CARLOS MARTÍNEZ: Los historiadores del futuro, cuando estudien los documentos gráficos de València de estas cuatro últimas décadas, encontrarán un factor común en las fotos de personajes notables: Angelito Torna está en todas ellas. Tanto es así, que seguramente concluirán, no sin razón, que quienes querían aparecer junto al icono de la ciudad golfa, nocturna y culta serían los efímeros notables. Parece que se llama Ángel Puig, pero creo que nadie se acuerda y a nadie le importa. Todo el mundo le conoce por Angelito Torna, pues fue amo y señor de uno de los locales más emblemáticos de la Valencia de los 80 y parte de los 90. Le venía de antiguo su querencia por un bar de copas, pues había trabajado antes en otro templo de la progresía noctámbula de València, Capsa-13 “El somni de la meva repressió”. En La Torna podías encontrar lo más granado de la movida valenciana, muchos de ellos hoy llamados a ser lustres de esta galería secreta. Allí bailaba Olga Poliakoff, contaba historias Pepe Rubianes, escribía Raúl Núñez, cantaba El Combo Potombo o Castafiore Swing y tomaba fotos a diestro y, sobre todo, siniestro Flaco Garcia Poveda. Tenía un cartel a la entrada y un mural en el interior obra de Burguitos que deberían estar hoy expuestos en el MUVIM como faro de generaciones futuras. La Torna no sobrevivió al peso de su propia edad y cerró a mediados de los 90, pero solo cerró el local, porque el alma de La Torna la lleva puesta Angelito para siempre.