JUSTO SERNA: La derecha valenciana es una, variada y condensada. Hasta hace poco marchaba bajo unas mismas siglas. Qué tiempos. ¿Cuáles habrían sido sus personajes? Rita y Rus, responderán unos. Camps y Fabra, dirán otros. No, responderá un tercero: Zaplana y Blasco. Quizá más que ese certamen resulten importantes sus prácticas: el estilo de gobernar. Es fácil la respuesta: hay que llegar al poder y ejercerlo sin prevenciones. Así, ejercer el poder significa avaricia y dominación, hegemonía y patronazgo. Por avaricia entiendo voluntad de acaparar las instituciones. Por dominación, el control político. La hegemonía confirma ese dominio, lo justifica haciéndolo inevitable y deseable. Por patronazgo entiendo una red de clientelas: gracias al gasto aumentaba la gente que se sentía pagada. Se alentaba el orgullo que une lo valenciano y lo hortelano, la Autonomía y el partido, el Municipio y el territorio. Se favorecía elindividualismo desafiante del propietario que mezcla lo patriótico con el solar. Son elementos contradictorios: para muchos en el PP, la ostentación, la vanidad y la picardía eran las reglas. Durante años, el público no las vio mal: parecían traer riqueza. Sucedía como en Italia, donde Berlusconi se presentaba como el tipo avispado, como un capitán de empresa. También aquí se llenó el terreno de pícaros que habrían ascendido gracias a sus dotes: la rapacidad, la contundencia expresiva y la rentabilidad personal. Demagogia y presupuestos generosos, derroche y desmesura estética: o, en otros términos, la derecha habría sabido mezclar el capitalismo municipal con el comunitarismo emocional, el provecho con el sentimiento, el localismo con el victimismo. Para que el mejunje funcionara había que gastar a manos llenas. Ese modelo acabó, pero puede volver. Como dijo Alberto Fabra: “tenemos un problema. Nos hemos despertado del sueño tarde, con pesadillas y con mucho dolor de cabeza”. Esta metáfora, la del dolor de cabeza, alude a la resaca. O al desvarío. ¿Y cómo se cura? Con austeridad: pero no entendida como recortes presupuestarios, sino como eliminación del derroche. La derecha velóla visión común de las cosas y durante años todo quedó oculto tras la pompa. Ha sido una asfixia y al final su último mandamás admitió que las instituciones padecían ahogo. Más bien amenazaban con ahogarnos. En 2012 me decía: “Espero que algún día la ciudadanía deje de deslumbrarse con la derecha valenciana, con esta derecha de poder emocional, de pujos ideológicos y de lujos edilicios”. Algo ha ocurrido, algo le había ocurrido. Aquella derecha estaba desahuciada. Ahora nos promete sumar. Adeptos. Luego ya multiplicarán los panes y los peces.