ARTURO BLAY: Este 7 de julio se cumplen cuarenta años del mítico concierto que, en el 82, los Rolling Stones protagonizaron en Madrid, en el estadio Vicente Caderón. Un evento histórico, sí, y mucho tuvo que ver con el momento que vivía este país que había soltado amarras con la dictadura y volaba hacia la modernidad. Pero se recuerda sobre todo por el caos que generó una espectacular tormenta y la brutal tromba de agua que descargó sobre el estadio, y que, lejos de disuadir a los Stones de iniciar el espectáculo, las animó a cabalgar a lomos de rayos y truenos y protagonizar el inicio de concierto más delirante que se recuerda.
Y, como la historia de Ricky Martin, el perro y la mermelada, un “fake” televisivo que sin embargo mucha gente aún asegura haber visto, también parece que todo el mundo estuvo en ese concierto. Pero no, fueron algo más de 60.000 afortunados, entre los que, créanme, yo me encontraba, rodeado de una colla de amigos que nos habíamos desplazado desde Valencia para ver el primero de los dos conciertos que iban a dar en Madrid (el segundo iba a celebrarse en Barcelona, pero por la coincidencia con el Mundial de fútbol, el Español se negó a ceder Sarriá con todo el aforo vendido). Y, aunque mi memoria es muy tramposa, los recuerdos de aquella noche de hace cuarenta años están indelebles.
En el 82, España se preparaba para que “no la conociera ni la madre que la parió”, como estaba a punto de aventurar Alfonso Guerra solo tres meses después. En esa España que cambiaba a un ritmo vertiginoso, la llegada de los Rolling Stones fue todo un acontecimiento mediático, rivalizando con el Mundial, cuya final se jugaría cuatro días más tarde en el vecino Bernabeu, aquel inolvidable Italia-Alemania con los goles de Paolo Rossi y los aspavientos del presidente italiano Sandro Pertini. España era un país efervescente, que había abrazado con fuerza la libertad. No era su primera visita, los Stones ya habían tocado en el 76 en la Monumental de Barcelona (mismo sitio que los Beatles once años antes). Pero su presentación en Madrid en el 82 simbolizaba los nuevos tiempos de un país que saludaba entusiasta al mundo tras superar los tiempos de oscuridad.
Los teloneros fueron la J. Geils Band, el grupo americano cuyo éxito Centerfold sonaba sin cesar en los 40. Su concierto fue impecable, pese al calor insoportable que, haciendo honor a su nombre, incendiaba el Calderón. La expectación de ver por primera vez a los Stones era enorme, pero el agobiante calor iba en aumento, la temperatura se había disparado a los 40 grados, el agua y la cerveza volaban, mientras que desde el escenario, mangueras y cubos de agua refrescaban al público que ya no sabía qué hacer para protegerse del insoportable bochorno.
Súbitamente, a eso de las nueve de la noche, aún con luz diurna, empezó a soplar un fortísimo viento, a la vez que el cielo se cubría de enormes nubes negras surgidas de la nada. Espectaculares truenos y relámpagos dieron paso a una tromba de agua brutal, una tormenta de verano colosal que se desencadenó en segundos. Casi no se atisbaba el escenario. Y en medio del furioso vendaval, cuando nadie en su sano juicio pensaría que se pudiese celebrar el concierto, empezó a sonar Take the A Train, la pieza de Duke Ellington que utilizaban los Stones en esa gira para salir a escena. Imposible: el escenario amenazando desplomarse, los técnicos sujetando los frontales para que no se vinieran abajo, el aire huracanado arrancando los enormes racimos de globos…
En ese escenario apocalíptico, los Stones salieron a escena, sin cobijarse, al borde del escenario para empaparse de agua con el público. Los globos acabaron cayendo al escenario, sepultando al grupo, que prosiguió impertérrito tocando Under my thumb y pateando globos en medio del caos. Varios técnicos intentaban achicar agua del escenario mientras otros hacían lo que podían para que no se desplomaran los decorados. Todo el Calderón vivió unos minutos de locura colectiva, un desafío a la salvaje tormenta seguramente tan peligroso como inconsciente, pero con la sensación de que se estaba viviendo algo histórico. Para casi todos, era el primer concierto de los Stones, y aquel apocalipsis multiplicó la leyenda de ese momento. El propio Jagger acabó pasando la mocha por el escenario. Fue la primera vez que en Madrid se escucharon en directo los entonces ya clásicos de la banda, con el regalo para la afición local de Angie, ausente del repertorio de esa gira
Cuenta Gay Mercader, promotor de aquel concierto y amigo personal de la banda, que pensó en la suspensión, pero que cuando Mick Jagger miró al cielo y vio la brutal tormenta le dijo: “este es el momento”, y salió corriendo hacia el escenario secundado por el resto del grupo. Una intuición que propició un espectáculo inolvidable, y que la propia banda recuerda como uno de sus conciertos más épicos. ¿Se aliaron con Satanás esa noche? Keith Richards lo dudaba años después con su pícara sonrisa: “Creo que cuando muera, Dios me estará esperando con la factura de todos esos rayos que nos envió aquella noche”.
En Youtube se encuentran fácilmente imágenes de aquel inolvidable momento. Las fotografías de la banda tocando bajo una lluvia torrencial protagonizaron la prensa del día siguiente, totalmente rendida a la energía de los Stones “pese a que ya rozan los cuarenta años”, se decía. Hoy, cerca de los ochenta, acaban de dar otro exitoso concierto en el estadio sucesor del Calderón. Pues sí, guardo la entrada, por si alguien no me cree. Dos mil pesetas, 12 euros. Y decían entonces que era un robo. Hace unos días, Alejandro Sanz cantaba en Valencia por 55 euros la entrada más barata. Y ni un puto rayo.