1996. Verano. Fuimos de los primeros civiles en llegar. Raúl Belinchón, Daniel Duart, hoy reputados fotógrafos y yo mismo, por aquel entonces estudiante de Periodismo, decidimos iniciar un viaje que nos impactaría para el resto de nuestras vidas.
Sarajevo era una ciudad agujereada. Los impactos de mortero se podían ver por todo el pavimento. Había vivido el asedio más largo de la historia a una ciudad en la reciente historia de la guerra moderna. Llegamos 5 meses después del alto el fuego. Y las cosas no estaban muy claras. El alto el fuego seguía siendo muy raquítico.
En “los Balcanes la historia siempre vuelve”. Tito sabía perfectamente el terreno que pisaba cuando creó Yugoslavia. El llamado panyugoslavismo, sepultó con puño de hierro las diferencias entre territorios, etnias y nacionalidades. Y creo un ejército descentralizado preparado para repeler una invasión soviética. Tras la caída del muro de Berlín los símbolos comunistas dejaron paso al nacionalismo exacerbado. Y la venganza de la historia resurgió de la peor manera liquidando a vecinos, familias y civiles que hasta ahora vivían pacíficamente.
Conocimos a Carlos en casa de unos guardias civiles españoles.Llegamos allí de una forma bastante casual. Caminando por la avenida de los francotiradores un jeep militar español paró para preguntarnos dónde íbamos. Se sorprendió comprobar que éramos españoles. Fue muy amable y nos preguntó si queríamos visitar a unos guardias civiles españoles que estaban allí supervisando los acuerdos de Dayton. Le dijimos que sí. Tras degustar pastar tradicionales apareció Carlos, un guardia civil de alto rango con el que tuvimos muy buena sintonía nada más apareció. Nos contó que antes de ser guardia civil había estudiado fotografía en Nueva York.
Por aquel entonces, Ricard Pérez Casado, ex alcalde de Valencia había sido nombrado Alto Comisionado de la UE para Bosnia y Herzegovina.Se estaban implementando los acuerdos de Dayton y España tenía una misión importante en la aplicación de esos acuerdos. El ejército española había hecho un buen trabajo en la ciudad de Mostar. Habían conseguido ganarse la confianza y el respeto de la partes enfrentadas: serbios, croatas y bosnios. Incluso habían inaugurado una plaza llamada, Plaza de España en honor a la presencia española.
Carlos nos subió al camión de la UE y nos hizo un tour por todo Sarajevo. Nos avisó que la situación estaba tranquila, aunque había amenazas de retomar el conflicto si se detenía a Radko Mladic, el líder de los serbios de Bosnia, que estaba escondido en un hotel en Pale, aunque oficialmente tal y como se había dicho en los medios de comunicación, estaba en paradero desconocido. Ahí aprendí la primera lección de la información internacional. No te creas todo lo que te cuentan.
Sarajevo era una ciudad moderna.Había albergado los JJOO de Invierno de 1978. Durante décadas habían convivido bosnios y serbios, pero la cicatrices se veían por todos los puntos de la ciudad.
La zona del aeropuerto de Sarajevo fue lo más impactante. Los aviones de combate aún seguían allí, entre restos de bombas. Las minas habían dejado sin piernas a varios niños. Carlos nos recomendó no andar por allí porque el peligro persistía. Cerca de allí estaba la línea de confrontación, la muralla invisible que separaba los barrios serbios y croatas. Las casas estaban completamente calcinadas.
Camino de Mostar
El tiempo que estuvimos en Sarajevo estuvimos alojado en casa de Sharon, una norteamericana que había establecido contacto visual con nosotros en el autobús que cogimos en Zagreb. Trabajaba para una ONG relacionada con el UN Food Program. Nos acogió 3 días en su casa sin conocernos de nada. Tras varios días en Sarajevo nos trasladamos hasta Mostar. Nos alojamos en la casa de un croata muy amable. Nos contó que su hijo había estado con las milicias croatas muy bien pertrechadas porque habían recibido armamento moderno de Alemania. Pudimos cruzar el puente de Mostar y visitar una casa medieval musulmana. En Mostar tuvimos contacto con los soldados españoles de la IFOR. Pudimos ver sobre el terreno su trabajo.
Aquella guerra abrió en los Balcanes las viejas heridas que muchos pensaban enterradas. La maldad humana, las “limpiezas étnicas”, el exterminio sin piedad de la población civil y la existencia de terribles campos de detención era una prueba de que ninguna es ajena a la barbarie.
Los omisión del dolor
Nos hemos acostumbrado a ver la guerra por televisión. A ver los hipnóticos destellos de las armas antiaéreas grabados con visión nocturna en la guerra del Golfo del 91.También las mentiras. La guerra y su tecnificación ha anulado el dolor humano. Sobre el terreno la guerra es algo terrible y en la ex Yugoslavia se cometieron verdaderas atrocidades cuyas heridas pudimos apreciar en aquel viaje.
Guerra en Ucrania
Ahora se habla de una posible guerra en Ucrania. Vemos los avances tecnológicos que nos permiten asistir a información de inteligencia de fuentes abiertas (OSINT) casi en tiempo real. Se habla del traslado de tanques y armas, pero muy poco de lo sucederá en caso de que volvamos a tener una guerra en el corazón Europa y la crisis de refugiados provocará. Habrá decenas de miles de muertos- ya han habido 14.000- en el Donbass. Las potencia mueven sus piezas en los despachos como peones en el tablero mundial, pero las consecuencias sobre el terreno es terrible y siempre la sufren los mismos.
La guerra no es otra cosa que muerte destrucción y sufrimiento. Nadie que pisara la ex-Yugoslavia podrá olvidarse de aquellas imágenes, de aquellos recuerdos que permanecen en la retina para toda la vida. Sea este un recuerdo a todos los muertos civiles de aquella terrible guerra. Fotos: Pau Vergara y Raúl Belinchón, 1996.