Nuestra sociedad ha aprendido a convivir y, en muchos casos, fusionar la tradición con lo nuevo, ya se trate de técnicas vanguardistas o de cocinas de culturas muy lejanas a la nuestra. Es algo que francamente me encanta. Creo firmemente en la filosofía del origen, en la importancia que tiene el que una costumbre gastronómica o enológica se haya desarrollado en un sitio en lugar de otro, por su relación antropológica, climática, etc.
Pero también me gusta ser sorprendido, probar algo nuevo y relacionarlo con mis conocimientos y hábitos alimentarios. Después de ocho años entre Roma y Hong Kong, he aprendido a valorar mucho la cocina china y su diversidad (hay muchas y muy diferentes, ya que es un país enorme y con una extensión igual a toda Europa) y apreciar el uso milenario de ingredientes que solo ahora empiezan a aparecer en nuestras mesas. Siendo honesto, nunca me han atraído los restaurantes chinos que se adaptan al gusto local (tampoco los “italiotas”) porque siempre lo he interpretado como una traición a algo que tiene una identidad e historia propia. Por esa razón estoy muy satisfecho viendo que hoy hay muchos sitios auténticos y que no solamente son frecuentados por chinos.
Está claro que en este momento todo lo que provenga de este país, China, está en cierto modo estigmatizado tras el primer (que sepamos) brote del coronavirus, pero no me parece justo ni generalizar ni caer en la trampa de unos medios de información manipuladores y politizados. Pasear por el “barrio chino” de València, entre las Calles Pelayo y Convento de Jerusalén es una verdadera pasada: un teletransporte de 9100km (lo que nos separa de Pekín) como en Star Trek. Hay restaurantes que te regalan sensaciones olfativas y gustativas que habían sido eliminadas en lo que conocíamos hasta ahora con el nombre genérico de “cocina asiática”, donde se mezclaba un poco de todo perdiendo así cualquier identidad. Si queréis probar estas emociones y sensaciones, en la misma Calle Pelayo n.16 se encuentra Shullun Hot Pot, donde se come el auténtico hot pot de Sichuan. Después de haber elegido el tipo de caldo, te ponen una olla caliente con compartimentos separados, para no mezclar los ingredientes, en el centro de la mesa para que cada uno se cocine sus productos favoritos, ya sea carne, verduras, wontons o marisco y se condimente al gusto con las salsas que incluso puedes personalizar (hay algunas muy picantes exquisitas y otras especiadas y sorprendentes). Esta “fondue china” es un plato con una tradición que remonta a la dinastía Qing (siglo XVII) y que se ha popularizado rápidamente ya que favorece el disfrute de la compañía. Sabroso y auténtico. Justo en frente, hay una pastelería, cuyo nombre, Tiramisu (C/ Pelayo, 13), no entiendo la verdad, porque de italiano no tiene absolutamente nada. Os sorprenderéis al encontrar bollería y pasteles muy exóticos de mil colores, texturas y sabores y bebidas con bolitas de gelatinas, algo que se encuentra en cualquier lado en toda China: la última vez nos tomamos un té matcha con gelatinas de tapioca, muy original, refrescante y delicioso. Podría seguir hablando de otros sitios muy interesantes que se encuentran esta zona, tipo Min Dou (C/ Pelayo, 31), el Spicy Soul Hot Pot (C/ Pintor Benedito, 8) o Casa Ru (C/ Sueca, 65) con sus guindillas pirotécnicas.
Pero hoy, como dije al principio, no quiero olvidarme de nuestras tradiciones asique, aunque cambio totalmente de tema no quería dejar de aprovechar la ocasión para felicitar a uno de los grandes pilares de la historia del vino de esta región: el Fondillón. Sí, porque el “Gran Reserva Fondillón Brotons 1964” y el Fondillón 50 años “Siempre te Esperaré”, de Bodegas Monóvar de MGWines Group han sido galardonados con “Los Premios Alimentos de España”, concedidos por el Ministerio de Agricultura, Pesca y Alimentación, que reconoce la excelencia de los productos alimentarios españoles. Conozco bien el Fondillón 50 años de Bodegas Monóvar y se cuanta pasión, cuanto respeto por las antiguas y gloriosas raíces y cuanta fe ha habido y hay en este increíble vino generoso elaborado con uvas monastrell de la DO Alicante y que parecía destinado a la extinción completa. Enhorabuena al grupo MGWines y Rafa Poveda, a Bodegas Brotons y a todas las bodegas que siguen produciendo este maravilloso vino que deleitaba a las cortes de media Europa entre los siglos XV y XIX junto con Jerez, Oporto y Marsala. Sin duda, éste resultaría algo muy exótico para nuestros amigos chinos.