Cartelera Turia

INTERNACIONAL: PARTE DE GUERRA

CHRISTIAN PARRA DUHALDE: Tras cumplirse 600 días del conflicto rusoucraniano, y cuando éste ya amenazaba diluirse en las consciencias vigilantes ya fuere por el desgaste de una guerra concebida como una prueba de fuerza o porque su fin implicaría el hiperbólico fin de todo, surge un nuevo enfrentamiento pero de raíces ya legendarias que algunos remiten a los tiempos de los faraones y el éxodo judío bíblico desde Egipto. La asonada actual de Hamás sobre Israel desde la Franja de Gaza que gobierna desde las elecciones parlamentarias de 2006, no es una sorpresa en cuanto expresión de la rivalidad entre judíos y palestinos –con dos guerras, dos Intifadas y miles de enfrentamientos esporádicos de por medio-, pero sí lo es por su virulencia y la previa logística que implica un ataque que consiguió anular parte estratégica de las comunicaciones militares mediante el uso coordinado de drones, parapentes y motocicletas, nunca antes manifestada en los múltiples y esporádicos choques de parte de una organización paramilitar cuya única fuerza consiste en armas de mano, fusiles de asalto, cohetes de medio alcance -muchas veces de fabricación casera- cuando no es de improvisadas molotov u hondas y piedras contra balas, tanques y artillería, y la voluntad de un pueblo humillado contra un ejército moderno hasta la nuclearización y una sociedad militarizada como parte de su cultura racial y nacionalista que ha derivado en un nuevo Apartheid, pese a que más de un 11 % de su población profesa la religión musulmana, como todos sus vecinos geográficos.

Obviamente, Hamás –primer grupo armado de la región fundado como rama de los Hermanos Musulmanes egipcios tras la primera gran revuelta contra la ocupación israelí de Gaza, Cisjordania y Jerusalén con el esencial propósito de la destrucción del estado  hebreo cuya fundación, hace 75 años, es considerada una Nakba, es decir una catástrofe- contaba con la creciente reprobación del pueblo judío contra su discutido líder Netanyahu atenazado por múltiples acusaciones de corrupción y nepotismo a las cuales pretendía enfrentar previa reforma judicial, que, de paso, le permitiera prolongar su poder de cariz evidentemente sionista apoyado por facciones ultrareligiosas y ultraderechistas y muy distante del principio, internacionalmente aceptado, de dos estados soberanos con Jerusalén como capital común, lo cual (el ataque sorpresa) habría –quizás- redundado en una complicada movilización general si se hubiese dado el caso. A la espera de acontecimientos por desarrollar, en particular por la posición que tomen actores regionales como Jordania que apuesta por la diplomacia, Líbano con el grupo Hizbulá ya actuando con el propósito de amplificar el enfrentamiento, Egipto que teme una oleada migratoria masiva o un siempre acechante Irán, o Incluso Cisjordania (la otra mitad de un país dividido hasta la mutua enemistad política en lo relativo al reconocimiento de Israel, y gobernado por la Autoridad Nacional Palestina, heredera de Fatah y la OLP de

Arafat), USA no ha tardado en reivindicar el derecho israelí para defenderse, pero lo ha hecho enviando munición sin demora, lo que deja en evidencia su posición ante un asunto en el que destacan todos los mandatos de la ONU y la legislación internacional que Israel ha quebrantado desde su fundación, tanto apoderándose de más del 50 % del territorio asignado como por su agresiva e incontrolable política de asentamientos a costa de la destrucción de la mínima infraestructura palestina de tanto en tanto asolada, tanto como para que el mismo organismo que creó el problema, a su vez origen de gran parte de los conflictos de Oriente Medio, en 2020 lo declarase “un lugar inhabitable”. Presionado por las leyes humanitarias que prohíben considerar a la población como objetivos militares (cuestión inherente a todas las guerras), USA ha debido matizar sus iniciales e incondicionales declaraciones de lealtad acérrima subrayando que si esta colaboración contempla la derrota de Hamás debe hacerse según principios de proporcionalidad que nunca han sido respetados, ejemplo nítido de lo cual lo es la relación de víctimas en las dos últimas revueltas en Gaza –en 2008-9- con el resultado de 1417 muertos palestinos (el 70% civiles desarmados) contra 131 soldados israelíes, y ello por no abundar en otras cifras lapidarias como las 4500 víctimas palestinas sumadas en menos de un mes de venganza. Con la Franja de Gaza sometida al bloqueo de energía eléctrica, agua y ayuda alimentaria y a la espera de la invasión judía de su región norteña, el sueño israelí de la completa aniquilación palestina podría señalarse como el principio del fin con la subyugación de La Franja y un ideal protectorado de apariencia autonomista sobre una Cisjordania aún más propensa al diálogo que a las armas. Aun.

Que Hamás y sus aliados más determinados a la vía armada, como el mencionado Hizbulá, la Jihad Islámica y los resquicios del Daesh, aparte de la más lejana Guardia Revolucionaria Iraní, son organizaciones terroristas no cabe duda –sea el que sea el objetivo-, pero que Israel es el culpable original del conflicto –que es eje de la internacionalización de la guerra cultural Islám-Occidente- en su arrogante desdén por la regulación internacional es un hecho histórico, por más que la dualidad política internacional imperante encuentre en este enfrentamiento la encarnación de sus fundamentos, en particular respecto del antisemitismo. Culmen del absurdo resulta escuchar al ucraniano Zelensky comparar a Hamás con Putin signo de la interesada ignorancia de que ambos pueblos luchan por lo mismo, que son sus tierras y sus hogares sin considerar, además, el sintomático hecho de que el pueblo de Sion ocupa las mismas consideraciones que su mayor verdugo, el otrora régimen nazi: esto es la discriminación étnica y la ocupación violenta del que consideran su espacio vital, en palabras propias su Tierra Prometida que –no olvidar- antaño, y prueba de su irracionalidad, fue concebida en la Patagonia sudamericana. Razones habrá para entender a ambos contendientes, pero prima la que modeló la condición humana, siempre más cerca de lo peor que de cualquier otra opción, en particular la convivencia en paz.

 

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