Cartelera Turia

LARGO Y CÁLIDO VERANO: PIJOS Y OCIO PANDÉMICO

Hace pocos días se estrenó en Amazon Prime Vídeo la segunda temporada de “Modern Love”, una serie cuyos capítulos se inspiran en las columnas del New York Times sobre las alegrías y las complejidades del amor, que no son pocas. Después de cada capítulo, un sentimiento agridulce me invade con fuerza al entender que mis historias de amor, propias y conocidas, se alejan mucho de las relatadas en esta serie. La gran mayoría de mis amigas y amigos han conocido a sus respectivos ligues desde hace dos años vía redes sociales o en alguna fiesta después de que cualquier licor acentuase sus habilidades sociales, y en mi caso no se alejaba mucho del suyo. Lo comentamos y nos reímos desde la convicción de que en estos dos años nuestro circulo de amistades no se ha ampliado lo más mínimo a causa de la carencia del contacto social. No es un drama, pero ahora que las restricciones son cada vez más “lights”, seguimos mentalmente anclados en aquellas videollamadas que satisfacían -a medias- nuestra necesidad se socializar en plena pandemia.

Lo preocupante es que al creciente individualismo se le suma la imposición de las redes sociales como canal de comunicación principal; el resultado es una juventud cada vez más rara que pierde paulatinamente el sentido de la sociabilidad. Se está perdiendo el juego de la seducción. No me malinterpretéis, tampoco pido historias de amor a lo “El Diario de Noa”, pero sí que exijo “poca vergüenza” y ganas de interaccionar con aquellas personas de nuestro alrededor, que aunque desconocidas, puedan parecernos mínimamente interesantes.

Aunque parezca una ardua tarea, esto de socializar post-covid debería ser un deber, y de cada uno de nosotras lleve esta labor como mejor pueda. En mi caso, siempre me ha ayudado mi desparpajo, y alguna cámara de fotos que siempre llevo conmigo. En el momento que la saco de mi bolsa de tela, el afán de protagonismo de cualquier persona que se encuentra a mi alrededor crece exponencialmente y no duda ni un segundo en ponerse delante del objetivo. Pero existen mil y una tácticas más. Por ejemplo una de mis mejores amigas sabe tocar muy bien la guitarra, una habilidad infalible para dejar boquiabierto a casi cualquier ser humano. Otra, sin embargo, viste de forma tan extravagante que logra que todas las miradas se dirijan hacia ella de forma casi inmediata; e incluso tengo una que sabe liar cigarrillos en unos pocos segundos, es alucinante.

Pero ahora, poniéndonos serios de nuevo, me gustaría recalcar la importancia de todo esto: mientras que para muchos expertos la salud mental de la gente joven es un asunto al que no se le debe dar mayor importancia, la realidad dista mucho de la teorización absurda que hacen propia no pocos políticos y políticas. Las restricciones han sido necesarias, pero ¿nos hemos llegado a plantear cómo incluso el ocio también es clasista? Mientras que en mi pueblo los bares tienen que dejar de servir suculentas cervezas frías a las 12 de la noche, son muchas las fiestas privadas que se organizan en alguna villa a las afueras de Valencia o en rincones conocidos de la costa, cuyos protagonistas, encamisados y similares a la protagonista de “mi primer luisvi” -un video repugnantemente pijo que se hizo viral en TikTok-, son los mismos que no se quejarán de las restricciones porque para ellos nunca han existido. Seguimos viviendo un frustrante escenario en el que todavía todo parece estar medio congelado, donde podemos salir pero a “medias”; pero necesitamos, en beneficio de nuestro equilibrio personal, poder disfrutar de nuestras amigas y amigos, tener contacto “físico” con ellas y ellos. Recordad que al no tener una mansión privada para vuestro gozo, quizás os cueste un poco más, pero estoy segura de que liar cigarrillos en un tiempo récord o componer en directo una canción con la guitarra supera con creces en cuanto a diversión y creatividad a descorchar cualquier botella de Moët & Chandon.

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