pandilla de personajes siniestros en Imelsa a los que Jorge Rodríguez intentó ponerle unos cordones de personas que fueran honradas. A lo mejor esos contratos están mal hechos, pero no era parle ha hecho pagar el precio más alto: abandonar la presidencia de diputación. Hay muchos que ya están mirando a Andalucía, ¿cómo lo ves? La derecha siempre cree que somos unos ocupas del poder. En Andalucía se han juntado muchos elementos. Uno es un cansancio de la gente después de 36 años y que muchas cosas no se han hecho bien en 36 años. Pero sobre todo la percepción de que era inevitable que el PSOE volviera a ganar. Para evitarlo a algunos se les ha ido la mano. Y al final han vuelto los malos.
¿El único marxismo que le queda a la izquierda es el camarote de los hermanos Marx? Lo digo por los líos internos…
Eso es inevitable. Andrea Camilleri decía que la izquierda es el único ser que sobrevive por escisión. Y parece que nunca tenemos bastante. Somos hipercríticos con nosotros mismos y generamos unas divisiones que, al final, benefician a la derecha.
¿Cómo ves el futuro electoral?
Jugar a Rappel no tiene sentido. La gente está decidiendo su opción electoral a última hora, igual que decide a última hora las compras. Vivimos una época en que lo inmediato lo condiciona todo y no sabemos qué va a pasar. Pero hay algo muy preocupante: han conseguido que la gente esté enfadada permanentemente. Creo que vivimos en la mejor época de la humanidad. Hay un gran problema que es la desigualdad, o la combatimos o esta sociedad se va perjudicando, pero no vivimos en una situación de permanente crisis caótica.
La crisis catalana no ayuda precisamente, ¿no?
Es bastante disparatado por todos los lados. Ni Puigdemont, ni Torrá han ayudado a dar sensatez a esto. Pero hay que recordar que cuando en 2006 los catalanes votan un estatuto que nos daba oxígeno para 30 años, el PP lo lleva al Constitucional, se lo cargan y hemos pasado del 14% de independentistas a casi el 50%. Algo hemos hecho mal. Como cuando se rechaza el diálogo y se sataniza a todo un pueblo en lugar de mandarles muchos corazoncitos si queremos que Cataluña esté encajada en España de alguna manera. Este es un estado que estará siempre en permanente construcción. Y falta un poco de ingenuidad, de candor. Es todo demasiado visceral.
¿Cómo haces para estar en todas parte? No te pierdes los premios Turia, los Acicom…
Es que me hablas de un sector que me gusta. A mí me gustaría encerrarme y hacer una serie de televisión política. O sobre las nuevas tecnologías. Hay un problema y es que las mujeres no están en el mundo de la ingeniería y la informática por esa imagen que se da de frikis gorditos comiendo comida basura, cuando ese mundo es diferente. Habría que hacer una serie sobre cómo las empresas tecnológicas en un mundo real, con sus devaneos amorosos, sus robos de información. Eso es lo que me gustaría; escribir más, hacer películas.
Foto: García Poveda