ANDREA MOLINER: Espero a que el anfitrión de esta entrevista descuelgue el teléfono. Es una tarde calurosa de febrero, tras una intensa jornada laboral y una apresurada comida casera. Mi entrevistado es Paco Cerdà quien, tras diez años escribiendo para Levante-EMV y siendo colaborador habitual de El País, la Cadena Ser y Cuadernos Hispanoamericanos entre otros medios, se ha lanzado a la escritura de la “no ficción” – o “no fricción, como a él le gusta llamarlo – con Los olvidados (2017) y El peón (2020). Ahora regresa con 14 de abril – II Premio de No Ficción de Libros del Asteroide – donde nos deleita con una crónica pormenorizada y con pulso de thriller de lo que sucedió aquel 14 de abril de 1931. Iniciamos esta amena conversación, no sin un inesperado problema con el teléfono, la cual discurre por el largo y ancho río de la historia.
A.M.: Tras tus dos primeros libros, ambos muy bien acogidos por crítica y público, ¿qué te llevó a escribir sobre el 14 de abril de 1931? Paco Cerdà: Fue una mezcla de casualidad y predestinación. Mientras esperaba una pizza en un restaurante de mi ciudad pensaba qué libro podía escribir y me vino a la cabeza un título que cayó en mis manos tiempo atrás, “14 de julio” de Éric Vuillard. Entonces pensé que si yo tuviera que hacer un ejercicio similar, es decir, retratar un día de la historia de España cuál sería. Me vino a la mente el 14 de abril porque, entre otras cosas, siempre me ha interesado la historia de la II República Española y también porque lo desconocía casi todo de aquella jornada. Y fue una feliz idea porque creo que me ha servido a mí, y espero que a muchos lectores también, para comprobar que aquella no fue una jornada únicamente de esperanza, de ilusión y de fiesta colectiva; sino que estuvo marcada por una enorme tensión en las cárceles, en las manifestaciones, en las calles. En definitiva, en las vidas de muchas personas que incluso pagaron con su propia vida la llegada de la república. En este libro me he dedicado a dar esos matices de gris y esas complejidades que muchas veces la letra gruesa de la historia deja de lado.
A.M.: Además de Éric Vuillard, como ya has comentado “14 de julio” es clave en tu nuevo libro, También encuentro ciertas referencias a la obra de Emanuel Carrère y de Javier Cercas. ¿Estoy en lo cierto? P.C.: Las que numeras son referencias inexcusables en parte. Pero es cierto que admiro mucho e intento aprender al máximo de la escuela americana de periodistas clásicos del New Yoker como Joseph Mitchell, Gay Talese, Truman Capote o Joan Didion. También de la escuela latinoamericana que incluye periodistas como Martín Caparrós o Leila Guerreiro. O incluso de nuestra propia tradición española en la que Chaves Nogales, Ramón J. Sender o el propio Josep Pla han sido maestros. Enseñaron que no hace falta inventar para contar una grandísima historia.
A.M.: He leído que la prensa de la época ha jugado un papel fundamental en tu proceso de documentación, así como memorias, diarios, cartas privadas o dietarios. ¿Qué criterio seguiste a la hora de seleccionar dicho material? P.C.: En primer lugar, quería que ésta se correspondiera con el 14 de abril que es el único día que abordo. El libro no va de la República, el libro va de ese chispazo inicial, de esa revolución que tuvimos en este país, de esa epopeya sin guion casi improvisada que tuvo lugar en el año 31 y que mudó de piel la arquitectura institucional de nuestro país y también el sentir de la población española. En segundo lugar, prioricé aquellas que estaban referidas a esos olvidados de la historia, esas voces anónimas en muchos casos o que ocupan un plano secundario y que sin los cuales no se entiende toda esa gran epopeya que fue el 14 de abril. Como las personas que proclamaban los bandos, las que izaban las banderas, los que eran atropellados en las manifestaciones por las cargas de la guardia civil. Y en tercer lugar, he intentado subrayar especialmente las historias que desmontaban el tópico de que la República llegó sin sangre siendo una explosión de alegría sin más. No fue así, el libro lo demuestra. Hubo muchísima tensión, no se tumbó la monarquía y se constituyó la II República sin el dolor y sin la sangre de algunas personas. Creo que hay que reivindicarlo para que tengamos presente en nuestra memoria democrática el sufrimiento que de quien pagó para que la democracia se abriera paso en este país.
A.M.: Tu libro se puede leer como una reivindicación de lo que yo llamo la “microhistoria”. De la voz de aquellos personajes que jamás aparecen en los libros de historia pero que, sin embargo, también participaron o habitaron dicha fecha histórica. De todos ellos, ¿qué historia te impactó más? P.C.: El alma del libro descansa, especialmente, sobre aquellos que perdieron la vida el 14 de abril. Sobre esos Emilios, Cándidas, Eduardos, Franciscos… Pero sin duda fue el caso de Emilio el que más me impactó y seguramente fue porque le vi el rostro en el trance de morir en una fotografía de época publicada en los periódicos de los días posteriores y que lo retrataban como la última víctima de la monarquía. Ver su rostro e investigar sobre su vida antes de fallecer fue lo que imprimió en mí una necesidad de abrir con él el relato del 14 de abril y cerrar con él la proclamación de la República. Un pobre encuadernador en paro que deja una viuda, unos hijos sin padre, que se ve atropellado por los últimos abusos de la monarquía intentando disolver una manifestación con cargas. Creo que la esperanza de ese pueblo que quería cambiar una situación de chabolismo, analfabetismo, de desigualdades y de absolutismo de una monarquía que no había dudado en apoyarse en una dictadura para resistir resume el sentir del 14 de abril.
A.M.: A estos personajes anónimos no tan conocidos como Paco Concheso (sin duda, mi favorito del libro) de la historia los sitúas a la misma altura de los más conocidos como Alfonso XIII, el Conde de Romanones o Niceto Alcalá Zamora desde un punto de vista humano. ¿Crees que esa ha sido la clave de que “14 de abril” haya llegado a un público tan amplio? P.C.: Yo creo que sí, que una de las claves ha sido esa. Has utilizado una palabra muy apropiada que es la mirada humana sobre todas las personas que marcaron el 14 de abril. Creo que hemos abusado demasiado tiempo de unos y de otros, de los bandos, ya que había muchas sensibilidades políticas en aquel momento. Estaban los comunistas, los anarquistas, los monárquicos que dejaron tirado al rey, los republicanos que eran una amalgama de distintas corrientes políticas. Es decir, todo se ha simplificado demasiado. En cambio, lo que se ha tendido a olvidar siempre es el carácter humano de todos los engranajes que mueven la historia, los cuales son personas. Observo con el mismo interés a quien era criado del rey y tenía que hacerle las maletas, que a los futbolistas de la selección italiana que vienen a jugar un amistoso y a los que la proclamación de la República les pilla en un país de signo contrario a esa Italia fascista de la que proceden. O como a esa pescadera de Moaña que quiere más derechos para su familia de clase social trabajadora. Me interesa el hombre, la mujer, el ser humano. Y creo que ese ha sido el motor del libro. Es interesante mirar hacia el pasado sin esa mirada desprejuiciada y fuera de las trincheras.
A.M.: La tuya es una obra de no ficción, o “no fricción”, con un importante pulso narrativo. Incluso te permites introducir elementos poéticos. ¿Puede el periodismo convivir con las características del relato literario? O dicho de otra forma, ¿es muy agotador ser Josep Pla? P.C.: Es muy agotador pero debemos perseguirlo todos. Yo creo que hay buen periodismo y mal periodismo. Buena literatura y mala literatura. Pero, delimitando claramente cuales son las reglas del juego, que en este caso es no ficcionar, la paleta es muy amplia en cuanto a estilos, formas, riesgos narrativos… Todo se puede contar de mil formas distintas. Nadie ha dicho que no se pueda contar la verdad en verso o en monólogo, en segunda persona o adoptando una estructura de drama teatral. Creo que sería empobrecedor encasillar al periodismo en estructuras superadas a día de hoy. Y sí, es agotador ser Josep Pla, pero tenemos la obligación de acercarnos a su legado o al de Chaves Nogales.
A.M.: ¿Crees que, al igual que la imagen “modélica” que se ha construido sobre la Transición, la II República también ha sido mitificada? O todo lo contrario. ¿Crees que todavía pervive esa visión peyorativa y revisionista fruto de casi cuarenta años de dictadura franquista? P.C.: Es un campo minado por la desfachatez de quienes quieren identificar el nacimiento de la República con la semilla de la barbarie, de la violencia y del horror de aquellos años 30 con la Guerra Civil. También es un campo minado por la idealización retroutópica de ubicar el paraíso perdido en el pasado, un paraíso perdido que no fue tal y que tenía muchas carencias y muchas limitaciones por parte de otras personas de sentir político contrario. Creo que a la Republica le vendría bien un baño de mayor conocimiento y de una mirada más desapasionada, poniendo en primer lugar los hechos y a las personas.