NEL DIAGO: Hace unos pocos años Manuel Valls nos sorprendió como dramaturgo abordando una versión dramática del universo descrito por Tod Browing en Freaks, es decir el mundo de los seres raros, deformes, fuera de norma, y su explotación por sujetos sin escrúpulos que procuran obtener un beneficio crematístico valiéndose de la morbosidad impúdica de ciertos sectores sociales. Siguiendo la estela que dibujó con Las hijas de Siam, ahora Valls fija ahora su mirada en un personaje real, la mexicana Julia Pastrana (como “la mujer más fea del mundo” se la anunciaba en los carteles) y su relación con Theodor Lent, quien sería su representante en el negocio del espectáculo y con quien se casaría y tendría un hijo. La historia de esta singular mujer que murió en Moscú en 1860 tras dar a luz un niño, que tampoco le sobrevivió, no concluyó con su fallecimiento, al contrario, el marido la hizo momificar (y al hijo) y siguió exhibiéndola en circos y teatros, y sólo en 2013 la Universidad de Oslo, donde había ido a parar tras un largo y siniestro recorrido, decidió entregar sus restos a las autoridades mexicanas a fin de que fuera finalmente enterrada en el país que la vio nacer. Esta noticia impulsó al dramaturgo y director mexicano David Olguín a escribir y dirigir con su compañía El Milagro, en 2015, La belleza, pieza que aborda la trágica historia de esta compatriota suya, si bien partiendo para su itinerario de la figura de su “descubridor” Teddy Lent y de la supuesta fascinación que el norteamericano pudo sentir por la sinaloense Pastrana. Manuel Valls, por lo que vemos, también se vio concernido por la historia al punto de escribir, dirigir, interpretar y producir su propia versión del asunto, enfocada de una manera mucho más brutal y directa, haciendo hincapié en la inhumana explotación de la desdichada mujer que, más allá de su notoria fealdad, era una artista que sabía cantar y bailar y una persona con afectividad y sentimientos. El resultado es una propuesta escénica verdaderamente brillante, sutil y delicada (el momento del abrazo es memorable), en la que no faltan las notas cómicas o la crítica acerada. En la feliz consecución cabe destacar ante todo el capítulo actoral, con un Juan Carlos Garés, tan polivalente y eficaz como su experiencia acredita, una Lucía Albar conmovedora, de quien te llegas a creer su imagen de fealdad, siendo así que ni es fea ni la han caracterizado con un maquillaje explícito, y el propio Manuel Valls, al que pocas veces le hemos visto tan dúctil (imagino que la participación de Isabel Martí como ayudante de dirección habrá contribuido a ello). Ahora bien en la excelencia del montaje también juegan un papel destacado la bella escenografía de Luis Crespo, el atractivo vestuario concebido por Marta Violeta Chiner y Gloria Román, la precisa iluminación de Ximo Olcina, las notas musicales de Carles Chiner (¡esas habaneras!), así como el audiovisual de Josemi Felguera. Un magnífico trabajo.