LA INFOXICACIÓN, el exceso o sobrecarga de información que impide profundizar en los temas, ha venido para quedarse. La cantidad de datos y noticias que recibimos sobre un tema llega a desorientarnos y a producir una sobrecarga de estímulos que nos hace imposible procesarla y perder de vista los objetivos esenciales. Ha pasado con la pandemia. Hay analistas, expertos en vacunas, tertulias de médicos, tertulias de tertulianos y ahora políticos de un mismo gobierno que discrepan en las medidas sanitarias. La cantidad de ruido es insoportable. Y al final, la población anda desconcertada cuando no desorientada o indignada. Y cuando el río anda revuelto es fácil que haya ganancia de pescadores.
EN 1999 nuestro querido Manuel Vázquez Montalbán ya escribía en El País que “Toda la cacharrería circulante por las autopistas de la información no está al servicio de la mentira. Pero sí al de la no verdad”. Hablaba Vázquez Montalbán de “opulencia informativa”. En ese río revuelto donde las redes sociales son capaces de conformar realidades paralelas a la carta, es fácil que haya ganancia de pescadores. Un día un señor se inmola para volar un centro de comunicaciones 5G porque piensa que sirve para espiar y transmitir enfermedades (estas navidades en Estados Unidos), otro ataca una pizzería donde dicen que trafican con niños, o se asalta el Capitolio porque están convencidos que las elecciones norteamericanas han sido un fraude.
LO SUCEDIDO en Estados Unidos hay que leerlo como un intento de golpe de Estado. Es una gran conspiración, con muchos flecos desconocidos, pero de una gravedad mucho más profunda de lo que aparentemente intentan transmitirnos. Trump ganó mintiendo y se fue mintiendo. Y esta insurrección coincide con el mayor ataque cibernético que los expertos recuerdan en Estados Unidos. Se han colado en las entrañas del Estado. Todas las miradas apuntan a Rusia, según los principales investigadores. Que nadie dude, que la guerra ha empezado. Y no es por acojonar al personal.
EN ESE ASALTO AL CAPITOLIO, los seguidores de Trump atacaron a los periodistas de los principales medios de comunicación, les arrancaron las cámaras y los trípodes para impedir hacer su trabajo. No interesa contar la verdad porque aunque esta tenga distintas aristas, la verdad existe y no es algo relativo. Matar al periodista es el paso previo para imponer realidades paralelas. Un terreno abonado para grupos de extrema derecha, autoritarios, xenófobos y racistas.
EL PREMIO NOBEL de economía Paul Krugman, un hombre más bien moderado, escribía en El País un artículo titulado “Es hora de plantar cara a los fascistas que nos rodean”. Apuntaba que “Donald Trump es un autoritario dispuesto a usar la violencia en su estrategia nacionalista y racista”. Estamos totalmente de acuerdo en comenzar a llamar las cosas por su nombre.
LO CIERTO, es que esa estrategia ya está en España. Fue el PP de José María Aznar el primero en aplicarla cuando difundió la idea de que la victoria de José Luís Rodríguez Zapatero en 2004 era ilegítima. Luego vino la llamada “teoría de la conspiración” de los atentados yihadistas del 11M, perfectamente arropada por medios de desinformación como el diario El Mundo.
ESA ESTRATEGIA ha sido teorizada y muy mejorada por el ideólogo del trumpismo, Steve Bannon que asesora a Vox. El odio y la deslegitimación de la prensa, la difusión de noticias falsas, la negación de la realidad o el acoso personal y continuado a las casas de los políticos, como Pablo Iglesias, forman parte de una estrategia perfectamente planificada. La diferencia con Estados Unidos es que aquí tienen poderosos aliados como un sector de las Fuerzas Armadas, que sigue siendo golpista, y un sector de la policía nacional con su sindicato como JUSAPOL que ha puesto en práctica esas mismas acciones de amedrentamiento , incluso de asalto al Congreso de los Diputados como sucedió el pasado mes de marzo. Lo más parecido al asalto del Capitolio que hemos vivido en Europa.
TODOS estos elementos son muy preocupantes. Obligan a los partidos políticos democráticos a estar en alerta y a los ciudadanos comprometidos y concienciados a hacer un ejercicio mental para no perder la perspectiva de las cosas que realmente son importantes. Nos jugamos mucho. Nos jugamos la democracia.