Estamos tan acostumbrados a ver cómo el cómic salta a las pantallas de los cines o a las plataformas de streaming, que la emoción de ver cómo tal o cual obra se traduce a imagen real ya no es tal salvo en casos muy concretos. Y más si, como viene siendo cada vez más frecuente, este goloso escaparate hace que algunos autores, más que tebeos, se dediquen a hacer pitchs para productoras cinematográficas.
Hete aquí que entra en escena M. Night Shyamalan, quien acostumbra, casi siempre con acierto, a contar historias en las que vemos como uno o más factores disruptivos. El director de “El sexto sentido” o “Glass” estrenará en breve “Tiempo”, un thriller con un planteamiento y puesta en escena bien peculiares que adapta la novela gráfica “Castillo de arena”, de Frederik Peeters y Pierre Oscar Levy, publicada originalmente en 2010.
“Castillo de arena”, junto con “Paquidermo” forma una especie de díptico en el que el dibujante suizo se acercó a una suerte de surrealismo onírico. En el caso de la primera, una playa, un puñado de personajes y una situación tan inexplicable como angustiosa son todo lo que necesita Peeters para impulsar y sostener la tensión a lo largo de un centenar de páginas.
El dibujante no oculta la influencia de Buñuel y Ray Bradbury. Al igual que ocurre con la obra de ambos, la premisa y su desarrollo sirven como pretexto para ahondar en otros asuntos. Y así, “Castillo de arena”’ es una historia de intriga fantástica con el sabor clásico de un episodio de “Dimensión Desconocida”. Pero, a su vez, toma esos mimbres como vehículo -o quizás como excusa- para hablar sobre el racismo, los conflictos generacionales o la convencionalidad de los roles sociales. Cómo mantener a flote ambos propósitos paralelos mientras se derrocha saber hacer es la parte que convierte una buena idea en un tebeo. El talento inagotable de Peeters a la hora de dibujar hace el resto para que esta sea una obra notable.
“Castillo de arena” funciona visualmente con su blanco y negro poderosísimo y la gran desteza de Frederik Peeters para saber plasmar en papel culaquier cosa que implique catarsis. Es un cómic que no solo resulta inquietante, sino que persigue activamente resultarlo.
Si la cinta de M. Night Shyalaman consigue capturar la mitad de la extrañeza y de esa sensación tan preocupante para el ser humano como es la de ser consciente de que nuestras vidas penden casi siempre de un hilo tejido del azar y de lo inexplicable, posiblemente nos encontremos ante una de las películas del año. Mientras tanto, “Castillo de arena” sigue y seguirá siendo un valor seguro, un visceral ejercicio de elucubración que se sobrepone de manera envidiable al uso de recursos limitados. Un cómic que gana con cada año que se echa a las espaldas.