Comedia de ámbito familiar que no reluce casi por ningún sitio. Con una pátina más de capítulo de serie televisiva de baja alcurnia, García y García coinciden en un aeropuerto para basar toda una historia en un error de identidades. Javier García (José Mota) es un afamado consultor de aerolíneas tratará de ayudar a gestionar las rutas de vuelo de Hispavia, una compañía low cost. Por su parte, Javier García (Pepe Viyuela) un mecánico en horas bajas, será contratado por la misma compañía para arreglar los problemas técnicos de un avión que, al parecer, no tiene solución. A su llegada, confusión y ya está. El guion no aporta nada más que esta premisa, la cual tampoco es demasiado fuerte, y avanza durante una hora y media tratando de sostenerse con giros muy bajos y gags que no funcionan.
El dueto de José Mota y Pepe Viyuela es lo mejor de todo el filme. Ambos consiguen conectar con dos perfiles de personajes distintos, logrando equilibrarse para el bien de un filme que parece convertirse en un ecosistema imposible para la supervivencia de ambos. Igualmente esto no es suficiente, y aunque destaquen en alguna secuencia juntos con cierta brillantez, la película cae irremediablemente, pareciéndose un poco a la banda de música del Titanic, que seguía tocando mientras todo se hundía, tratando de que el espectador no se de cuenta ello. Unos malabaristas en un semáforo haciendo un truco no muy bueno, mientras al fondo hay un terrible accidente de tráfico.
El primer arco de la película que, como casi siempre, sirve de presentación, está demasiado alargado, durando casi 30 minutos. El giro que trata de impulsar el filme, y cierra este primer arco, se sostiene de una forma muy poco creíble. Todo se genera por una equivocación que podría y debería ser resuelta si alguno de los protagonistas preguntará por qué está haciendo un trabajo que no le corresponde. Como les decía, lo más apreciable durante una hora y media es un guion muy impreciso.
Es cierto que durante el segundo arco se genera algo de calidez. Ese ritmo propio de la comedia familiar que busca un enredo amoroso y genera un toque algo cándido. Y todo eso está muy bien, si se cuida. El resultado es que todo eso se mezcla en una serie de secuencias desligadas que tratan de hacer un humor digno de un colegio. Con tristes resoluciones de chistes que son directamente insoportables, y con personajes que con la misma frialdad que aparecen no vuelven a hacerlo. Eva Ugarte logra defenderse un poco, generando una Cloe bastante creíble en ciertos puntos, pero que está enrocada en situaciones que no se sostienen para con su perfil de personaje.
A nivel fotográfico, todo bien iluminado y encuadrado, cero riesgos y pocos aciertos, algo que suele ocurrir cuando tratas un enfoque de una película sin alma y sin energía. El montaje tampoco destaca por ningún sitio tratando de llevarlo todo a un espacio neutro desde el que no perder. Esto sería una jugada inteligente si el resultado que estás obteniendo es positivo, si tienes algo que guardar. Lo que no tiene ningún sentido es jugar de forma pasiva y encerrados atrás cuando estás perdiendo por paliza.