Cartelera Turia

FALLAS NORUEGAS

A.MARTÍ: El año pasado vino mi amigo Mikal Hafsahl[i] a pasar unos días en Valencia. Mikal es noruego de la costa oeste, del Atlántico, muy tranquilo, arquitecto y calvo como yo. Llegó el día 16 de marzo y tras llegar al aeropuerto de València, nos subimos al metro y bajamos en la parada de Benimaclet. Durante todo el trayecto estuvimos hablando de esto y de aquello, ya sabes, de nada. Entre otras cosas, no le comenté que estábamos en fallas. Ya había intentado explicarle a otra gente lo que son las fallas, explicarlo, y es imposible.

Las fallas para entenderlas hay que vivirlas.

l bajar del vagón del metro se podían oír a lo lejos las típicas detonaciones continuas de petardos. ¿Qué está pasando?, preguntó medio asustado cuando una detonación brutal retumbó por las paredes del metro. Probablemente un Masclet. Nada, son fallas, dije y continuamos el periplo. Supongo ahora que Mikal se fió, más que de mí, de la gente anónima que nos rodeaba y caminaba hacia la salida. Esta gente, buenos valencianos de pro, ni se habían inmutado ante tal deflagración y por tanto daban normalidad a la situación.

Ya en la calle, y caminando hacia casa, hubimos de detenernos en la calle Reverendo Rafael Tramoyeres, momento en el que Mikal vio su primera falla. ¿Pero qué es esto?, preguntó desconcertado al ver el monumento fallero. Intenté explicarle, pero no pude, ya que de repente la banda de música de la falla de Barón de San Petrillo se puso a tocar Paquito el Chocolatero[ii] y comenzó el desfile de la falla. Los trajes de fallera, los de saraguell, los padres y los niños, los estandartes, la música, la pólvora, el humo, el sol y el follón por todos lados. Mikal estaba completamente fascinado y solo había aterrizado.

Fuimos a mi casa a dejar el equipaje y a descansar un poco, pero los petardos seguían sonando. Mi novia se había ido con unas amigas fuera de la ciudad con nuestro perro Poncho para alejarlo del ruido, así que estábamos solos. Tras bebernos unos vinos acompañados con un poco de queso salimos a la calle sin más intención que pasar el rato. Las horas pasaron y llegado el momento estábamos en la Alameda a las 00:00 para ver el Castell de foc. La pirotecnia Zarzoso fue la responsable de un show magnífico. No he visto nada igual en mi vida, musitó Mikal tras exhalar la calada de su cigarrillo al acabar el show. Estaba temblando. Hacía frío y había llovido intermitentemente. Sin embargo no volvimos a casa. Enfilamos hacia la zona de Aragón y entramos en verbenas donde bebimos, comimos y alguna que otra cosa hicimos.

Al día siguiente Mikal entró en mi cuarto a las 8:00 de la mañana cagándose en todo. Helvete! Gal som faen! dijo. El equivalente aquí a pero qué demonios es esto? Estábamos en la Despertà.  Así empezó el segundo día. Un día intenso en el que la pasión por la vida que las fallas transmiten fue insuflada en nosotros: churros, café, mascletà a las 14:00, paella y más fallas, cazalla, compramos petardos y vimos gran parte de la ofrenda en la plaza de la Virgen.

Men dette er utrolig Andrés, dijo fascinado ante la Geperudeta. El show de las falleras decorando el manto con las flores de la ofrenda es algo precioso. Una escultura creada por la interacción de las falleras y el monumento desnudo. Mas churros, más fritanga y petardos, sí. Más petardos.

Durante algún momento tuvimos la conversación sobre todo este sinsentido que comenzaba a adquirir forma y fondo en su mente. Las fallas son monumentos de arquitectura efímera en las que trabajan Artistas Falleros durante todo el año. Luego estos monumentos son expuestos al público tan solo un punado de días, del 15 al día 19 de marzo día de San José, en el que son quemados por toda la ciudad, le comenté canónicamente.

¿Qué me estás diciendo?, dijo Mikal.

Si, en un par de días todo esto que ves será fuego. Será llama.

Mikal no creyó que quemaran las fallas hasta el mismo día 19, cuando lo vio el mismo entre lágrimas.

Anduvimos viendo fallas, caminando, comiendo, bebiendo, quemando y volvimos a ver el Castell de foc aquella noche de nuevo. Lo veríamos todos los días con la fascinación de ver un espectáculo de fuego y llamas irrepetible. Y es que las fallas son consistentes: dicen lo mismo, desde diferentes puntos de vista, pero son un calidoscopio de la regeneración, el dolor y la llama. La fiesta y el engranaje necesario, pero también la fiesta y las lágrimas. Un trance de fuego, sangre y energía. El sudor y la pólvora, el sexo y el amor. Las fallas son arte. Una celebración de la vida, agotadoras, intensas: esculturas de fuego que brillan durante un breve periodo de tiempo rodeados por la oscuridad que los contrasta. Las fallas son regeneración. Las fallas son la metáfora última de la vida.

Este año vuelve Mikal, pero lo hace con un grupo de amigos noruegos. Son más de diez y no se quedan en mi casa. Llegan con intención de imbuirse en la tradición más valenciana, la nuestra, la de verdad. Han comprado blusones on-line y tienen las ganas de cenar de sobaquillo todos los días. Vienen con intención de ver el sol, de conocer València, de consumir cultura, de aprender algo de nuestra lengua, de nuestras formas de nuestro ser. Este ano les voy a ensenar a hacer una paella en la calle, con leña de naranjo como me dice mi madre que se debe hacer. Las fallas son cultura, las fallas son tradición y además, si el tiempo acompaña, las fallas son la caña.

[i] Mikal Hafsahl, https://moll-arkitektur.no/

[ii] Paquito el Chocolatero es una composición musical española creada en 1937 por el compositor valenciano Gustavo Pascual Falcó, nacido en 1909 en la localidad de Cocentaina, provincia de Alicante, Comunidad Valenciana, escrita con el aire de un pasodoble español.

 

FALLAS NORUEGAS

BIZNAGA DE ORO EN EL FESTIVAL DE

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