ANDRÉS G. MARTÍ: El nuevo proyecto de remodelación integral de la plaza de la Reina no ha estado exento de polémica desde el día de su inauguración. A los pocos minutos (sí, minutos) de la inauguración ya teníamos un paquete coordinado de opiniones en algunos medios que dicen informar. Desde el primer momento. Críticas muy negativas. El carácter emblemático de la plaza que funciona a escala de ciudad tenía que hacer frente a varios desafíos de carácter urbano que ha resuelto. De mejor o peor manera según sea el caso. Uno de estos desafíos era coser la ciudad a nivel peatonal. La plaza se entiende así como un lugar de conexión entre diferentes tramas o dibujos urbanos. Aquí, la sensibilidad de los materiales elegidos para pavimentar la superficie ha sido un punto clave; la elección ha sido la piedra caliza con la que la Catedral está construida. Además la intencionalidad de adscribirse de un modo literal a la materialidad de la Catedral, se manifiesta al acercarnos a la fachada mediante el uso de un pavimento con tonos más marrones que los ocres pálidos destinados al resto de la Plaza. Podemos discutir sobre la obviedad de tal recurso, pero cuando las cosas funcionan, funcionan. Gracias a este recurso, la Puerta de los Hierros, entrada norte de la Catedral de València, y toda su fachada noreste que representan un paisaje urbano de calidad arquitectónica incuestionable, se funden con el nuevo pavimento en continuidad.
Esta perspectiva, desde la Calle de la Paz, ha de ser tomada en cuenta cuando se proyecta el espacio y se decide dónde colocar arbolado. En este punto, además de la trama urbana y las vistas, el equipamiento de párquing subterráneo es un condicionante esencial, pues este nos dicta el lugar en donde se puede plantar y donde no-con un presupuesto dado. Este punto ha sido uno de los más criticados, tildando al espacio como de un secarral[1], falto de sombra y exceso de cemento.
Si se hubiera plantado un bosque en la plaza para crear zonas de sombra, la visual de la Catedral, clave en la plaza de la Reina se vería comprometida. Aquí es donde toda la crítica relativa a la sombra hace aguas. En el proyecto del arquitecto José María Tomás Llavador prevalece el carácter icónico de la plaza, su perspectiva, sobre otro tipo de decisiones. La plaza entonces, se entiende como espacio de reunión, a cielo abierto, en la que es posible realizar eventos y reuniones, realzando a su vez el patrimonio histórico y vertebrando.
Un detalle acertado y amargamente criticado es el bosque de pérgolas de tela a diferentes alturas que encuadra la Puerta de los Hierros. La tela, no obstante, empleada para crear zonas de sombra no mitiga suficientemente el haz incidente, cosa que tiene muy fácil solución poniendo un textil opaco y contrastando así la sombra. Me parece aventurado y estúpido reducir a barro un trabajo arquitectónico de tal calibre como el que se ha hecho en la Plaza de la Reina por los detalles muy menores que se citan como críticas al todo.
Así funcionan los concursos de arquitectura: haces tu proyecto, tomas tus decisiones, lo entregas, un jurado lo evalúa y concede su veredicto. Luego viene la construcción, y es cuando el proyecto que hemos pagado adquiere materialidad. Estas son las reglas y son las que hemos decidido como sociedad. ¿Qué puede mejorar el sistema? Por supuesto y sin embargo, este sistema garantiza un mínimo de calidad. Garantiza que un jurado técnico evalúe los proyectos presentados a concurso, atendiendo al diseño, pero también al presupuesto. Como garantes de nuestros intereses. Y luego otra cosa: el jurado son personas y como tales, tomarán sus decisiones basadas en datos objetivos, pero también subjetivos. Si así, es. Es que somos humanos.
Algunos datos objetivos…
Pese a todo el ruido que ha habido alrededor de la Plaza de la Reina hay algo que permea. Los muchos detalles, escenas, lienzos y situaciones que se han proyectado nos hablan de un proyecto integrador. Un proyecto con una sensibilidad determinada frente a la accesibilidad como concepto y con contenido. Un proyecto que proporciona una plaza que se reabre como espacio de reunión para los peatones. Con espacio para el recuerdo y ensalzamiento de la figura del arquitecto valenciano Rafael Gustavino, así como de las antiguas vías del tranvía. Pone en valor el patrimonio histórico de la ciudad de València convirtiéndose este en el lienzo de lo que sucede en la plaza. Recupera 12.000 metros cuadrados para el peatón en un espacio que antes era territorio rodado. La masa forestal plantada es de 1.400 arbustos y 115 árboles que, aún no han desplegado su potencial. Démosle a los árboles un poco de tiempo para crecer. Vayamos tranquilos ahora. Se han instalado dos fuentes de agua potable, casi medio kilómetro de bancos adaptados- para sentarse y, a falta de sombra, tomar el sol. Además el proyecto ha incorporado 21 iniciativas ciudadanas que han profundizado en los usos peatonales y definido el párquing subterráneo con iniciativas que fomentan el comercio de proximidad. Pero esto son tan solo datos. Le invito a que en cuanto tenga oportunidad, visite la nueva Plaza de la Reina y tome su propia opinión basada en los datos, pero también en su propio espíritu crítico.
Yo siempre tengo en cuenta lo difícil que es hacer algo. Cualquier cosa que tenga el mínimo interés cuesta mucho esfuerzo. Es muy difícil conseguir Arquitectura, pero a veces se consigue. Este es el camino. Hay que seguir València.
[1] Aqui conviene explicar que la Plaza de la reina se inaugura el 28 de Julio del ano 2022. Desde que hay registros, no se recuerda un verano tan caluroso como este. Por tanto, la crítica de secarral es lo que es: un insulto a nuestra inteligencia.