JOSE MANUEL RAMBLA:Antiguamente los hombres solo abandonaban su tierra para comerciar, peregrinar o hacer la guerra. Las mujeres ni siquiera por eso, aunque más tarde no pocas dejarían sus hogares por una nueva y poderosa razón: la emigración. La cosa cambió cuando a mediados del siglo XVII las élites europeas vieron en el viaje un medio para completar su formación a través del conocimiento de otros espacios y culturas, especialmente la clásica. Era aquel Grand Tour que tenía en Italia su destino preferido. Con el ferrocarril y el abaratamiento del transporte a partir del XIX, aquella costumbre se extendió entre individuos inquietos que encontraban en la experiencia, el esfuerzo y las incertidumbres del viaje una forma de enriquecimiento personal. Pero al mismo tiempo, especialmente tras la aparición del autobús, esos cambios también propiciaron la aparición de un nuevo consumo de masas, en el que primaba la comodidad, el ocio, y donde el azar era sustituido por lo previsible. Nacía así, confrontado con el romántico viajero, el turista. Y con él aquella diferencia que en 1926 destacara Stefan Zweig allá entre “viajar” y “ser viajado”.
En la actualidad aquel viejo enfrentamiento de sensibilidades está ya en gran medida superado. Porque hoy viajero y turista están fagocitados por el gran gigante de la industria turística. Y es que los datos dejan poco lugar a la nostalgia ensoñadora. Según los últimos datos oficiales, el sector turístico supuso para la Comunidad Valenciana unos ingresos de 13.423 millones de euros en 2015, lo que representó el 13,2% del PIB y 258.885 puestos de trabajo. Con estas premisas no sorprende que cada año la celebración de Fitur en Madrid se haya convertido en una de las citas obligadas para las empresas del sector, el público y las administraciones públicas interesadas en conseguir la mayor cuota posible del apetecible pastel turístico internacional. En cierto modo, Fitur es la encarnación perfecta de estos nuevos tiempos viajeros: un multicolor zoco que el visitante puede recorrer dejándose seducir por los diferentes stands que le acercan la inmensidad del mundo por un interminable paseo de 62.494 m2. Todo al alcance de la mano: desde la colosidad de una muralla china evocada en cartón piedra, hasta la fiereza de las junglas africanas asumiendo la forma de un león articulado junto. Un gran zoco, pero eso sí, sin el caos, sin las contrariedades, ni los malos olores de los zocos de antaño. Porque en Fitur todo es aséptico, ordenado y oportunamente climatizado para atemperar el helado aire madrileño que amenaza con acatarrar a los curiosos.
Todo está metódicamente bajo control. Incluso cuando la fallera mayor Raquel Alario y su corte de honor irrumpen en la feria. O cuando tras un inmaculado mostrador, los cocineros de Viaje a Fitur, el gran gigante de la industria turística Catarroja, Sete Barranco y Félix Montaner sorprenden a los paseantes con una demostración en directo –o showcooking, como dicen los entendidos- del arte de preparar un i pebre. Y es que, como no podía ser de otra forma, la Comunidad Valenciana estuvo presente en la dura competición por dejarse ver en el inmenso escaparate turístico de Fitur. Hasta allí se fueron con el president Ximo Puig en cabeza, su homónimo de Diputación Jorge Rodríguez, la responsable provincial de Turismo Pilar Moncho, el alcalde de Valencia Joan Ribo, la primera teniente de alcalde del cap i casal, Sandra Gómez, o la diputada Rosa Pérez, entre muchos otros. Hasta allá fueron para vender Valencia como destino. O mejor, como producto. Porque del turista/viajero de nuestros días no se espera que descubra nuevos destinos. El destino es por naturaleza impredecible, y de incertidumbres el ciudadano de píe ya tiene bien saturadas sus rutinas. Para sus días de asueto prefiera la tranquilidad de lo seguro. Por eso, el producto turístico resulta perfecto. Eso sí, personalizado. Un producto para cada gusto, para espíritus aventureros y solitarios, para cómodos amantes del gregarismos, para amantes del arte, para locos del alterne, para fascinados por la naturaleza, para encantados con el arroz con bogavante, para los deportistas y para los perezosos. Cualquiera pudo encontrar en Fitur su mejor opción.
Todas genuinas, irrepetibles, inolvidables. Y, por supuesto, al alcance de todos los bolsillos.