Ximo Bosch: “No existe en nuestro país ninguna monografía sobre la corrupción del franquismo”
ABLERADO MUÑOZ: El ensayo del juez valenciano Ximo Bosch, La patria en la cartera, publicado por Ariel, va camino de convertirse en un best seller. Tiene un interés superlativo. Con valentía y concisión Bosch, juez de primera instancia en Moncada, ha puesto negro sobre blanco la peligrosa descomposición económica que vive el país y, sobre todo, los elementos que desenmascaran la continuidad del franquismo en nuestra democracia imperfecta. La TURIA habló con él.
-Es inevitable preguntarle sobre el caso Azud
Todavía se tiene que juzgar y, con las debidas cautelas, hay que decir que demuestra que hay muy poco control interno de técnicos independientes, una falta de control de lo que pasa en las instituciones.
-¿Porqué escribió este esclarecedor ensayo?
Como juez instructor he estado en varios destinos y allí me he encontrado con alcaldes y concejales a los que he tenido que imputar por casos de corrupción. Lecturas personales me llevan a entender que el problema estructural que tenemos tiene raíces muy importantes, que son históricas, de siglos, pero que se concretan en el franquismo.
–Usted afirma que la dictadura es la clave histórica para comprender la corrupción en España.
Sí. Es el precedente inmediato del sistema democrático. Fue una etapa muy larga que propició las prácticas corruptas. Es la clave histórica para entender la amplitud del problema y las continuidades que hubo entre dictadura y democracia que hasta ahora habían sido muy poco estudiadas. La segunda clave es la económica que me hizo entender que el tema afecta a la vida de los ciudadanos. Es algo poco visto. En los últimos años se han publicado investigaciones bastante avanzadas de economistas expertos en la materia. Y nos dicen que la corrupción nos cuesta más de 40.000 millones de euros al año, que es una cantidad enorme y muy superior al rescate bancario; eso explica la debilidad de nuestros servicios públicos. No logramos acabar con las bolsas de pobreza y hay un estudio del BBVA con el Banco Mundial que demuestra la gran diferencia de España con otros países. Y eso no se debe al potencial de productividad sino al atraso institucional.
–Usted habla en su libro de la acción jerarquizada de la política
Significa que la Transición fue negociada por muy pocas personas. Y no hubo un debate democrático. Esto configuró un sistema de partidos muy jerarquizado con un poder enorme de las cúpulas y con unas tesorerías muy opacas en las que nadie podía saber los ingresos de los partidos y como se gastaba ese dinero. Eso ha favorecido la corrupción.
–Hay un concepto interesante en su ensayo: la captura del Estado. ¿Qué pasó?
No existe en nuestro país todavía ni una sola monografía sobre la corrupción del franquismo. Lo que es bastante llamativo; y no será por la falta de material. De la corrupción no se pudo hablar al principio porque se decía que no era conveniente y ahora dicen que ya ha pasado mucho tiempo para hablar de ello. Se nos hurta un elemento necesario para comprender. Franco repetía a menudo que era normal que los vencedores de una guerra se repartieran luego los beneficios. El Estado había sido capturado y eso implicaba un reparto hacia arriba de las rentas del conjunto de la sociedad y que funcionó 40 años. Eso explica la actualidad.
¿Y ese cáncer corrupto viene desde la Restauración. La picaresca típica ibérica?
La picaresca no tiene que ver con la corrupción. Los picaros del Lazarillo de Tormes eran personajes marginales que querían sobrevivir. Nada que ver con los Urdangarín, Roldan o Bárcenas. La corrupción consiste en personajes públicos que todavía quieren vivir a costa de la sociedad. Eso es crimen organizado. Mi tesis es que la Ilustración es esencial para entender la corrupción. Periodos anteriores a Franco que desarrollaron esa lacra. Fueron estudiados por Galdós o Clarín. Lo que hizo la Restauración es que si no estabas vinculado a los dos partidos no tenías acceso a las prebendas. Solo podías acceder a cargo público si tomabas parte en las clientelas. Esto se desarrolló a niveles máximos en el Franquismo.
Usted cita con admiración el libro de Javier Pradera sobre la corrupción política en la democracia. Silenciado en su momento.
Pradera explica en ese libro que en la Transición era imposible hablar de corrupción del franquismo porque se estaba construyendo un sistema democrático con dirigentes que venían de la dictadura y no se les podía exigir responsabilidades. Algunas cosas no se podían tocar.
¿Qué responsabilidad tienen los partidos democráticos en esto?
Es problemática. El régimen controlaba los aparatos de Estado. Hubo presiones enormes sobre los demócratas; se asesinaron 250 personas en esos años. El TOP estuvo trabajando a destajo hasta final de 1977…
¿Qué opina de la enormidad de la corrupción en el caso valenciano?
En primer lugar, la existencia de un poder político con mayoría absoluta, sin contrapesos. Unas leyes que permitían enviar mucho dinero público a tramas corruptas. Mecanismos de control insuficientes. Eso explica que en el País Valenciano hayamos tenido en prisión provisional o encausados a presidentes de la Generalitat y Diputación, consejeros autonómicos, alcaldes de las grandes ciudades; porcentajes que no son equivalentes a ninguna país europeo.
Es inevitable hablar del caso del CNI y el caso Pegasus. Como si fuera una película de gánsteres.
Eso también remite a la falta de control. Los países democráticos cuentan con servicios de inteligencia para proteger el estado de derecho. En España, a diferencia de otros países, no hay comisiones independientes de expertos. No hay control sobre lo que hace el CNI; a partir de ahí, no puede sorprendernos lo que pasa.
¿Piensa que hay posibilidades de una involución fascista en este país? ¿No habría que cambiar la Constitución?
Creo que debemos reforzar el sistema democrático que no puede ser víctima de políticas autoritarias. Y sí, hay que reformar el sistema. La Constitución que se aprobó en 1978 se hizo en circunstancias excepcionales, y hace mucho tiempo. Somos unos pocos de los países europeos que en 40 años no hemos reformado nada de la Constitución. La situación ha cambiado mucho y sería muy positivo adecuar la Carta Magna a los tiempos actuales.