Cartelera Turia

SUSCRIPCIÓN

FAM DE FEM – CINE PORNO FEMINISTA

CURRITA ALBORNOZ: Hay gente que está obsesionada con el sexo. Como el obispo de Alcalá de Henares Juan Antonio Reig, por ejemplo. Seguro que más de uno ya estará pensando: “Ya está Currita con la vena anticlerical primaria, lista para soltarnos la primera grosería que se le ocurra, como si fuera una Xavi Castillo con tampax”. Pero se equivocan, porque servidora no es la única que lo piensa. Alguien tan poco sospechoso de azote de curas como José Bono incluso lo ha expresado en unos términos que casi ruborizan a mi amiga la Yenifer cuando se lo conté. “Esta criatura tiene la cabeza llena de semen”, afirmó en una tele a propósito de curita famoso. Y se quedó tan ancho.

Lo cierto es que no le falta razón porque Su Eminencia, o como se diga, parece no tener espacio para meditar en el Espíritu Santo de tanto sexo como tiene acumulado en las neuronas. De otra forma no se comprende su fijación con homosexuales, lesbianas, promiscuos y feministas varias, que siempre que tiene ocasión –y no le faltan- le gusta compartir con su feligresía. Comenzó allá por 2008, cuando era obispo de Murcia-Cartagena,  e incitaba a los jóvenes del Camino Neocatecumenal –vamos, los kikos– a que formaran “brigadas” callejeras en favor de la virginidad. Su última ocurrencia ha sido recomendar los servicios de Sexólicos Anónimos, una pseudoasociación especializada en ayudar a los descarriados a superar el uso “descontrolado u obsesivo de la pornografía, la masturbación, la promiscuidad, el romanticismo, la prostitución, las fantasías, o las relaciones de pareja”. Toma ya.

La verdad es que la primera pregunta que a una le asalta es: ¿cómo pudo entrar en contacto tan santo varón con este colectivo que promete librarte de la “lujuria” y conducirte por la recta senda de la “sobriedad sexual”? ¿Fue como pastor de almas? ¿O fue acaso como paciente? Porque resulta muy tentador imaginarse al buen hombre cabizbajo, nervioso, con las manos sudadas y balbuceando aquello de: “Me… me llamo Juan Antonio… y soy… soy… sexólico”. Acto seguido sus cándidos acompañantes, sentados en corro, le ovacionarían para darle ánimo y le invitarían a compartir su experiencia. “No puedo dejar de pensar en… en imágenes sucias… En esa paloma poseyendo a una virgen… En ese lascivo Job eyaculando en el suelo… En esos cuerpos desnudos y jóvenes retozando por las esquinas de Sodoma…”

Claro que el obispo de Alcalá de Henarés no es el único interesado por las desviaciones de nuestra sexualidad. Estos días también eran noticia, por motivaciones muy distintas, las juventudes socialdemócratas de Berlín que defendieron la necesidad de que el Estado dé ayudas a la producción de porno feminista. El objetivo es contrarrestar la hegemonía de la pornografía tradicional en el mercado audiovisual para intentar corregir la influencia que sus estereotipos sexistas y racistas tienen a la hora de conformar nuestro imaginario erótico. La idea no es nueva. En 2009 el Instituto de Sueco del cine ya subvencionó la realización de una treintena de cortos filmados por activistas y artistas comprometidos con una pornografía alternativa, reunidos en torno al proyecto Dirty Diaries.

Ahora los socialdemócratas de Berlín, que gobiernan la ciudad junto a los postcomunistas de Die Linke y Los Verdes, están dispuestos a tomar el testigo. Ignoro si eso les permitirá ganar las próximas elecciones pero, por lo pronto, pornocreadoras afincadas en la capital alemana, como la española Paulita Pappel o la mexicana Line Bembe, están encantadas con la idea. A la Yenifer la iniciativa le parece cargada de posibilidades. Incluso no descarta puntos de consenso: “Y si el obispo ese protagonizara una peli porno”, nos dice. Mi madre la mira con escepticismo mientras enciende una nueva barrita de incienso. Yo opto por callar y combatir el calor echándome dos piedras de hielo en el güisqui mientras pienso para mis adentros que a Buñuel le hubiera encantando dirigirla. Claro que antes no le habría venido mal al maño leer un poquito de Simone de Beauvoir.

EL REHÉN, de Brad Anderson

Dejar un comentario

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *