Finalmente parece que ha dejado de hacer tanto calor (este año ha costado…) y está haciendo el tiempo perfecto para irse un domingo o un fin de semana fuera de la ciudad alejándonos de la rutina. Hay itinerarios y parajes a pocos minutos de coche de València que pueden ser múltiples opciones para ello y que nos reservan muy agradables sorpresas. Admito que, hasta el fin de semana pasado, había ido casi siempre en dirección sur, pero esta vez cogimos la carretera que de Sagunto va hacia Teruel para adentrarnos en la zona del Alto Palancia y la Sierra de Espadán. Uno de los sitios más conocidos es sin duda el Salto de la Novia (en Navajas) pero hay muchos otros igual de interesantes, que ofrecen propuestas gastronómicas muy fieles a la tradición local. No me voy a alargar mucho hablando de las rutas turísticas y de alojamientos, ya que tengo mi compañero Paco Tortosa que lo hace de maravilla y mucho mejor que yo, asique intentaré limitarme a los placeres de la mesa.
Tuvimos la suerte de ser acompañados por la presidenta de la Mancomunidad del Alto Palancia, Jessica Miravete que nos hizo descubrir parajes maravillosos. La ruta empezó en Soneja, y desde allí nos dirigimos al pintoresco pueblo de Gaibiel situado en un hermoso y boscoso valle donde se puede parar a almorzar en El Porvenir (C/San Blas, 2): se come muy bien y además ofrece un menú de mediodía a 12€. Si queremos tomarnos nuestro tiempo y pasar el día completo, podéis cenar en La Mecedora de la Abuela (CV-213, km 2) por unos 25-30€: un sitio rústico hecho de madera y piedra con una bonita terraza al lado del río y donde degustar platos de la tradición local como el conejo con caracoles y tomate (en Gaibiel hay uno de los mataderos de conejos más grandes del país). Ojo, abre solo los fines de semana. Otros platos típicos de la zona son la olla (cada sitio tiene su versión), los caracoles, las setas (estamos en temporada de rebollones) y, como no, el aceite, que en esta zona es una verdadera marca de identidad. De hecho, el aceite de oliva virgen extra de Viver, elaborado con la variedad serrana, es uno de los mejores de España (probad el Lágrima, si no lo habéis hecho todavía).
Merece la pena visitar el antiguo castillo que domina el valle. Después de despedir la alcaldesa del pueblo, Ester Giralte, nos dirigimos a Matet, donde pudimos gratamente apreciar cómo se han organizado toda una serie de rutas turísticas sostenibles, adaptadas para todos los públicos, incluso una para discapacitados intelectuales. Respecto a sitios donde disfrutar de la gastronomía lugareña, al lado de la iglesia encontramos La Negra (Plaza Iglesia), el bar de toda la vida que ha encontrado nueva vida convirtiéndose en asador: allí se puede almorzar y comer de maravilla. Sus guisos son muchos, aprovechan los productos locales y uno de los más típicos es el que se hace con los cardos. ¡Hay que probarlo! A un cuarto de hora de Matet, bajo el pico más alto de la comarca, la Rápita (1104 m.), está el pueblo de Vall de Almonacid, donde se pueden hacer muchas rutas en un entorno rico de biodiversidad: el castillo de Almonecir que construyeron los monjes guerreros musulmanes, las rutas del agua o las trincheras de la guerra civil, entre otras. Para tomar un café podemos ir al Bar La Plaza (Plaza Iglesia) y para disfrutar de la olla del pueblo o de los embutidos de Barraca, nos recomiendan ir a La Palanca (C/Cequiola).
A otros pocos kilómetros, está uno de los pueblos más importantes y pintorescos de la zona junto con Segorbe, Jérica. Su casco antiguo es precioso, alrededor hay unos parajes maravillosos y, por supuesto, su gastronomía es excelente. Muy bueno el restaurante Randurías (P.º las Fuentes, 18) que los fines de semana ofrece un menú con 3 entrantes para compartir, un plato principal y postre por 23,50€. Aquí disfruté de unos exquisitos quesos de Almedíjar con confituras de la Cartuja de Altura, un espectacular hojaldre de gueñas de Viver, unos tomates de Gaibiel muy dulces con aceite de la cooperativa de Jérica, una chuleta de cordero macerada con hierbas aromáticas de la Muela de Jérica y, para rematar, el dulce típico del pueblo, los Jericanos. Un auténtico viaje gastronómico por la bonita comarca de Alto Palancia. Si os queda tiempo y queréis probar y comprar las trufas de invierno: en Barracas (C/Valencia, 41) encontraréis producto de alta calidad y fundamental para la economía del pueblo, además, si tenéis suerte podréis conocer a Luna, una perrita que es una auténtica crack para encontrar trufas. Sin duda un buen plan para estos días.