ABELARDO MUÑOZ: La prisa domina nuestro tiempo. La rapidez, lo inmediato es el imperativo cotidiano que nos impide pensar. Y así nos va. De cráneo, víctimas de la ansiedad y las expectativas truncadas. Y el contexto en el que vivimos empeora las cosas. Nos enfrentamos a
un problema grave en estos tiempos de gran movilidad de masas. Alucinamos al comprobar cómo nuestras ciudades se transforman en parques temáticos para turistas y la gentrificación es una pandemia irreversible. Solo hay que contemplar lo que está sucediendo en los barrios históricos de nuestra ciudad, desde el Cabanyal hasta el Carmen. “Las ciudades turísticas dejan de pertenecer a los que en ella viven, sufriendo una notable dinámica de expulsión de los centros urbanos”, se dice en un libro clarificador y esencial,“Homo movens”, recién salido de imprenta. Un ensayo sobre el fenómeno del turismo.
El cansino mantra de que el turismo es el petróleo español se desmorona. Los sociólogos comienzan a hurgar en el asunto y desvelar las claves de este virus moderno que el capitalismo de última generación está inoculando en nuestra sociedad y cultura. Así la turismofobia comienza a ser un quebradero de cabeza para los gobiernos de las ciudades globales y para las grandes empresas que se benefician del tema.
Un penetrante estudio recién publicado que comienza con esta cita, promete: “Un país que se abre al turismo se cierra metafísicamente. A partir de entonces ofrece un decorado, pero ya no su potencia mágica. El turismo es uno de los grandes movimientos nihilistas, una de las grandes epidemias de occidente”. Así de demoledor, así de cierto. Esta cita de Gerhard Nebel introduce un libro esencial del prolífico ensayista Josep Burgaya. Un trabajo que inserta el estilete de su análisis como una autopsia en el corazón del problema. (*) Con lo que llama “el imperativo de la movilidad” el autor desenmascara el nuevo turismo de masas como una estafa en toda regla. Ciudades como Madrid y Barcelona, y cada mas más Valencia, se convierten en destinos de jóvenes europeos que pretenden una “experiencia extrema”. “La libertad reducida a una cogorza de terraza del bar. Una parodia de libertad”. Y estos turistas incómodos “dinamizan servicios que acaban por no tener ningún sentido, desde la oferta de vuelos hasta la profusión de restaurantes pensados para visitantes”. Solo hay que pasearse por la calle San Vicente y aledaños para comprobarlo. Turismo de borrachera, desde luego y todo muy rápido. Son turistas que se desmadran una semana en este paraíso del sol y la fiesta y desaparecen.
Burgaya, que es doctor en historia contemporánea por la UAB, sigue hurgando en el problemón que se nos echa encima. Escribe: “De hecho, el turismo es una expresión bastante fidedigna de nuestra humanidad digitalizada, poco dada a la observación, la pausa, la reflexión y a la vida tranquila y sedentaria. Queremos habitar en un videojuego”.
Aquí la madre del cordero del imperativo de la movilidad que despelleja el autor. La obsesión por salir de casa hacia un presunto exotismo de lo diferente que al final es una decepción Con el low cost, sus vuelos baratos pero incómodos y el cartón piedra y decepción de los prometidos resorts en el paraíso, desde el Caribe a Thailandia. El caso es mover el culo, viajar a donde sea y hacer fotos sin parar para dar envidia a los amigos.
“Este cambio cultural en el que el reposo tranquilo y el sedentarismo están prácticamente perseguidos tiene que ver no tanto como un elemento evolutivo de la sociedad, como una necesidad vital, sino como un imperativo mercantil consubstancial al momento de desarrollo del capitalismo y al predominio de una determinada tecnología que impone el cambio y la movilidad continua sin espacio para la demora”.
El ensayo analiza y desmonta tópicos como el de que el turismo de los años 1960 benefició el final de la dictadura. Al contrario alargó la supervivencia del franquismo. No sería un país tan malo si llegaban tantos visitantes y disfrutaban de su libertad ·”La llegada de europeos y los hábitos del bikini y las playas y la actitud festiva permitieron mudar la España en blanco y negro de la posguerra hacia el cine en color”.
El extenso trabajo de Burgaya, la descripción pormenorizada y análisis de esta plaga- su descripción de lo que está sucediendo en Venecia pone los pelos de punta- ofrecen al final cierta esperanza de cambio. El ensayista lo deja claro “El turismo es una parte integrante de un determinado orden social y económico establecido por el capitalismo contemporáneo”. Adiós a los viejos sueños de la generación perdida de los años 1960, viajera idealista y utópica. “El viaje como cómo filosofía transgresora, como intento de romper con el mundo, como contracultura, se terminó con la generación beat que bajaba a México y se sumergía en sus experiencias con el peyote y otros “viajes alucinógenos”. Aquí fue el norte de Marruecos nuestro México, Ketama y Chefchauen. Ante este panorama desolador en su posdata el autor nos da un respiro y una propuesta de futuro.
“Frente a la hipermovilidad no habrá nada mas transgresor y revolucionario que una vida tranquila y estática , slowlife podría ser el eslogan que lo representara”.
Como ya señaló, el exiliado tangerino y escritor Paul Bowles, y confirma Burgaya: “el turismo es lo contrario al viaje”.
(*) Homo movens. El impetarivo de la movilidad y la turistificación del mundo. Josep Burgaya. El Viejo Topo 2024