Si algo nos ha dado el cine y literatura de aventuras es la capacidad de teletransportarnos a otros mundos, a otras realidades y a otras vidas que no son las nuestras. Al igual que en la literatura, el género de aventuras comprende en el cine todo el ciclo de hazañas que distingue el tradicional itinerario mítico, desde las gestas de la antigua caballería hasta la búsqueda de tesoros, pasando por todas aquellas peripecias que popularizó el folletín a lo largo del siglo XIX. La prodigiosa imaginación de Jules Verne, Emilio Salgari, Robert Louis Stevenson, Alejandro Dumas, Mark Twain, Herman Melville o Daniel Dafoe han jugado un papel fundamental en nuestro crecimiento emocional y sentimental. Me atrevería a decir que el cine de aventuras es el género que más nos conecta con nuestra infancia o juventud. El Halcón y la flecha, Los contrabandistas de Monfleet, Las minas del rey Salomón o Hatari son solo algunos de los títulos que hemos visto múltiples veces. A los que éramos niños en los 80 nos marcó Indiana Jones . Ese nuevo héroe que como escribía Román Gubern bebe de la cultura pulp y que Spielberg consigue resignificar. Luego seguimos disfrutando con Piratas del Caribe, incluso con pelis destinadas a un público infantil como Narnia. La maldita pandemia y el confinamiento nos ha abierto más que nunca la mente para buscar ese sano entretenimiento aventurero.
Jungle Cruise es la primera gran producción de aventuras postpandémicas. Al frente de la dirección está el español Jaume Collet-Serra que ya ha demostrado ser un efectivo realizador de superproducciones. Jungle Cruise bebe de La reina de África, de John Huston. Pero Dwayne Johnson no es Humphrey Bogart y Emily Blunt se le queda corta a Katharine Hepburn.El pomposo envoltorio, lleno de efectos visuales (plantitas, insectos y animalitos) no acompaña a una simple historia mil veces contada. Ese exceso visual mata la aventura.La película transmite unos valores positivos dando a la mujer un papel activo en la acción (no es un florero) o sugiriendo la clara homosexualidad del personaje que interpreta Jack Whitehall (parece que aquí mutilaron bastante al personaje) o el discurso final de ruptura con la tradición de la academia de ciencias. Pero no es suficiente. Hay mucho corta y pega con la aparición de unos fantasmas españoles que recuerdan demasiado a Piratas del Caribe y como digo una tendencia a hacia lo digital que llega a empachar cuando la historia no da más de sí. Mencionar la aparición (poco graciosa) de Quim Gutiérrez y Dani Rovira como los fantasmas de la maldición española. La aventura resultó frustrante.