Seis días corrientes, como los suyos y los míos. Seis días de ir a trabajar, de terminar la jornada en casa o tomando una última cerveza en el bar. Seis días de aprendizaje, de observación. Seis días de ir “de acá para allá” solventando problemas. De estar a régimen, de estar a continuo examen. Seis días corrientes, de una vida corriente, observados a través de un ojo particular. El ojo de Neus Ballús, la directora catalana que, tras “La Plaga” y “El viaje de Marta”, vuelve a la gran pantalla con esta película semi-documental. “Seis días corrientes” es ficción y, al mismo tiempo, realidad. Es un grupo de tres fontaneros que se interpretan a ellos mismos. Es una ventana, de entre esos millones de balcones, que nos permite mirar y observar la vida. El 3 de diciembre llega a salas, y Neus Ballús nos habla de todo el proceso.
“Seis días corrientes” es difícil de catalogar. Comedia, ficción, drama, documental… ¿cómo la etiquetarías?
N.B.: Pues no sabría hacerlo. Mi intención era jugar al realismo, usando no actores y personajes reales. Acercarme a una idea de cine social, pero desde otra perspectiva. Sin dar el mensaje masticado, o ya elaborado. He intentado que el espectador acompañe esta historia, este pequeño conflicto, para ver qué sucede. Igualmente me gusta que mis pelis no sean catalogadas o etiquetadas. Intento tener una visión sobre qué es lo que quiero hacer, sobre qué necesita cada proyecto, una pizca de la comedia, esto del cine social, esto del documental… no me importa dónde acabe catalogándose porque tiene muchas cosas de varios sitios.
Me apetece mucho hablar sobre los personajes. Valero es de esos que sufre incontinencia verbal y Moha, por su parte, habla a través de las miradas. ¿Cómo encuentras a este dueto?
N.B.: Me “instalé” en la Escuela de Instaladores del Gremio de Barcelona. Allí, entre la escuela y visitando otros fontaneros, vi casi 1000 candidatos. Yo, por lo general, soy muy de observar. Con los años vas entrenando cierta intuición, y suelo ir hacía la gente que me genera cierto misterio, la que no me permite entrar a la primera de cambio. Con la que, como Valero por ejemplo, no estoy de acuerdo en lo que dice. Creo que ahí es donde están los personajes más interesantes. A partir de encontrar a Valero es cuando tomamos la decisión sobre Moha, nos damos cuenta que son un tándem que funciona muy bien. Son tan distintos que se complementan y el conflicto funciona muy bien.
Y, ¿cómo es trabajar con actores no profesionales?
N.B.: Me reunía con ellos todas las semanas durante tres años. Hicimos mucha improvisación, muchos juegos, le planteábamos situaciones parecidas a las del rodaje dónde ellos tenían que ser una versión de si mismos. Se basó en construir una amistad muy fuerte con toda la gente que sale delante de la cámara, era básico construir esa amistad, esa confianza, para después llegar a espacios más emotivos.
Espiga de plata y premio del público en Seminci. Premio a mejor interpretación para Valero y Moha en Locarno, ahora reciente nominación para los Premios Feroz. La peli parece estar funcionando bien ¿Cómo te sientes justo antes del estreno?
N.B.: Pues genial. Ya fue una maravilla el premio en Locarno y el premio a la distribución. Creo que se ha valorado mi apuesta por esta historia y estos personajes. Todo está construido para que ellos puedan sacar lo mejor de sí mismos. Me encanta que se les premie. Y el hecho de que conecte con el público y con el sector me emociona especialmente. Creo, también, que es fruto del momento que vivimos. La gente necesita reirse con cierto contenido. Ya no nos vale cualquier comedia. La gente, post pandemia, necesita risas y compromiso. Creo que hay algo de idoneidad en el momento que la hemos hecho.
¿Cómo logras levantar un proyecto así?
N.B.: Siempre es difícil levantar un largometraje. Pero más aún si utilizas una metodología poco habitual. Yo quería hacer primero el casting y después escribir el guion. Esto no se hace así, al igual que rodar cronológicamente. No es algo habitual, pero sentía que era lo que más iba a favorecer a los actores. Entonces, para esto es clave encontrar una productora que confíe en ti y en tu mirada. Yo siempre intento que el desarrollo sea lo más claro posible, soy una defensora del “slow-cinema”. El proyecto se inicia hace seis años y se rueda hace tres. Creo que no hay que tener más cuidado con los tempos e ir más despacio. Cada vez se hacen proyectos más rápidos e inmediatos y esto creo que puede generar un efecto negativo en la propia película.
Rodrigo Cortés, el director de “Buried”, entre otras, definía el proceso de escritura de su última novela como “ir tirando los dados” y creo, en cierto modo, que este guion está escrito un poco así, jugando con situaciones nuevas, sin miedo a encontrarte nuevas vías y sorpresas. ¿Cómo fue esa escritura de guion?
N.B.: El guion se escribe durante estos años de preparación con ellos. Ahí detectamos sus emociones en función de los temas que vamos tocando. Surgen las relaciones Valero-Moha, Valero y él mismo, etcétera. Sí que tenemos una estructura de guion no dialogada. Yo sabía qué iba a pasar pero ellos no. Ellos llegaban al rodaje y les dábamos un parte dónde les ponía qué tenían que arreglar, y a partir de ahí nosotros jugábamos con la sorpresa, con el cómo van a salir. Hubo muchas cosas que fueron improvisadas o que cambiaron, de hecho tuvimos que rodar un final alternativo, porque lo que teníamos estructurado no funcionaba. Por lo tanto, hay movilidad y también había estructura, las dos cosas.
Muchas veces las historias pequeñas se multiplican. Una historia sobre tres fontaneros nos acaba hablando de racismo, de amor, amistad, conciencia de clase, adaptación a una nueva cultura… ¿Crees que hace falta más cine social?
N.B.: No es que falte más cine social, es que el cine tiene que ser más social. Las películas tienen que ser más conscientes con su entorno y su espacio. Ser partícipe de su propia cultura y darse cuenta de por qué se ha podido realizar y bajo qué condiciones. Que yo haya podido realizar esta película me hace estar en deuda con todo el mundo, con quién me ha formado, con el dinero público que se me ha dado, con la sociedad que estoy representando… El cine tiene una función pública e ideológica. Todo es ideológico y político, y todo debe posicionarse.
¿Cómo eliminamos los prejuicios?
N.B.: Valero siempre nos cuenta que le hemos enseñado a escuchar, y eso ya es bonito para mí. Es vital, para poder entender al otro, escuchar primero, mirar. Hay que tener empatía, que es un mecanismo idóneo en el cine, ya que nos permite entender al otro y a uno mismo. Saber por qué Valero es racista y aceptar esa circunstancia para poder cambiarla. Yo tengo cierta esperanza en ese sentido, porque creo que podemos cambiar esta situación actual.
Te quiero preguntar también por el montaje, ¿cómo fue ese proceso?
N.B.: Pues tenía setenta horas de material, setenta horas de brutos como se le llama. Yo me formé como montadora, y a partir de ahí es desde donde intento crear las películas. Este ha sido el proyecto más difícil al que me he enfrentado. Encontrar ese equilibrio entre comedia y drama, entre profundo y superfluo. Tenía la sensación de ir caminando por una cuerda con el riesgo a caerme en cualquier momento. También, al no contar con actores profesionales, cuentas con menos posibilidades en el montaje. Pero igualmente, pese a esa dificultad, es de los proyectos que más he disfrutado.
Una película de la historia que te hubiera gustado dirigir
N.B.: “Una mujer bajo la influencia”, de John Cassavetes. Primero por dirigir a Gena Rowlands, y luego es que Cassavetes tiene algo mágico en su trato con los actores. También esa imperfección técnica que es brillante al mismo tiempo y genera esa familiaridad.