Con una larga trayectoria como dramaturgo Roberto García vuelve a ponerse al frente de esta importante producción valenciana que lleva a los escenarios la considerada última obra de William Shakespeare.Lo hace con un reparto de lujo encabezado por la gran Teresa Lozano.
Cuando se elige un texto, suele ser porque hay algo en él que toca las entrañas. ¿Por qué “La tempesta”?
Aparte de la universalidad de algunos de sus temas, me atraía mucho el dispositivo metateatral que esconde. Desde el principio tenía claro nuestro equivalente contemporáneo a la isla de la obra de Shakespeare y también al personaje de Ariel. En el caso de nuestra particular isla, se trata de un espacio que puede ser paraíso o puede ser prisión y que difumina las fronteras entre la fantasía naif y el relato de terror.
Has dicho que “es una obra extraña, peculiar” dentro de la obra de Shakespeare¿Por qué?
Frente a la complejidad estructural y argumental de muchas de sus obras más conocidas, llama la atención la sencillez de su planteamiento y la utilización básica de la unidad de espacio y tiempo. Y por otro lado la acción sucede en un lugar desconocido. No estamos en Dinamarca, no estamos en Verona, no estamos en Escocia. Estamos en una isla que no aparece en ningún mapa. Desde mi punto de vista, es un espacio físico y al mismo tiempo es un espacio mental. Es decir, el espacio de la creación de Próspero y Ariel. Un teatro dentro de otro teatro. ¿O acaso no es una obra de creación la inesperada tempestad del inicio, con unos náufragos que mantienen su ropa impoluta?
¿Qué podemos rescatar de esta tempestad para el siglo XXI?
Pienso en conexiones con obras de nuestra cultura popular más reciente. Por ejemplo, la serie “Perdidos”, con esos supervivientes de un accidente aéreo que acaban en una isla donde suceden fenómenos sobrenaturales y parece que “alguien” juega con ellos. Pienso en algunos temas universales que plantea la obra. Temas como la venganza y el perdón, el ejercicio del poder o las segundas oportunidades. Y pienso en una pregunta que me hacía desde el principio: ¿Cuántos de nosotros no tenemos tempestades interiores que calmar? ¿Y sobre todo, cómo de ridículas pueden llegar a ser muchas de esas tempestades?
¿Qué peculiaridades has encontrado en el Shakespeare en valencià?
Casi todas mis obras le he escrito en valenciano. Me resulta la manera natural de trabajar los textos. Y como lengua de Cultura que es, puede ser transmisora de la esencia de Shakespeare al igual que cualquier otra lengua.
“Estamos hechos de la misma sustancia que los sueños. Nuestro pequeño mundo está rodeado de sueños.”, ¿Estamos ante el Shakespeare más enigmático?
Para mí tiene algo de truco, como la propia magia, y esconde una gran ironía. Shakespeare, a través de Próspero y a través de Ariel, nos hace juegos de prestidigitador para hipnotizarnos y sorprendernos. Y creo que en el fondo es el envoltorio ligero que utiliza para colarnos una visión cáustica y desencantada de la naturaleza humana y de la política. Es algo que me interesa especialmente y que he tratado de jugar en nuestro espectáculo.
¿Cuál es la mayor satisfacción de haber hecho esta producción?
Después de cinco años ayudando desde la gestión a encender el botón creativo de tanta gente, casi me había olvidado del mío propio. Activarlo ha provocado una especie de cortocircuito de placer. Placer compartido con trabajadores del Institut Valencià de Cultura que han formado parte del equipo artístico y han aportado su talento al espectáculo. Y compartido también con nueve fantásticos intérpretes entre los cuales hay una señora, Teresa Lozano, con una envidiable energía a pesar de su edad y con mucha clarividencia. Es decir, el perfil perfecto para interpretar a Próspero.