NEL DIAGO: La verdad es que ya no recuerdo cuántas reposiciones remontajes de esta obra se han hecho en España desde que en el siglo pasado se nos diera a conocer en versión castellana de Juan Vicente Martínez Luciano y Ana Gimeno, en una puesta en escena en la que sobresalió Emilio Gutiérrez Caba, ganador de un Premio Cartelera Turia por ello. Y es que el relato de Susan Hill, adaptado para la escena por Stephen Mallatratt, nunca ha dejado de tener, por su carácter excepcional, un innegable interés para los espectadores más diversos (en Londres lleva varias décadas en las tablas) y también para los creadores escénicos, pues supone todo un reto su escenificación, por mucha tradición que ya tenga a sus espaldas. La versión que ahora se nos ofrece (traducción al castellano de Jesús Sánhez-Ramade y al valenciano de Diego Braguinsky) cuenta con varios elementos que la hacen particularmente atractiva, y no sólo para el público local; en primer lugar, la labor actoral, ese duelo interpretativo entre un dinámico Jordi Ballester y un experimentadísimo Diego Braguinsky; en segundo término, toda la configuración de la puesta en escena, con sus trucos y sus sorpresas, en la que cuentan y mucho, la asesoría del mago Nacho Diago, el espacio sonoro de Víctor Lucas (absolutamente imprescindible), el diseño escenográfico de Luis Crespo, el sugestivo vestuario de Pascual Peris y la determinante iluminación de Carlos Alzueta; todo ello armonizado y conducido con mano maestra por una Rebeca Valls que, más allá de su incuestionable valía como actriz, poco a poco va afirmándose en esta faceta de la dirección escénica. Un trabajo más que plausible.